Ante la
noticia, recientemente difundida a través de diversos medios de
comunicación, de la denuncia efectuada por la organización civil
Profesionales por la Ética (PPE) sobre la concesión, por parte
del Ministerio de Educación del Gobierno socialista en el año
2009, de medio millón de euros a la UGT y otro tanto a CCOO,
subvenciones que al parecer han sido destinadas a difundir la
ideología de género en particular y la asignatura Educación para
la Ciudadanía en general, me resulta inevitable volver la vista
atrás, mejor, dar saltos hacia atrás en el tiempo suficientes
para remontarnos a la época clásica de las luchas
sociales y sindicales, y redescubrir una serie de constataciones
históricas:
Los
sindicatos surgieron –hace ochenta, cien o más años- como
respuesta a la explotación perpetrada sobre o contra la clase
obrera, a raíz de la Primera Revolución Industrial. Su norte,
así pues, ni fue ni quiso ni pudo ser otro que la defensa de los
intereses de la clase obrera, en un momento histórico en el que
la clase obrera era pobre; es más, a menudo miserable. Una clase
obrera oprimida y, por ello mismo, por ser y vivir oprimida, por
vivir arrastrada a los pies y caprichos de los patrones, era
clase obrera revolucionaria, pues en la lucha revolucionaria le
iba poco menos que la dignidad y la vida.
Con el correr de los años y la mejora sustancial de las
condiciones laborales, económicas y vitales de los trabajadores,
todo ello ya cosa de casi cien años de historias y luchas
sociales e incluso más, las condiciones sociales de la inmensa
mayoría de los trabajadores, pese a crisis y precariedades
coyunturales (la actual, de alcance mundial, sin ir más lejos) y
masas o grupos de inmigrantes adolescentes de derechos laborales
de justicia, ya no son de explotación; en consecuencia, de las
luchas sociales por conseguir derechos se ha pasado a la
concertación con la patronal, a las migajas de los convenios
colectivos, a las subvenciones...
Así las cosas, el sindicalismo domesticado resultante, en
vez de pertinaz e infatigable en el propósito de seguir
comprometiéndose radical y militantemente en la lucha por la
justicia social y la solidaridad con los empobrecidos, realidad
hoy día muy acuciante, parece más bien decidido a comprometerse
por mantener la gusticia* del buen nivel de vida, más o menos
funcionarial, de los trabajadores con trabajo fijo -por lo
común, los sindicatos son insolidarios con los inmigrantes, los
parados y otros colectivos en situación laboral precaria-...
De ahí que lo que sorprenda especialmente de la noticia
motivadora de la presente reflexión es justamente lo que
apuntamos, esto es, el que los sindicatos mayoritarios apoyen la
ideología de género y la asignatura Educación para la Ciudadanía
aceptando, una vez más, como para no perder las buenas
costumbres, subvenciones y más subvenciones, todo subvenciones.
La ideología de género y Educación para la Ciudadanía pueden
ser, y de hecho lo son, objeto de múltiples controversias, que
ahora mismo, en este breve apunte reflexivo, poco o nada vienen
al caso; porque es que lo que sorprende y en gran medida
decepciona es que las centrales sindicales mayoritarias en
España, por cierto que muy poco militantes y muy burocráticas a
día de hoy, hagan un día sí y otro también dejación de sus
principios sindicalistas más combativos o militantes, y en vez
de ello dediquen algunas de sus fuerzas, ni que recordar que
desde el apoyo al parecer insustituible de las subvenciones
estatales, a promocionar ideología de género y Educación para la
Ciudadanía.
Como si
no hubiera enormes y enquistados problemas laborales y
sindicales que resolver en España… Como si no hubiera, entre los
vinculados a UGT y a CCOO sobre todo, alrededor de 300.000
liberados sindicales…
Ni rastro
ya de cualquier iniciativa militante sindical.
Luis
Alberto Henríquez Lorenzo
Marzo 2010
LUIS
ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO. Licenciado en Filología Hispánica.
Profesor de Enseñanzas Medias. Estudiante de Filosofía y
Teología.