Emilio Aparicio Díaz Segundo Premio Nº28 – Poema fácil de amor. Por LEIDEICÓN Hola, soy Emilio Aparicio, segundo premio del certamen «Poemas sin rostro» al cual ya me he presentado en varias ocasiones, con la suerte de obtener en el 2007, también, un tercer premio. Bueno, en esta ocasión, lo que me hace participar no dista mucho de la anterior vez; lo que me gustaba y me sigue gustando del certamen es su carácter abierto, en donde todos los poetas tenemos acceso a los poemas de los demás, a su lectura y, por tanto, al diálogo, a la participación y las opiniones de los otros. Es más, en este concurso no solo se valora la opinión de un jurado profesional, sino la opinión de cada uno de los poetas y lectores que pueden otorgar un premio especial del público. En conclusión, me gustaba y me sigue gustando la idea de que el poema no fuera un mero objeto estético que participa y compite con otros de su especie, sino que individualmente se considera, se lee y participa en un diálogo colectivo. En fin, este concurso más que concurso es una comunidad o grupo donde todos podemos participar de una misma pasión por la poesía, sin más. Eso era y es lo que lo hace especial para mí. En lo personal, decir que estoy muy agradecido al jurado por considerar mi poema digno del segundo premio, por las lecturas de mis compañeros, sobre todo, por sus comentarios, buenos o malos; en fin, por el diálogo que se generó en torno a la poesía en general. En este sentido, siento muchísimo no haber asistido a la entrega de premios, porque hubiera sido una buena oportunidad para conocer a mis compañero poetas, a los componentes del jurado, a poetas tan admirados por mí como Vicente Gallego y Raquel Lanseros y, en definitiva, a todos los que hacen posible Canal Literatura. En cualquier caso, lo importante es que esta comunidad continúa en su afán por transmitir la cultura y el diálogo crítico en torno a la misma; en su dedicación, no solo por informar de las novedades, eventos y noticias que se generan en torno a la Literatura, sino, además de todo...
Leer másSegismundo Fernández Tizón Tercer Premio Nº26 – Quizá no te haya dicho. Por Ausencias Se despertó sobresaltado. Esperaba, al abrir los ojos, encontrarse en aquella sala de mesas redondas, de mentes inquietas, de platos extraños pero exquisitos, de gentes extrañas pero cercanas. Pero sólo lo recibió la noche. Los tonos oscuros lo rodearon agobiándolo, aprisionando su corazón con la dulce pero firme promesa de otro día rutinario. E, intentando luchar contra esa amarga sensación, trató de recordar. Se vio en el autobús de ida, en la ilusión que se sobreponía al cansancio porque sabía que lo esperaban Titania y Oberon reencarnados en humanos; Mati y Antonio, una pareja especial, todo luz y amistad, que lo acompañaron en los primeros momentos hasta que apareció Impía rellenando los huecos de poesía y amistad que ya comenzaban a fluir por las calles de Murcia. En un momento, se unían en una mesa poetas, pintores, almas pensantes y, sobre todo, un joven que, sin saberlo, se hizo protagonista de la noche, repartiendo las risas que sólo las hadas reparten en el mundo de los humanos cuando todo es amistad. Recuerda que ya esa noche le costó dejar pasar a Morfeo, y al día siguiente se fueron sucediendo paseos por la ciudad acompañado de una mujer todo poesía y fuerza, en su forma de escribir y en su forma de vivir. (Impía, nuestra gran amiga Amelia Chaves, fue una de esas personas que llegan para quedarse, y hacernos ver que todo esto vale la pena si se puede disfrutar de gente como ella.) Y por fin… Morfeo aparece. La tarde del sábado, después del fatigoso viaje, la cena, los paseos, y ese amodorramiento que nos abraza insistente a la olímpica hora de la siesta, se convierte en un paréntesis en el que, para compensar lo intenso de lo vivido las últimas horas, morimos durante un corto espacio de tiempo, pero también intensamente. Tanto es así que ni las alarmas, ni los ruidos, hicieron que se despertase, y, sin embargo, un sonido ínfimo como el de un mensaje de recuerdo fue capaz de obrar el milagro. Se vistió a una velocidad que hubiera sorprendido al mismo Einstein, incluso tuvo tiempo de afeitarse de...
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