siempre he envidiado tus pestañas,
quizás porque siempre me he enredado
en ellas…
Tus ojos para
columpiarme,
para clavar mi
lengua en
su iris y
elevarme a los
más dulces
infiernos.
Tus ojos para
matar,
para estrangular mis
gritos y
que no nos
oigan
(a la hora de la
siesta)
los vecinos.
Y tus ojos para
vestirme
(o al contrario)
y para,
si alguien me
revienta con
su odio
los ovarios,
llorar
contigo.
Tus ojos
para mí,
sólo para
mí,
para vivir
(con ellos y
contigo)
dentro de mi
vestido.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora