El Cardenal Primado Sideral había llamado a capítulo a las altas jerarquías mitradas. Todos se encontraban un tanto expectantes y nerviosos, porque nunca habían sido convocados con tanta urgencia, y además percibían como el rictus de su eminencia destilaba una incontrolable soberbia.
“Hermanos, el Deán de los Servicios Telegráficos del Limbo, que mantiene comunicación estrecha con El Diario Oficial del Vaticano, acaba de recibir el siguiente lacónico despacho: La Santa Sede ha suprimido el Limbo. Ante nuestra incredulidad y perplejidad, el Deán se ha puesto en contacto con el director del L’Osservatore Romano, con el Jefe de Prensa, con el Camarlengo, con los Nuncios de todas las naciones Católicas, e incluso con el Prefecto Apostólico de la Fe… Con el Santo Padre ha sido imposible hablar, pero el documento de su decisión lleva su sello”.
Tras un silencio glacial comenzó a oírse un susurro “in crescendo” que se transformó en un conato de algarada…
“No puede ser, deben estar locos en Roma…después de tantos siglos recibiendo y atendiendo millones de almas sin bautizar y a tantas personas no responsables de sus actos. ¿Qué haremos ahora…? Decían unos. ¿Cual será nuestro destino…? Clamaban otros…
El Inquisidor General del Espacio Infinito impuso silencio. “Si no fuese por nuestro voto de obediencia diría que no es de recibo”. –afirmó- No se nos puede hacer esto sin consultarnos y menos a mí que he perseguido a todos los impíos que se acercaban y querían traspasar nuestras amorfas murallas vacías…
Yo que mandé quemar miles de libros de cuentos infantiles, películas de dibujos animados, discos de canciones para niños…
El Canónigo de Fogones Ilustrados interrumpió la soflama: “Con el permiso de vuestra paternidad. Yo conseguí que la comida fuera finalmente inodora, incolora e insípida, como corresponde a este Santo lugar donde nos encontramos: Yo mandé al tormento a cientos de cocineros porque sus sopas tenían recuerdos a pollo y hierbabuena; conseguí que los platos no fueran ni carne ni pescado; yo despedí a otros tantos malditos pasteleros, hasta alcanzar que los postres estuvieran exentos de dulce y de disfrute; que los helados supieran a nada… Yo quiero preguntar a vuestra eminencia, también, cual será nuestro destino…”
El Arcipreste de Orden y Silencios se levanto furibundo a la vez que exclamaba: “Yo abolí las risas, los juegos, el entusiasmo, la fantasía y la alegría…A nosotros se debe que este recinto, indeterminado de los cielos, esté habitado por almas que ni ríen ni lloran, ni gozan ni penan, ni rezan ni pecan…Incluso nosotros también hemos sufrido los rigores de estas almas sin bautismo, que nunca alcanzaran el cielo por culpa de la fatalidad o porque ningún humano les bautizó a su debido tiempo…”
En medio de la protesta general llegaban a la sala capitular anodina, exenta de elementos románicos, góticos y platerescos, dos personajes que se atropellaban por llegar los primeros a la dramática asamblea de púrpuras descoloridas… Eminencias, por favor. ¡ Escuchadme !, -gritó como pudo un capitán de la guardia suiza, enfundado en un uniforme gris desconocido. “¡ Ya no puedo mantener el orden entre los muchachos. Un gigantesco meteorito de los hermanos Green acaba de descargar millones de casitas de chocolate…La felicidad, como una plaga, está inundando el Limbo ¡.
“Lo peor viene por estribor”- vociferó el Magistral de Telescopios Solares- el asteroide B-612, tripulado por el Principito y Saint- Exupéry se acerca con Fofó, Miliki y Milikito con un sonido ensordecedor de canciones infantiles…Y tras él, cientos de luceros con Walt Disney y sus muchachos…
El Cardenal Primado Sideral impuso silencio: “Ante esta situación hermanos lo mejor será que iniciemos un nuevo éxodo y vayamos a otra tierra prometida… Abordemos un gran meteorito y pondremos rumbo a la constelación de los agujeros negros, en espera de que un futuro Obispo de Roma reconsidere esta absurda decisión y de nuevo se implante un Limbo Estelar donde recoger infortunadas almas…”
Todos, en silencio y en procesión siguieron a la máxima jerarquía camino del nuevo destino…
Por el horizonte de la Vía Láctea, ya se divisaba el gran objeto boreal cuya elipse se acercaba al Limbo. Pero por esas extrañas vicisitudes estelares un raro ovni con forma de una gigantesca y cristalina botella también se aproximaba sigilosamente… Cuando estuvo más cerca, un abad mitrado de la procesión exclamó: “Pero si es el fraile Dom Perignon”. Y en efecto y a modo de una gran cabalgadura allí estaba el clérigo inventor del chanpange, junto a un nutrido grupo de orondos frailes…
Por megafonía se escuchó: “Vamos rumbo hacia el reino de las burbujas doradas, por la autovía galáctica de Baco; como pecadores que somos tomaremos un desvío, por la nebulosa de Venus… No estamos seguros cuando llegaremos…”
Su Eminencia volvió la cabeza y se quedó lívido al ver que solo era acompañado por el Inquisidor General del Espacio Infinito…