A la luz de la luna y junto al mar, una estrella fugaz vi brillar, esa estrella, y su reflejo en el mar, un deseo me hizo pedir, deseé una vida mejor, para mí y para el fruto que en mi vientre llevo.
Fathima, era una chica de 15 años que vivía en una aldea de un país del sur de África, un país donde las guerras tribales estaban a la luz del día; en el vientre de Fathima, se estaba gestando una nueva vida desde hacía siete meses, concebida a raíz de una violación por guerrilleros de otra tribu; Fathima había sido violada otras veces, había visto como miembros de su familia habían muerto a machetazos, había visto demasiadas cosas para su tan corta edad; debido a ello, Fathima, esa noche pidió el deseo de dar a su hija una vida mejor, una vida que no tendría cabida en este país, una vida en la que no tuviera que estar angustiada y sentir miedo a diario, una vida sin tanta humillación.
Fathima, había oído hablar de un país llamado España, donde últimamente se había marchado mucha gente, había oído que algunos habían muerto en el intento; pero a pesar de todo, Fathima, noche tras noche pensaba en lo mismo, hasta que una noche, al oscurecer, oyó unos disparos relativamente cerca de su chabola, oyó gente gritar.
Fathima en ese momento, se encontraba con su madre, una mujer hermosa de unos 36 años, y con su hermano de cinco años, salieron huyendo por la parte trasera de la chabola hacia un bosque cercano, pero los guerrilleros que acababan de llegar al poblado, las vieron antes de poder esconderse, a la madre de Fathima le alcanzó un disparo en una pierna y cayó al suelo con el hijo que llevaba en sus brazos; su madre le ordenó que se fuera, que no viera lo que iban a hacerle y que le prometiera que no dejaría vivir a la hija que llevaba en su vientre en un lugar como ese; Fathima, desconsolada, se escondió en el bosque, pero no pudo evitar ver lo que a su madre le iba a suceder, una visión que le daría el coraje para poder emprender el largo camino hacia una vida mejor, una visión desgarradora donde vio morir a su hermano y a su madre, y todo ello sin poder gemir para no ser descubierta. El deseo que Fathima pidió se tendría que cumplir forzosamente.
Fathima, pasó toda la noche en el bosque, huyendo por entre la maleza, marchaba sin rumbo y sin saber en que dirección se dirigía, hasta que agotada, cayó rendida y se quedó dormida.
Por la mañana, fue asimilando lo que había pasado la noche anterior, lloraba desconsoladamente, pero entendió que eso no servía de nada y que tenía que recorrer un largo viaje hasta ese país donde tenía la esperanza de encontrar un futuro maravilloso para ella y para su hija, así que se puso en pie, y comenzando a andar, divisó a lo lejos una chabola junto a un lago, y se acercó.
En la chabola se encontraba una pareja preparando todas las cosas para irse del lugar, recogían los pocos enseres que tenían, y lo cargaban en un carro en el cual irían los tres hijos pequeños y que sería tirado por el marido, todo un lujo por lo menos tener el carro; Fathima, se acercó a la pareja para pedirles algo de comer, y éstos con su hospitalidad compartieron lo poco que podían ofrecerle, les contó lo sucedido, y entendieron que tendrían que salir cuanto antes del lugar sino querían ser capturados en breve, así que terminaron de cargar todo lo que tenían, montaron a los niños de tres, cinco y siete años y se dispusieron para marchar; Fathima iría con ellos con la condición de que se turnara para tirar del carro, y así emprendieron la marcha para intentar llegar a la frontera y adentrarse en el Congo.
Una vez allí, Fathima se despidió de sus eventuales acompañantes, que intentarían emprender una nueva vida en este país cercano para poder volver pronto a su pueblo; Fathima, volvió a quedarse sola, y en la ciudad de Goma intentó buscar a alguien que fuera hacia el norte, encontrando a dos jóvenes de unos 20 años y de su misma tribu que también habían huido de su país, éstos querían llegar a la República Centroafricana, y les acompaño; emprendieron la marcha juntos; tras varias noches, entablaron una bonita amistad, recordando su país y lo bonito que sería sin luchas internas; Una noche, encontraron a orillas del Lago Eduard, un camión antiguo y destartalado, cuyo conductor se encontraba en el interior de una chabola; aprovechando la oscuridad, se adentraron en la chabola y robaron algo de comida pues Fathima se encontraba muy débil y temía por su salud y la de su hija, y aprovechando la oportunidad cogieron prestado el camión que les llevó hasta una ciudad llamada Mao en el norte de El Chad, cerca de donde comienza el desierto del Sahara, un nuevo obstáculo para Fathima, pues aquí, fueron vistos por una patrulla policial, quienes le dieron el alto, y en el intento de huir, el camión se estrelló y aunque Fathima pudo escapar y ocultarse, sus compañeros, fueron abatidos por la policía.
Fathima, perdió la única esperanza que le quedaba para poder sobreponerse y continuar su marcha, volvió a deambular por la noche sin rumbo, agotada, hambrienta y sedienta, por las arenas del desierto que daban comienzo, hasta que cayó de bruces al suelo.
Después de varios días dormida, despertó y cual fue su sorpresa que había sido rescatada por un grupo de tuareg, nómadas del desierto del Sahara, que se dirigían hacia el norte de Argelia con ganado; así que Fathima volvió a creer en su deseo, y cada vez se daba más cuenta que su sueño se estaba haciendo realidad.
Fathima consiguió llegar a Marruecos, pero ahora el problema se presentaba en poder cruzar el estrecho y llegar a su destino, una vez allí, y embarazada, sabía que no la deportarían y que su hija sería ciudadana española, así que después de un mes deambulando por varios países para llegar hasta aquí, empezaba su última cruzada, así que se dirigió hacia lugares donde le habían dicho que podía encontrar previo pago a gente que le pudiera dar un pasaje para el nuevo mundo.
Fathima ya embarazada de ocho meses, se dirigió a los suburbios y tras hablar con varias personas, encontró a un hombre de nacionalidad española, que le propuso un canje, éste, le encontraba plaza en una patera, pero el problema es que esa plaza valía 1.000€, dinero que Fathima nunca había podido imaginar junto, así que el español, le propuso que ese dinero se lo fuera pagando poco a poco con un trabajo que él le buscaría en España, dicho trabajo consistía, en que cuando diera a luz, entraría en un club de alterne y con lo que fuera ganando, iría pagando el viaje, quedando zanjada la deuda una vez que liquidara los 1.000€ y sus respectivos intereses. Fathima, tenía que decidir en unos instantes porque esa patera salía esa misma noche si encontraban a las personas suficientes para echarla al mar, y en lo único que pensaba era en los últimos 15 kilómetros que le quedaban para llegar a su destino, y no podía echarse atrás, así que aceptó, pues lo único que pensaba era en esa vida nueva que podía ofrecerle a su hija.
Al llegar la noche, se trasladó hasta la playa de donde iba a salir esa embarcación; allí se encontró con ciudadanos de su país, otros marroquíes, otros argelinos, mujeres habían cuatro, y otra embarazada como ella, en total 23 personas que irían en una patera de unos 8 metros de eslora, todos hacinados como perros en una jaula, con un destino incierto, o tal vez cierto, un destino que pudiera ser la muerte, pero para Fathima merecía la pena intentarlo.
La noche era fría, apenas se veían las estrellas pues estaban cegadas por las nubes, pero a pesar de todo, el tripulante de la patera, de nacionalidad marroquí, tenía que ponerla en marcha, éste, mando subir a bordo a todos los pasajeros, quienes se fueron poniendo como podían, Fathima iba en la parte trasera izquierda de la embarcación, algo más resguardada del aire y de la brisa del mar; En un principio, el recorrido lo harían en unas tres horas, siempre y cuando todo fuera bien, así que no habían víveres ni agua a bordo para así aprovechar más el espacio y poder transportar a más pasajeros.
La patera fue echada al mar, y Fathima sintió un ahogo y un alivio al mismo tiempo, pues se despedía de África, lugar del que tantos recuerdos tendría, lugar donde nació y vivió, y donde fue querida por los suyos que ahora estaban muertos; y alivio porque era el último escalón que tenía que subir para llegar a esa España que tanto había ansiado para ella y para su hija, así que a pesar de todo, Fathima estaba feliz.
Durante la noche, y tras una hora de navegación, todo iba bien, la mar estaba casi en calma, pero empezó a chispear y algún relámpago que otro empezaba a vislumbrarse; todos estaban atemorizados, las olas cada vez eran más grandes, y tras otras dos horas de navegación, los motores se pararon, el combustible se había agotado y la oscuridad inundaba todo, no se veía la costa española, todos empezaron a dar gritos, a rezar en sus idiomas, a llorar, pero de nada servía, nadie les escuchaba.
Así pasó otra hora más, con la embarcación a la deriva, con un temporal que cada vez se hacía más fuerte, algunos no habían podido aguantar el cansancio y habían caído por la borda arrastrados por alguna ola, a Fathima, cada vez más le dolía el vientre, tal vez fueran contracciones, pero solo pensaba que no era el momento para tener a su hija, tenía que tenerla en tierra, en España, imploró a aquella estrella a la que pidió el deseo, que la ayudara; de pronto alguien grito, “veo luces, veo luces, allí al frente, están muy cerca”, escasamente a un kilómetro se encontraba la costa española, algunos se lanzaron al agua para llegar nadando, pero las olas eran grandes y se perdían de vista enseguida, pero hubo una ola, que por completo cubrió la embarcación y le dio la vuelta, todos fuiron al agua, algunos se quedaron debajo, el agua estaba helada, las olas la tapaban por completo, y Fathima lo único que pensaba es que después de tanto camino andado, su deseo no se había cumplido, no podía aguantar más tiempo, se estaba ahogando, y pensó:
A la luz de la luna y en al mar, las luces de España vi brillar, esa España, y su reflejo en el mar, un deseo que no puedo alcanzar, deseé una vida mejor, para mí y para el fruto que en mi vientre llevo, y tal vez era la muerte esa vida mejor que yo deseaba.
Las luces que los pasajeros vieron no eran de la Costa Española, eran de una embarcación de la Guardia Civil que había sido alertada de que una patera estaba llegando a la costa de Cádiz; se pudieron rescatar varios cuerpos sin vida, entre ellos el de Fathima, pero se pudo salvar a la hija que llevaba en su vientre, la cual, fue entregada en adopción y no reclamada por nadie, por lo que es ciudadana española.
Gracias a Fathima, mi mujer y yo tenemos a nuestra hija Fátima, y solo cabe pensar, en el coraje y el valor de aquellos que lo dejan todo en la tierra que los vio nacer, para buscar una vida mejor, como tienen que estar pasándolo para arriesgarse a tanto a cambio de nada.
Esto es un cuento, cualquier similitud con la realidad es simple ficción, o no.