Desde que se les casó el último hijo a Rogelio Tristán y a Maria Turpin, el nido se les quedó vacío.
No eran viejos, ya que se habían casado jóvenes, con la fortaleza y espíritu suficientes para criar los cuatro hijos que les nacieron y contribuir sin problemas a costear las carreras universitarias, que todos ellos estudiaron. . Afortunadamente ya estaban disfrutando de ver nietos a su alrededor casi a diario.
Si; el nido se les quedó vacío, y es a partir de ese momento cuando Rogelio empezaba a pensar que debería tener una vejez digna, haciendo un pacto con la soledad cuando llegara el momento. Eso lo había leído en algún sitio y no se le había ido de la cabeza, aunque la realidad es que aun le faltaba algunos años, y no pensaba que pudiera verse solo.
Su posición económica no era boyante pero si desahogada y estable, con vistas al futuro.
Lo que sucedió no fue muy seguido, ya que tuvieron que pasar años para que se diera cuenta que lo suyo no era normal.
Un día llegó a su casa con una guitarra no mala del todo, diríamos que de termino medio y se la mostró a su mujer, que estaba en la cocina preparado algo para cenar.
-Mira mujer lo que he comprado para el día de mañana cuando esté jubilado, que será entonces, cuando tendré tiempo de aprender a tocarla.
– No aprenderás a tocarla nunca mejor que la estas tocando ahora mismo, porque en términos musicales eres una nulidad absoluta, con un oído infame, incluso para emitir sonidos. Rogelio, lo tuyo no es la música – le dijo sin inmutarse.
-Eso ya lo veremos mujer porque tendré mucho tiempo para aprender.
-Ni aunque vivieras cien años le sacarías un acorde musical, así te estuviera dando clase Narciso Yepes.
No le hizo caso Rogelio a Maria y dirigiéndose a una habitación dejó sobre la cama esa guitarra, hasta que le encontrara una ubicación definitiva, la cual él no dudaba en su día aprendería a tocar.
Y así fueron pasando los días, los cuales se iba tragando sin apenas masticar, como el que se toma un aperitivo.
Pasados unos meses y ya entrada la primavera, que en Murcia, la tierra de ambos, entraba, invadiendo los cinco sentidos, llevando tras de si, una sinfonía embrujadora en cada uno de ellos. Una para la vista con los matices de color que en parques y jardines regalaba la naturaleza. Otra para el olfato, ya que la ciudad invadida del aroma del azahar de los miles de naranjos en flor, que crecían en sus calles y plazas, y que eran la cusa de ello. También eran una música celestial para el gusto, los sabores de los frutos múltiples y variados que daba la tierra en cualquier época del año. Para el del tacto no hay una rapsodia mejor que acariciar el pétalo rojo terciopelo de una rosa en primavera, y para el oído, te regalaba la vida en esa época, la verdadera sinfonía, la mas auténtica y la mas hermosa de todas ellas, era la del canto de las aves, en especial el del jilgueros cuyos nidos se podían ver apenas te fijaras en ellos, colocados sobre las ramas de los limoneros como si fueran ovillos de hilo de cáñamo bramante. En esta tierra a una variedad de ellos le llaman caberneras y sus plumas son amarillo oscuro, gris y rojo granate.
Era una primavera como debió ser la del Paraíso Terrenal
– Mira Maria lo que te traigo para el día de mañana cuando tengamos tiempo y estemos solos – le dijo Rogelio mostrándole una jaula de pájaros muy completa de accesorios pero a todas luces vacía, porque no se veía ningún ave dentro.
Se quedó mirando Maria a la jaula y le dijo:
-¿Y el pájaro donde está?
Lo compraremos cuando estemos solos y así nos hará compañía, compraremos una pareja y así los pondremos a criar, le dijo Rogelio muy seriamente.
-Eso si que es verdad – le dijo ella que nunca había llegado a perder el sentido del humor ni la ironía – yo los criaré, mientras tu tocas en la guitarra el Concierto de Aranjuez y así encontraremos la felicidad, mientras tanto puedes poner a prueba tu paciencia hasta que llegue ese momento, metiendo un alpargate en ella y esperando que se ponga a cantar, ¿no te parece?
Se fue al dormitorio Rogelio sin hacerle caso a lo que le había dicho, con la jaula en la mano para dejarla junto a la guitarra, que yacía colgada de una alcayata en la pared.
Y llegó el otoño, a Murcia, y con él, la efímera floración que los rosales y los Cestrum Nocturnus, que por aquí le llaman galán de noche, que ofrecen en esta época como último homenaje a la madre naturaleza, antes de prepararse para invernal en el mas absoluto y discreto sueño, que le durará tan solo unos meses, pasado los cuales, florecerán con mas fuerza que nunca.
Y era una tarde de ese otoño cuando Rogelio cruzando por uno de los jardines próximos a sus casa, de pronto pensó que ya tenia otra idea para asegurarse el tiempo que tuviera libre en los años que le esperaban, de poder no hacer nada, fue entonces cuando decidió pasar por el lugar adecuado para hacerse de los útiles necesarios para cubrir su objetivo.
Cuando llegó a su casa puso el maletín que había comprado en la encimera de la cocina y le dijo a María mientras lo iba abriendo
-Mira cariño lo que he comprado para disfrutar en mi próxima jubilación, el tiempo en que no tenga nada que hacer.
Ella se volvió con una cara sin expresión alguna, para ver un maletín de madera con toda clase de tubos con pinturas al óleo, pinceles y frascos con barnices y esencia de trementina, una paleta para mezclar colores y un bastidor de tamaño mediano sobre el que iba fijado un lienzo en blanco.
Sin dejar de pelar la patata que tenia entre las manos ella le dijo:
-Mira Rogelio yo creo que te conozco bien en estos 30 años que llevo junto a ti, en lo bueno y en lo malo por eso te juro, que estoy convencida de que tu no eres capaz de hacer un dibujo de una O, con un canute. Cuando menos una pintura al óleo. Leí alguna vez en algún sitio- prosiguió- que un cuadro es una ventana que pones en la pared por la que ves un paisaje, o alguna representación de un tema que te es agradable a la vista y te trasportas hacia algún sitio en algún momento. Tú jamás te has planteado colgar nada en las paredes de la casa, y solo una vez en yo te convencí para que no lo hicieras, quisiste colgar una fotografía del Real Murcia cuando se quedó campeón de liga de tercera división. Verás que en esta casa lo único que hay colgados son las laminas enmarcadas que nos han ido recogiendo tu hijos en algunos viajes de estudios mira tu por donde, ahora – prosiguió- quieres pintar cuadros al óleo de alto nivel, a juzgar por el equipo de pintura que te han vendido, porque tu en este tema estas limpio de conocimientos y no eres capaz de decidir. Tú no vas a pintar nada Rogelio, pero si es tu ilusión no seré yo quien te la quite. Deja eso junto a la guitarra y la jaula y pon el mantel en la mesa que la comida está ya casi ultimada.
Recogió Rogelio su maletín, y el cuadro en blanco que había comprado, y se dirigió a la habitación para depositar su compra junto a los otros objetos imposibles que había adquirido, para usarlos el día de mañana.
Y llegó el invierno en el que algunos árboles se desnudan y se vuelven inertes e insensibles, como si estuvieran muertos, para así engañar al frío que al creerlos secos no se reocupa en hacerles daño y así salvan su vida, lo contrario es lo que les pasa a los naranjos y limoneros que por ser mas pudorosos no se desnudan y con frecuencia el frío se ensaña con ellos y en algunos casos les produce la muerte dejándolos solo para convertirlos en leña.
Y a Rogelio ese invierno junto al calor de la estufa, le vinieron ganas de ser escritor, por lo que pensó comprar un paquete de 500 folios en blanco para irlos llenando de palabras, cuando pensara el argumento del que trataría el libro que pensaba escribir en sus ratos de ocio que tendría cuando se jubilara y que ya faltaba poco. Pero en cambio de otras veces, esta no le diría nada a Maria pues en cuanto viera el mazo de cuartillas le diría que ella creía que no tenia madera de escritor.
Pero ella estaba equivocada, porque él sabía mucho de fútbol y de otras cosas, por lo que algo se le ocurriría y le daría la sorpresa cuando viera su obra en los escaparates de las librerías con su foto y rasgos de su vida en la vuelta de las solapas, de eso estaba seguro.
Y así fue comprando útiles para el futuro inmediato, una caña de pescar, un manual de jardinería en macetas, otro que trataba de la cría de caracoles en las terrazas de las casas, una armónica, un puzzle de 1.500 piezas y por lo menos 30 objetos y equipos mas, que un día le servirían para no aburrirse en demasía y entrar en depresión como había oído decir que le había pasado a un conocido.
Y por fin llegó el día de su jubilación, y con él también el no tener madrugar y levantarse de la cama cuando se cansaba de estar en ella, comprar el periódico y el pan y traer a casa alguna falta del supermercado próximo. Recoger a sus nietas a la salida del colegio y disfrutar con ellas como nunca lo había podido imaginar, dormir largas siestas, visitar al médico con mas frecuencia, para cuidar su salud que la tenía abandonada y que anteriormente, la había cuidado menos que a su coche, acudir cuando tuviera tiempo al club de la tercera edad a jugar con los amigos al dominó o al billar, aunque estos últimos deseos, en los dos años que habían pasado, todavía no había tenido un minuto libre para dedicárselo a ellos. No tenía tiempo para más.
Pero lo que más le fastidiaba, era cuando se cruzaba con algún amigo y este le decía
-¡¡¡Que suerte tienes Rogelio, cuanto te envidio, porque ahora seguro que tienes tiempo libre de sobra, para realizar todo lo que te hubiera gustado hacer cuando estabas trabajando y no tenias tiempo!!!
Entonces él, le contestaba.
– Te vendo una guitarra, una jaula sin pájaro, un maletín completísimo para pintar cuadros, una caña de pescar, una armónica 500 folios y un millón de cosas mas, perdona que no me entretenga, que tengo prisa porque voy al banco a ver si me han abonado la pensión y llego tarde, hasta la vista amigo, a ver si un día de estos nos vemos y podemos echar un rato.