SOLOVKY: Archipiélago infierno. Por Mar Solana


Punzantes y repetidos golpes en la puerta invadieron la quietud de la noche, fulminantes; dueños de todos los espacios, hendieron el fino velo que separa el sueño de la realidad… Llegaron a nuestra existencia como máquinas del infierno, a culatazos de fusil. “Aleksei Vasíliev Repin, enemigo del pueblo, desde ahora su trabajo queda confiscado por el bien de la nación…”, pronuncian sin pausa los toscos labios de un rostro vacío, salpicado por terribles sombras…Enemigos del pueblo ajusticiados en lugares diseñados para morir. La libertad era una libélula sin alas que agonizaba patas arriba, sometida a los cánones de alguien que jugaba a ser Dios. “¡Al menos díganme dónde le llevan… ¡¿Qué van a hacer con él?¡ Pozhalusta!…”.

Estoy muerta en vida. Las flores de ayer siguen frescas; un denso aroma, como un bálsamo hecho de polvo, fruta y almizcle golpea mi nariz… y mis recuerdos. Cada gladiolo, cada crisantemo, cada rosa, se estremece con la sal de mis lágrimas. Permanezco horas en este sitio glacial, rodeada de un silencio mate.  Mi cuerpo es como la funda de un violín, que dejó de respirar acordes aquella mañana de 1934…“Ya tebya lyublyu!”, fue lo último que él musitó mientras cruzaba a empellones el umbral de la puerta.

Dicen que el miedo extremo paraliza, detiene: te deja en el sitio, con las intenciones desnudas y el ánimo hecho añicos. Mi alma se fue con él, el violín no suena sin el arco, es un receptáculo que sólo alberga el silencio de acordes hueros y de melodías apagadas…

Nos dijeron que Aleksei murió diez años después, terriblemente torturado y masacrado en Solovky, el archipiélago del infierno, así bautizaron aquel Gulag. Polvo al polvo…su cuerpo regresó a la tierra y su alma voló conmigo hasta aquí, lo trajo una libélula a la que le volvieron a crecer las alas. Por eso vengo todos los días y le traigo flores recién cortadas.

“Ya ustala”, sólo espero dejar este cuerpo muy pronto y mi alma recuperará su melodía (…)

Esa madrugada, encontraron a Klara postrada sobre el laude, sonriendo y con los ojos todavía húmedos, inerte y fría. Sus dedos se entrelazaban como la hiedra en aquellas letras doradas que todos los días regaba con sus lágrimas: “Aquí yace el alma de Aleksei Vasíliev Repin…”.


Mar Solana

Blog de la autora

Marcar el enlace permanente.

3 comentarios

  1. Mar, excelente relato de amor y de sombra. Terribles fueron las consecuencias de esas dos corrientes fan

  2. Muchas gracias, Juan. Para m

  3. Mar, muchas gracias por tu comentario pero yo,

No se admiten más comentarios