“Tetralema de Dionisio”
I
Intercambio de miradas taimadas
tímidas escondidas tras visillos,
en los paseos, guardando apariencias,
hasta que el patriarca diera permisos.
Tetraedro del fuego consumado
corazones anudados en uno
copularon bajo el olmo a hurtadillas
visión de futuro en bocas de risas.
Los besos fugaces en las esquinas
cántaro de ida y de vuelta a la fuente
el germen brotando en esas semillas.
Su amada en gasa de blanco impoluto,
se unió Dionisio con traje de calle
camuflado en el vientre embrión furtivo.
II
La cueva esculpida en roca tallada
estrenando la lumbre entre fogones
desvirgan colchón recién vareado.
Alumbran la alcoba los dos candiles
que miran embobados a los padres
mientras estos llorando se deshacen
manos pulcras de partera sostienen.
Al menos seis retoños vieron luz
otros tantos en camino quedaron
los más, ni tan siquiera una cruz.
Recias marciales marchaste sin ganas
tomando armas, arrumbando el apero
jamás al frente quisiste ir primero
rota la vida, cuando más amabas.
III
Con el rocío Dionisio marchaba
brindis al sol como cada mañana
cargando con el zurrón y la azada
camino de laborear la tierra.
Con las manos rasga sus entrañas
que dará los frutos de ama de leche
al ocaso con suerte alforja llena.
En tiempos de hambre, cada uno su plato
con el trabajo de espalda partida
y aun cuando la guadaña se cernía
todos, con zapatillas para andar.
La difteria pudo más que las balas
con garfio de acero escarias la vida
le dabas las gracias todos los días.
IV
Milagro del pan y del plato diario
flacidez de brazos por años hartos
convirtieron los tormos en comidas
ni en los malos momentos desfallecían.
Sientes el sabor de sopa de leche
añoras los pechos de amante y madre
y estas en tierno pan de blanca harina
retornando al cordón umbilical.
Al no verte rompió a llorar la noche
huyendo de pervertidas adiáforas
el alma marcha ya fuera del cuerpo.
Orden de inhumarte mirando al sol
ya descansa en el médano Dionisio
que su Dios muy temprano lo alistó.