19- “Tetralema de Dionisio”. Por Javier de Lostále y Jiménez

 “Tetralema de Dionisio”

I

Intercambio de miradas taimadas

tímidas escondidas tras visillos,

en los paseos,  guardando apariencias,

hasta que el patriarca diera permisos.

 

Tetraedro del fuego consumado

corazones anudados en uno

copularon bajo el olmo a hurtadillas

visión de futuro en bocas de risas.

 

Los besos fugaces en las esquinas

cántaro de ida y de vuelta a la fuente

el germen brotando en esas semillas.

 

Su amada en gasa de blanco impoluto,

se unió Dionisio con traje de calle

camuflado en el vientre embrión furtivo.

 

II

La cueva esculpida en roca tallada

estrenando la lumbre entre fogones

desvirgan colchón recién vareado.

 

Alumbran la alcoba los dos candiles

que miran embobados a los padres

mientras estos llorando se deshacen

manos pulcras de partera sostienen.

 

Al menos seis retoños vieron  luz

otros tantos en  camino quedaron

los más,  ni tan siquiera una cruz.

 

Recias marciales marchaste sin ganas

tomando  armas, arrumbando el  apero

jamás al frente quisiste ir primero

rota la vida, cuando más amabas.

 

III

Con el rocío Dionisio marchaba

brindis al sol como cada mañana

cargando con el zurrón y la azada

camino de laborear la tierra.

 

Con las manos rasga sus entrañas

que dará los frutos de ama de leche

al ocaso con suerte  alforja llena.

 

En tiempos de hambre, cada uno su plato

con el trabajo de espalda partida

y aun cuando la guadaña se cernía

todos, con zapatillas  para andar.

 

La difteria pudo más que las balas

con garfio de acero escarias la vida

le dabas las gracias todos los días.

 

IV

Milagro del pan y del plato diario

flacidez de  brazos por años hartos

convirtieron los tormos en comidas

ni en los malos momentos desfallecían.

 

Sientes el sabor de sopa de leche

añoras los pechos  de amante y madre

y estas en tierno pan de blanca harina

retornando al cordón umbilical.

 

Al no verte rompió a llorar la noche

huyendo  de pervertidas adiáforas

el alma marcha ya fuera del cuerpo.

 

Orden de inhumarte mirando al sol

ya descansa en el médano  Dionisio

que su Dios  muy temprano lo alistó.

 

 

 

 

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