Bromeando, bromeando, le dije a una amiga que hablaría en el blog sobre la piedra que traigo atorada en la uretra. Pero ahora lo hago realidad. Ella me cantó la canción: “Una piedra en el camino, me enseño que mi destino era rodar y rodar…” a lo cual, le cambie las palabras, “era aguantar y aguantar”. Pues cuando el dolor no quiere cesar ante ninguna posible solución inmediata, sólo queda eso, aguantar. Después, uno puede buscar alternativas, pero en su momento hay ciertos dolores que enloquecen. Me siento como el grillo de Richard Wilburn que parecía bamboleante coche fúnebre y se arrastraba por la hierba seca, a lo que agrego: Se arrastra, pero aún vive, algo sacude su vida, pero resiste, es frágil como cualquier insecto, pero fuerte porque aún no muere, la hierba esta seca, pero siempre existe la posibilidad de que vuelva a renacer.
Vivimos buscando el yo ideal que contrasta con el yo real, vivimos idealizando siempre, buscando aquello que es mejor y más bello que la realidad, como la guatemalteca que se suicido por amor, en los versos sencillos de José Martí. Porque cuando somos jóvenes somos como una articulación positiva, siempre actuamos hacia adelante, nuestro corazón es limpio y lo creemos imperturbable. Seguramente con los años no se hubiera quitado la vida o hubiera cambiado la imagen de su enamorado; si hubiera leído a Robin Norwood por aquella época, hubiera aprendido a quererse primero a sí misma; y si le hubiera tocado vivir en la época cibernética, hubiera conocido fácilmente algún prospecto que la consolara del desengaño y una serie de cosas que sólo caen en el hubiera.
Seguramente el dolor que produce un fuerte choque con la realidad, a veces nos hace, ya no sé si valientes o cobardes, pues de un concepto a otro hay tan poco espacio, y… ¡Otra vez la ambivalencia! ¡Vaya Vaya!.
Erich Fromm dice en su libro “El amor es un acto de fe, y quien tenga poca fe, también tiene poco amor” Por otro lado, Bernabé Tierno dice: “No hay problema que con bastante amor no se pueda sanar” Entonces, la muchachita pudo haberlo seguido amando aún con el desengaño, pues, como dice el Dr. Miguel Ruiz “El amor es una cocina mágica a nuestro alcance” Nunca más tendremos hambre. Empero, la guatemalteca si que amó como pudo, a quién pudo y todo lo que pudo, sin preocuparse sobre la finalidad de su amor, pareciera que hubiera leído las frases de Amado Nervo.
La capacidad de amar, ¿consistirá entonces en el anhelo por lo más sublime, elevado y ultra humano que existe? Erich Fromm dice que el Amor es una necesidad profunda y universal del hombre. Creo que ambas cosas están relacionadas, y que a menudo hacemos copias burdas, de lo que en realidad es el amor, intentamos, ensayamos y a medida que crecemos aprendemos un poco más o de plano no entendemos nada. O amamos en realidad pero vivimos enredando el amor entre meras combinaciones mortales. Porque de hecho, podemos destruirlo cuando así lo queramos, cuando la sociedad nos lo imponga, la cultura nos domestique o cuando nuestras conveniencias económicas políticas o sociales así lo planeen (como las del autor de los versos sencillos) y reducirlo todo a olvido, a nada, a hierba seca. O tal vez se aferre a existir por el simple hecho de seguir una especie de llamado con toda la energía de nuestras viseras, porque hay un estimulo interior que nos mueve, como a la guatemalteca, que al morir (ella) se aferra a que viva (su amor). ¡Y vaya vida! Porque finalmente ella está muerta, una total contradicción. ¡Eh ahí la diferencia! ¡Libre albedrío! ¿Seremos capaces de amar tan sólo porque así lo decidimos? ¿O tiene cabida una fuerza indescriptible que surge espontáneamente? O sucede como en el embarazo de cualquier mujer ¿Quién realiza la transformación? ¿Ella o los miles de años de evolución? O como pregunta Paulo Coelho en sus libros ¿Hasta que punto podremos determinar nuestro destino? Creo firmemente que son dos fuerzas presentes que se complementan, ambas son necesarias para que se dé el “acto de magia”. Por lo tanto el Amor es una fuerza que podemos desarrollar o atrofiar según nuestra decisión. Lo cierto es que cuando nace puede ser tan explosiva como el big-bang, del caos, nace el orden, y en ese orden hay ciertamente amor, porque que de la nada, creó, porque de la nada dio vida, y otra cosa es que el orden se encargue de nuevo de crear otro caos, únicamente para comprobar que el orden fue mejor.
Por otra parte los dolores a veces duelen más allá de un grito que desgarra los órganos. Pero como dice mi maestra: Una vida sin problema nos vuelve un ser anodino, insustancial. Por consecuencia entiendo que los problemas nos vuelven esenciales, importantes, trascendentes. En este caso, el dolor nos hace traspasar la frontera donde hemos llegado a respirar el aire de los misterios que traemos adheridos en la sangre y en el alma. Por lo que, ¿Quién atisbará por encima de los misterios del amor? Indudablemente, quién lo viva, sólo quién lo viva. Y…¿Qué tiene que ver la piedra con el Amor? Eso, el anhelo de la vida perfecta, el dolor que nos acerca o nos aleja de nosotros mismos y en otro sentido también de los demás. En que mis días han sido tan asfixiantes y febriles, que se me ha desparramado la información y la lectura de otros días.
Ángeles Nava Martínez