San Francisco, a 26 de Septiembre de 1962
Querida soledad:
En unas horas todo habrá acabado. Saldré de esta oscura y deprimente celda para no entrar jamás.
Caminando por la galería, mis pasos irán al compás de mi corazón, cada vez más y más lentos y dolorosos. La galería estará vacía y silenciosa. El silencio se verá roto por mis pasos sumergidos en una gran tristeza. Sin duda, cada paso dado me susurrará al oído la palabra muerte.
Ésta es una historia que ocurrió, quizás, en alguna ciudad de un mundo sin nombre. Allí vivía un joven silencioso, de grave expresión y complexión ausente. Era estudiante, en una universidad de faz descolorida.
Un día como cualquier otro caminaba nuestro estudiante hacia ella. El día era gris y amenazaba lluvia. Hacía frío. El joven se dio cuenta de que no tenía donde apuntar las lecciones de sus maestros. Era demasiado tímido para pedir a sus compañeros que le dejaran algún folio, así que se acercó hasta una papelería.
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La Sierra de Madrid. Un chalet rústico incrustado en una ladera. Cinco de la tarde.
Mila y Nacho sólo tienen datos imprecisos sobre la ubicación de la casa del viejo Sebas. No es viejo —cincuenta y pocos—, pero la soledad del retiro voluntario le ha agriado el carácter, exagerado las arrugas y encanecido el pelo.
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A Jim Ballard
LA OTRA ORILLA
Mi mente está tan podrida que ni siquiera puedo recordar que es lo que me asquea. Si fuera capaz de sacar mi cerebro de mi cráneo y hurgar en esa jodida masa de mediocridad gris tal vez, sólo tal vez, podría sacudir a los demonios que la infectan hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo, durante todos los putos días de todos los putos años de mi vida que alcanzo a recordar. . (más…)
A nadie le parecerá mal que quiera contárselo a mi madre. Al revés. Una relación materno filial tan estrecha sólo puede inspirar admiración, complacencia y hasta ternura en quienes tengan buenos sentimientos. (más…)
Cerró la puerta con suavidad y se miró al espejo. Y sí, se vio ciertamente atractiva. Se le fue colocando la angustia en la garganta y la imagen fue emborronándose, hasta que las lágrimas, sucias de maquillaje, empezaron a caer, despacio, sin ruido. (más…)
¿Sabés mamá? Hoy me siento aliviada porque creo que empecé a perdonarte. Fue hace un ratito nomás. Parece que vomité al monstruo, a ese monstruo que me metiste adentro, como una astilla de plomo, aquel día de enero cuando aparecí asquerosamente por ese asqueroso lugar que vos tenías entre las piernas.
Como yo mamá, igual que yo. (más…)
Toda puerta de salida es, a su vez, una puerta de entrada…
Entro y salgo de mí… en ti.Abro una ventana: es de noche (quiero que sea de noche), un vaho de soledad asciende hacia mi. (más…)
Yo te conozco mi vida, mi prosa, voluptuosa cumbre emancipada. Oh, tus cambios de ademán, sinceros, apabullantes y roedores de mi alma lisonjera. Oh, tus nocturnas apariciones, cómo quisiera ser tú. (más…)
Cuando le vi supe que era para mí; estaba comiendo el bocadillo de salchichón que mi madre me preparaba todos los días en el patio del colegio, conmigo estaban Marta y Dani dando cuenta de los suyos. Di un mordisco a mi bocadillo y mire al frente, y ahí estaba él. (más…)