Murcia. Principio de los años 30. Sol severo, aunque sea invierno. Uno de los personajes, a contraluz, es Raimundo de los Reyes, periodista de ‘La Verdad’, poeta y director de ‘Sudeste’. Otro, el foco ilumina su sonrisa y sus ojos verdes, es Miguel Hernández. Uno quedará en la memoria de los pueblos, otro, en la de las aldeas con biblioteca. La vida no es justa y ambos lo saben. Imaginemos otras luces: Pedro Sánchez Barba, administrador de la Editorial La Verdad SA; José Ballester, ex director de ‘La Verdad’; Ramón Sijé, Juan Guerrero, mirada penetrante; más tarde será nombrado ‘Cónsul General de la Poesía’ por Federico García Lorca. Todos ellos impulsaron ese libro.
La amistad del poeta oriolano y Raimundo de los Reyes quizá surgió tras un homenaje a Gabriel Miró que organizaron en Orihuela Ramón Sijé, Miguel Hernández y sus compañeros de fatigas poéticas el 2 de octubre de 1932.
1 de diciembre de 1932. El poeta llega a Murcia para firmar un contrato. El poeta que no quería ser pastor y que no sabía que iba a convertirse en soldado. Son aún tiempos de paz, mas tiempos convulsos. Miguel ha viajado ya a Madrid -con escaso éxito literario- y ha regresado a Orihuela. Esa tierra de montañas careadas y sol que arratona los horizontes. Tiene entre las manos los originales de su primer libro, ‘Perito en lunas’, versos frutales y gongorinos, versos hortelanos y luminosos. El poeta llega a Murcia para rubricar un peldaño, ese primer escalón que años después le convertirá en viento del pueblo, en un pueblo que cree en la pólvora y que con ella espera defender un futuro que nunca llegará. Porque ese futuro nunca ha llegado. Miguel, el hijo de los Vicenterre de Orihuela, firma. Aquí está su tenaz rúbrica, Ramón Sijé, su amigo, ha escrito en el prólogo de ese libro: «La poesía, y su poesía con musculatura marina de grumete, es tan sólo, transmutación, milagro y virtud».
El contrato
¿Cómo son las manos de Miguel Hernández, las manos que firman ese documento? ¿Esconden algún secreto, tiemblan, vibran con la emoción de ese gesto de poner el nombre propio en un papel y con él comprometerse a cumplir lo pactado, son firmes y grandes, bondadosas o curtidas por el esparto y el cayado? Manos que han arrojado limones con amargura. «La mano es la herramienta del alma», escribirá años después, en 1937.
Ha leído lentamente el contrato: allí está su nombre, don Miguel Hernández Giner y las condiciones: «La edición estará terminada antes del primero de enero de mil novecientos treinta y tres. El coste de la edición será de cuatrocientas veinticinco pesetas y el número de ejemplares de trescientos. El pago de la edición será de la siguiente forma: el cincuenta por ciento al entregar la edición y el resto en el plazo de un mes, o sea, antes del primero de febrero de mil novecientos treinta y tres»; así lo recoge el profesor Francisco Javier Díez de Revenga en el libro ‘Revistas murcianas relacionadas con la Generación del 27’.
Muchas, demasiadas, pesetas para un poeta. Dinero que llega avalado por Luis Almarcha, vicario general de Orihuela, el diputado Martínez Arenas y el sacerdote Ramón Barber. Los historiadores aseguran que fue Almarcha quien costeó la empresa de su bolsillo y que nunca aceptó que Hernández le devolviera el dinero.
El libro, que fue escrito y pasado a máquina en el verano del 32, aparece por fin el 20 de enero de 1933, con prólogo de Ramón Sijé, y un retrato al carboncillo de su autor dibujado por Rafael G. Sáenz. Cuarenta y dos octavas reales que salen de los Talleres Tipográficos de Editorial La Verdad SA. El foco se ilumina: ha nacido un poeta.
Un esfuerzo titánico. Un libro hermético y lunar que esconde muchas sorpresas visuales y simbólicas en sus versos: ‘No podrá con la pena mi persona / circundada de penas y de cardos: / ¡cuánto penar para morirse uno!’. El poemario se abre con una dedicatoria a las tres personas que más habían ayudado a Miguel: «A Raimundo de los Reyes, a Ernesto Giménez Caballero y a Concha Albornoz, como agradecimiento y recuerdo del poeta».
Es el segundo volumen que publica la editorial ‘Sudeste’ dentro de la Colección ‘Varietas’. El primero había sido ‘Tiempo cenital’ (15 de abril de 1932), de Antonio Oliver; el tercero será ‘Júbilos’ (30 de marzo de 1934), de Carmen Conde. También se editarán poemarios de Andrés Cegarra, Raimundo de los Reyes y José Ballester.
Estaba previsto que el libro (para el que Miguel Hernández también barajó el título de ‘Poliedros’) apareciera en 1932, pero la suspensión gubernamental de ‘La Verdad’ y la clausura de sus talleres retrasó su salida hasta ese lunes 20 de enero de 1933. Allí, por fin, estaban sus versos en negro sobre blanco: ‘Anda, columna, ten un desenlace / de surtidor. Principia por espuela. / Pon a la luna un tirabuzón. Hace / el camello más alto de canela. / Resuelta en claustro, viento esbelto pace, / oasis de beldad a toda vela/ con gargantillas de oro en la garganta: / fundada en ti se iza la sierpe, y canta’. ‘Perito en lunas’ se presentó en la Universidad Popular de Cartagena el 28 de enero de 1933, por invitación de Antonio Oliver.
Visitas a Murcia
No eran sus primeros poemas impresos ni tampoco su primer encuentro con ‘La Verdad’. La primera publicación de Miguel Hernández en ‘La Verdad’ fue el 20 de noviembre de 1932, con el poema ‘Camposanto’. Y se sucederían muchas más colaboraciones.
Miguel visita en varias ocasiones Murcia antes de ese día para ver cómo van las cosas, para añadir poemas, para corregir otros. «Perdone, amigo Raimundo, pero es que quiero, ya que voy a publicarme, hacerlo con lo mejor mío», escribe el poeta a su editor. Parece ser que el día 2 de enero de 1933 conoció a Federico García Lorca en la casa de Raimundo de los Reyes, en la calle de la Merced. Actuaba La Barraca en el Teatro Romea con ‘La vida es sueño’ de Calderón y ‘Los dos habladores’ de Cervantes.
Silencio y Luna
Miguel le envió un ejemplar a Lorca y se quejó amargamente del silencio del granadino. «Perdone. Pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos, tan silencioso ante mi libro, tan alabado -no mentirosamente, como dijo- por usted la tarde aquella murciana, que he maldecido las putas horas malas que di a leer un verso a nadie», escribía pesaroso Hernández.
La respuesta de Lorca la dio a conocer en 1958 Marie Laffranque: «Tu libro está en silencio, como todos los primeros libros, como mi primer libro, que tanto encanto y tanta fuerza tenía. Escribe, lee, estudia. ¡Lucha! No seas vanidoso de tu obra». «No se merece ‘Perito en lunas’ ese silencio estúpido, no. Merece la atención y el estímulo y el amor de los buenos», añade Lorca.
Los versos de ‘Perito en lunas’ viajarán a la Luna en 2011. «Vamos a cumplir el deseo del poeta y hemos contratado a una empresa estadounidense (Celestis) para que lleve en una cápsula los versos de Miguel Hernández a la superficie lunar», según explicó hace unos días Juan José Sánchez Balaguer, director de la Fundación Miguel Hernández, durante la presentación de las más de 500 actividades que tendrán lugar en Orihuela este año.
Para el profesor Díez de Revenga, «se ha considerado este libro muchas veces, en comparación con los demás del autor, como una fiebre de la que afortunadamente, dicen, curó pronto. La apreciación me parece errónea y fuera de todo sentido, ya que la propia poesía de Hernández conserva mucho de lo aprendido en ‘Perito’ y este libro no es sino un paso más previo en una evolución vital y poética delicadamente única y excepcional. Prescindir de ‘Perito en lunas’ es prescindir del poeta entusiasta y casi adolescente que Hernández llevó siempre dentro».
Un libro que iluminó en Murcia hace 77 años un mundo, el mundo del poeta que ahora cumple 100 años de ‘verso presente’.
GONTZAL DÍEZ
Fuente: La verdad.es