Donde la huella
No consigo quitarme la manía
de mirar a lo alto: cielo abierto
o bien la parsimonia de las nubes,
su blanco viaje inmotivado.
Pero arriba no late la materia;
es abajo la vida, a ras de suelo,
a la altura mellada de los pies,
donde la huella:
lombrices delicadas, las arañas
geómetras, la grama,
mínimos soles en las margaritas,
cangrejos percutiendo las arenas,
pezuñas embarradas, el trabajo
tenaz de las hormigas,
el latigazo de la comadreja,
lluvia fina de polen
en las tardes milagrosas de mayo.
Tiendo la mano hacia esa vida, pozo
colmado de latidos, sangre sabia.
El viento esparce brotes,
se desata la espuma.
Mirar para arriba sin perder la vista de lo diario, no es mala mezcla. Bonito poema.
Gracias, Quique. Un abrazo musical y bailable.