– I –
Gerardo no está solo. El vino, música, juegos de azar y literatura, se amontonan sin orden en su vida cotidiana. El cielo gris y el olvido también gris, quieren apoderarse de su ánimo, mas, se va diluyendo con el recuerdo de Yoli.
La semana anterior la había conocido en la cafetería Egipto. Mujer extraña. Frecuentaba los bares del barrio, escribiendo poemas y canciones; escuchaba con atención las melodías del hilo musical de la cafetería, que enmarañaba el ambiente del primer café de la mañana.
La vio. Ella miraba a través de la ventana a la gente que, preocupada por sus problemas y por las primeras gotas de lluvia que caía sobre sus taciturnos rostros, apresuraban el paso por la avenida.
Contaban de ella, que un día apareció por el barrio y nadie sabía de donde había venido; nadie sabía con quién o de que vivía. Era un placer verla por las aceras, alegre y con un movimiento grácil de su cintura, entonando a media voz, canciones de moda. Su mirada curiosa, despreocupada de la gente que le admiraba, se paraba en todos los escaparates de ropa de mujer.
-II-
Gerardo, mañana debo marchar, volveré la semana que viene –le había dicho cariñosamente.
Muy bien Yoli, esperaré tu regreso con impaciencia, tu compañía me trasporta a un mundo feliz.
Le temblaba la voz a ritmo de su corazón desbocado.
A mí también, algo está sucediendo. Me olvido de todo cuando estoy a tu lado.
Bueno… dentro de siete días en la cafetería a la hora de siempre. ¡Hasta pronto!
Un beso cargado de esperanza y ardiente pasión selló la despedida. Gerardo siguió su figura hasta que se perdió entre la gente que se apilaba para recoger el autobús urbano. Llovía como el día que se conocieron.
-III-
Han pasado tres semanas. Yoli no acudió a su cita en el café Egipto.
El estanque que rodea la fuente de la plaza, refleja las luces y la expresión de dolor de su rostro. Ha cesado de caminar. Sin otra luz que la de los brillos de una soledad extrema, contempla sobre la palma de la mano, una fotografía de su amada. Escruta una vez más, los abismos que guardan besos de amor ciego, sensaciones que no le caben en el alma. Al no poder dar cobijo a tanto, su cuerpo se estremece como los juncos entre el viento huracanado. No le duele la soledad, le duele los recuerdos.
Mira a su lado. De un palpitante retazo de la noche, sale un joven que le coge del brazo; tiene ojos tristes, tan tristes como los suyos; le sonríe y le dice:
Ven conmigo.
Atraviesan una profunda oscuridad y se lo lleva.
¿Eres la muerte? Llévame contigo, ni un gemido se oirá, ni una sombra quedará de mi tormento.
No temas, soy un Cazador de sueños. He salido de los tuyos para ayudarte. Amigo Gerardo, ¿Vas a esperar por más tiempo a esa mujer? Tu corazón no deja de galopar duro, hondo… desesperado.
Estaré llamándola una y otra vez para que regrese. Debo clamar a los cuatro vientos que quiero verla.
Nadie te oye, en los pasajes que se dibujan en tus sueños, reina una profunda quietud.
Esperaré en compañía de esta soledad que me ama.
¿Cómo sabes que la soledad te quiere?
Si la soledad me despacha de su lado, cosa que no creo, pues somos viejos amigos, marcharé por los campos escarchados de sueños muertos, con la esperanza de que su amor, ya no sea necesario para mi vivir. Esta locura que tengo, espero que termine con el regreso de Yoli, si es que vuelve. Pero tengo miedo.
Gerardo, bañado por la Vieja Luna, tumbado en el banco de la plaza, es zarandeado por un guardia municipal.
¿Estás bien muchacho?
Le saluda con dos dedos de su mano derecha en la visera de la gorra.
Sí, gracias. Me he dormido. Buenas noches.
Se alejó camino a su domicilio.
-IV-
Los Cazadores de Sueños, han apagado la lámpara del Tiempo. Los cristales de magnetita de sus existencias alineados en al campo magnético terrestre, se han reunido en la Ciudad de las Estrellas.
¡Cuanta calma! Las flores regeneran perfumes que vienen de los montes; las sombras de los abedules que rodean el edificio inventado, escriben historias bajo un cielo lleno de escarabajos de colores.
Atho, ¿tiene sentido la vida? Me refiero a la vida de los seres humanos. ¿La muerte es un fin o un simple tránsito? ¿Cuál es? ¿Tiene algún significado el sufrimiento? ¿Nuestro destino, como el de ellos, está sellado de antemano?
Todo este montón de preguntas se agolpa en el alma de Rahika y salen atropelladas hacía su amigo.
Imagínate Rahika: En una esquina, un vagabundo y su perro que ladra. Se encuentran lejos del sol que brilla sobre los tejados. La calle, estrecha y oscura, es la vida; las miradas de ambos, la inteligencia; los tejados, el egoísmo y la soberbia; el sol, la respuesta.
Para poder contestar a todas estas preguntas: No deberíamos que esapartarnos de los demás. No deberíamos amar al prójimo por amor a Dios , sino amar solo por amor, sin esperar nada de nadie. Creo que cuando secaridad experimenta de verdad este sentimiento, las preguntas son contestadas.
Llena de curiosidad Fruga, con sus ojos verdes, dice:
Atho, cuéntanos como fueron los amores de Gerardo.
En los sueños de Yoli aprendí, que dentro del ser existen zonas que no debemos compartir con nadie, ni con nuestro gran amor. Yoli tenía secretos de una vida íntima muy vulnerable, pudorosa unas veces y vergonzante otras, que anidaba secretamente para su satisfacción o penitencia.
¿No le contó a Gerardo, a pesar de que tanto le quería, la verdad sobre su pasado?
La ansiedad se hacía notar en la voz de Fruga.
– Querida amiga, el amor fascina, atrae poderosamente, sin él no habrían despegados los humanos de los simios. Los amores, la mayor parte de ellos, son efímeros, engañosos, sin control…
– Entre el recuerdo de los viejos amores existe un mundo de soledad, surcado por caminos de estrellas y centauros de luz, que señalan a los cuervos portadores de sentimientos, el camino del olvido , la paz no es compañera del amor.ratifica Rahika, hermosa y resplandeciente Va siempre acompañado de dudas y tormentos.
¿Qué haremos con los sueños? ¡Son tan extraños!
El amor entre los humanos es hermoso pero efímero. Los amores que anidaron en el corazón de ella antes de conocer a él, eran pasiones fuertes, pero tristes y breves. El sentido por Gerardo, destruía aquellos lazos. “De qué me sirve haber atesorado pasiones increíbles si tengo que renunciar a pensaba cuando se veían yellas por éste, que parece ser para siempre…” levemente aturdida por la mirada de Gerardo, contemplaba la pasión en sus ojos llenos de vitalidad. No tenía para ella ningún sentido, era un movimiento raro, que sin querer, le estaba llenando de locura. Ella no quería ser mujer de un solo hombre. No creía ser merecedora del amor, del amor puro de Gerardo.
Rahika, espejo azul, comenta:
Amigo Atho, para todos llega el momento de colgar las pasiones, suave, muy suave en ese espacio intermedio donde los ángeles quieren ser humanos. Y, los viejos amores que se fueron tras otros cuerpos, dejarlos, no negarles la huida. Yoli también tenía derecho a disfrutar del amor especial de Gerardo. El sonido de sus amores pasados le debía esclavizar y no le dejarían sitio para el nuevo. ¿Qué hacer ante esto? ¿Fingir la verdad o sincerar la mentira?
La luz de la verdad si se hace reflejar sobre la cara de la mentira, resulta bálsamo de esperanza; la sombra de la mentira, si se hace reposar sobre la superficie de la verdad, se transforma en sentenciaba Atho, y seguía:egoísmo, cobardía y fanatismo
Estaba sentada Yoli en un banco del parque y formando yo como interlocutor de sus pensamientos, se produjo este diálogo:
“Odio que seas así, siempre igual, buscando amores le increpé.retorcidos; encima no eres ni un poco viciosa
“¡Y tu que sabes! ¿Moralidad inmutable? Ninguno la conocemos; me refiero a las del deseo, a toda situación de desprecio del amor “no puro”.
“¿Sabes lo que puede ocurrirte? Le pregunté con fuerza.
“No es necesario. No soy pura, doy libertad absoluta a los hombres para que me posean, no les pido nada.
“Yoli ¿confías en los hombres?
“Siempre lo he hecho. ¡Siempre lo he hecho! Estoy segura de mí misma replicó con violencia.
“Yoli ¿no quieres recuperar a Gerardo, tu verdadero amante, me refiero a tu amante ideal, a la magia del amor que soñaste de niña?
“La culpa es de los hombres que se acercaron a mí.
“Pero ¿Les amabas?
“No.
-V-
Aquella tarde de verano había tropezado con un vacío de amor. La serpiente de los celos se retorcía sin dejarle pensar. Se decía así misma:
“¿En qué hombre podré confiar? … “Y pensaba en Gerardo. Por fin exclamó:
“¡Ah sí! No hay nada más que una respuesta. No puedo perder el amor de Gerardo, sería mi ruina.
Y decidió volver.
-VI-
La escena tenía encantamiento. Ella, con la sonrisa congelada, él, con rostro estúpido, estaban llenos de felicidad.
Crecía la música en la plaza. El bullicio de la fiesta del barrio, se alejaba por las callejuelas estrechas, llenas hasta entonces, de profundos silencios. Tejados, farolas, coches aparcados sobre las aceras y los portales de las casas, recogían los últimos ecos.
Las estrellas parecían caer dormidas como los niños en su cuna. Las sombras de los edificios, empujadas por la luz de la luna llena, se alargaban tristemente, sin ruido.
¡Cuánta magia en este encuentro!
Yoli y Gerardo no parecían estar en este mundo. Ni en la alegría de la fiesta. Era un instante divino, un estallido de felicidad, que transformaba sus corazones en un éxtasis misterioso.
La tarde anterior, se habían encontrado en Alquezar, lugar, que por motivos de trabajo, residía Gerardo. Era un día brillante, la Colegiata que domina el pueblo, acariciada por el río Vero, resplandecía llena de hermosura e historia. Cuando Yoli estuvo cerca de su amor, sus ojos se llenaros de lágrimas, y algo de esplendor del paisaje se fue rodando por sus mejillas.
Las montañas, con sus propias crestas, formaban castillos de leyendas anteriores a los tiempos. El sol que caía por una línea infinita, daba movimiento a las sombras de los árboles, que se ocultaban tras el paisaje, camino de un melancólico amanecer. El aliento de aire enjugó la última lágrima de Yoli cuando reflejó el dorado atardecer. Y, sonrió.
Transidos de melancolía, llenos de un silencio profundo e inmenso, era posible sentir el amor que pasaba de uno a otro, como los sueños felices transitan por las rutas inmortales que llevan a la morada de los dioses.
No se debe reprimir el amor, como no se debe coartar la libertad.