“Me maravilla pensar que hay gente tan distraída como dispersa. Es una cuestión de conducta. Yo por ejemplo, me mantengo atento a todo lo que pasa a mí alrededor, sereno y calmo, tengo buen tacto para las situaciones que se me presentan.Tal vez por eso me quedé soltero y creo que en realidad es mejor así. Cuando voy a casa de algún amigo que tiene familia y somos interrumpidos constantemente en la charla, siento que son tan distraídos como desatentos y que soy un tipo de suerte. A mí jamás me pasa”.
“Aquí por ejemplo en este mercado, la mayoría de la gente está dispersa. Mientras aquella señora busca un mejor precio en quesos, el marido elige el mejor salamín y cada uno en lo suyo, ni siquiera se dan cuenta de que el chico se les está escapando hasta que lo oigan llorar porque se perdió. Hoy es un día tranquilo para comprar. De la semana es el día que menos gente viene. Lo sé porque soy un tipo que me fijo en todo, no distraerme me hace ser así. Un tipo capaz”.
“Bueno, primero a las verduras. ¡Que nunca falten!, dice mi madre que comer verduras te da oxigeno en el cerebro y eso te mantiene expectante y atento. Cómo yo”.
“¡Ahí está! la cajera que me gusta, es un sol. Manos delicadas, uñas prolijas, uniforme impecable… María Elena se llama, tiene un cartelito prendido a la chaqueta. Siempre paso por esa caja. Cuando hay otras vacías, hago de cuenta que me olvidé de algo y vuelvo a las góndolas a hacer tiempo hasta que se ocupen, y entonces, hago fila en la caja de María Elena para que me atienda ella. ¡Qué ojos! Si me animó hoy la invito a salir. Mirá si me dice que sí. Le diría, te paso a buscar a las nueve ¿te parece, mi vida? Me va a decir que está bien, porque a esa hora sale de trabajar. La tengo calada. A las nueve le doy una sorpresa: un romántico ramito de flores y la deshago, y ahí la invito a cenar a algún lugar lindo, por la avenida. Ya veo que seguro se va a agarrar de la cartera con las dos manos, por tímida nomás, por los nervios de estar al lado de un tipo como yo. Pero como soy sencillo, le voy a pedir que me de la mano y en ese primer contacto, mientras caminamos, la voy a acariciar con un dedo, como al descuido. Eso sí, la voy a dejar elegir el lugar, seguro que en su timidez me dirá que elija yo porque en pocos minutos, al escucharme, va a notar que soy un gran conocedor de la vida. Pero le voy a insistir que sea ella, porque la mujer de hoy es independiente y es casi tan inteligente como el hombre. Aunque ella esté viendo en mí a un ideal, cosa que no se equivoca, eso no quita que en vez de pizza prefiera asado. Sí, que tenga vuelo propio, porque si se va a estar apoyando en mí para todo, empezamos mal ¿eh?”
—Se puede correr por favor.
“Sí, pocas vueltas y directo. No quiero que me vaya a envolver con esa ternura de mujer suave para más adelante mostrarse como es en realidad: como todas, claro. Creo que la primera decisión marca el estilo, por eso soy como soy y la diferencia entre una pizzería o una parrilla puede ser la diferencia entre el amor o el odio. Suponéte que le dejo pasar ésta y la llevo a la pizzería, cuando quería comer asado. Ella, de todas formas, seguro se va a mostrar amable y sonriente conmigo y mientras le da a la muzzarella y mastica ¿sabés que va a estar pensando? y, que soy un machista despiadado, que la llevé ahí contra su voluntad, para hacerla engordar y que de lo que menos tenía ganas era de comer masa, y que si yo hubiese insistido, aunque sea una vez más, ella me habría dicho de ir a la parrilla. Seguro. Pero me va a estar mirando con cara de niña bonita y aunque le cueste tragar la gomosa muzzarella, va a estar sonriendo feliz ¿sabés lo que es peor? que el recuerdo de nuestra primera salida, esa noche, le va a quedar atravesada atormentándola toda la vida, tonta, y todo por su timidez”.
—Se puede correr por favor.
“Sí, de todas maneras se la va a aguantar falsamente y me va a decir qué noche maravillosa que estoy pasando, para quedar bien conmigo, porque si no aprovecha esta inigualable oportunidad se queda para vestir santos, como decía mí tía Regina. Claro, ésta no me va dejar ir, con la labia que tengo cuando salgamos del lugar me va agarrar del brazo, desesperada. No se va a perder un partido como yo. Saldremos dos o tres veces más y ya, conociéndola a fondo, le tiro la carnada a ver si pica: Sos la mujer de mi vida, y ella, que no sabe que la única mujer como la gente es mi vieja, se va a desarmar. Te amo, me va a decir en cuanto reaccione y me va a proponer casamiento, y así, como quien no quiere la cosa, le diré ¡y bueno, si total para aburrirme solo! Eso sí, mirá que le tengo que dar nietos a la vieja, y lógicamente, la mina que ya está muerta conmigo, me dirá: los que quieras, hasta mellizos te doy”.
—Señor, por favor.
“La fiesta de casamiento va a ser de lo mejor, ella se lo merece, es una buena mina. Puedo sacar un crédito en la financiera, me dijeron que presentando el documento enseguida te dan. A sola firma. El lugar tiene que ser grande, voy a invitar al barrio entero, ¡ya está!, la sociedad de fomento, en la cancha de basquet del primer piso. Tiene que ser algo pomposo. Ya me veo con el frac, esperando a María Elena, y para que todo sea como en una película, les voy a pedir a los muchachos que consigan un tractor de pala y que a ella la levanten como a un ángel y que entre por la ventana, qué emoción van a tener las otras en ese momento, puta che, si hasta se me cae una lágrima de sólo pensarlo, ¡y las que se van a arrepentir de no haberme dado bola! Mirá cuando hoy llegue a casa y diga: vieja, me caso. ¿Te acordás cuando me embromabas y me decías, dale estúpido, buscáte una novia? bueno, ahí tenés, me caso. Y la vieja se me emociona”.
—Por favor, señor.
“En la fiesta quiero que haya de todo, no puede faltar nada, canapés, saladitos, sanguchitos… canapés… y bebidas, de todo, hasta sidra para brindar. Sí, y que dure hasta las tres de la madrugada o cuatro, total una hora más o una menos. Después luna de miel, no sé, se me ocurre a Córdoba, Los Cocos, que dicen que hay un laberinto de ligustro, divertidísimo o a Mar del Plata, que también me contaron que te podés sacar una foto con una foca gigante de piedra. Cómo vamos a disfrutar. Pero no sé si hacerla pasar por la ventana desde el tractor, pensándolo bien no, a ver si se engancha el vestido y se cae. Lo único que me falta es quedarme viudo. Mejor que suba por la escalera, que ponga un poco de voluntad carajo, no puedo estar en todo”.
—¿Podría correrse de una buena vez, señor?
“¿Sabés qué? Le voy dar la sorpresa de que nos casemos en primavera. Sí, justo el veintiuno de septiembre y de paso hacemos la fiesta de la cerveza, todo junto, va a estar bárbaro. Total faltan tres meses nada más, podemos organizarnos bien. Mirá cuando lleguen los chicos, la vieja va a estar chocha, los va a criar mejor que a mí. Es tan cuidadosa. Para esa época María Elena va a estar más gorda, bueno, con cuatro embarazos ¿qué querés? Igual la voy a seguir queriendo como siempre. No me voy a olvidar que es la madre de los nietos de mi vieja. De última puede ir al gimnasio del club, porque si se la va a pasar sentada y tejiendo, estamos listos ¿eh? A veces en la vida hay que poner un poquito de voluntad”.
“¡Uy! Me mira. María Elena me está mirando, me saluda. No, me hace señas, son señas”.
—¿Qué? ¿A mí? ¿Qué me corra? ¿Por los de atrás?
“Pero qué gente distraída, se me pegaron atrás y todos quién sabe pensando en qué. Bueno mejor voy a las verduras, dice mi vieja que te da oxígeno en el cerebro y eso te ayuda a no distraerte”.
“¡Pero… mirá a la panadera!…”