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264- El cuadro. Por Akakios el ateniense

—Janusz, ¿qué te ocurre?

La mano enguantada sostenía el lápiz a apenas un centímetro del lienzo. La mina todavía no había llegado a rozar la tela.

—Janusz.

El hombre, apostado frente al atril, dirigía su mirada a la punta del lápiz con las mandíbulas apretadas y el ceño fruncido, sin parpadear, como si esperara que de un momento a otro se deslizara sola sobre el lienzo. Respiraba con cierta agitación, y estaba empezando a sudar.

—¡Janusz! ¡Responde o salgo a por ti ahora mismo! — la voz de Ryoichi Takahashi surgió saturada del intercomunicador.

Janusz Smolensky parpadeó y dio una leve sacudida con la cabeza.

—Estoy bien —detestaba hablar con el casco puesto. Su propia voz le sonaba opresiva, comprimida en un espacio tan pequeño.

—¿Qué te pasa? Tienes la respiración acelerada, y taquicardia. Y estás transpirando demasiado.

—Nada, cosas de pintores.

—Se supone que todavía tienes oxígeno para dos horas. ¿Notas algo raro? ¿Mareo, calor, fatiga? ¿Qué tal si regresas y vuelves a salir ma…?

—¿Me vas a dejar en paz o qué? — Janusz resopló y bajó la mano del lápiz —¿Dónde se desconecta la radio?

—Eh, genio pictórico, que mientras despresurizo y llego puede que no me dé tiempo a ayudarte. Sólo me preocupo por tu vida.

—¡Pues preocúpate en silencio!

Takahashi enmudeció unos instantes.

—Como quieras. Te queda más o menos una hora de luz.

—¡Que te calles, que no soy idiota, que cuando no vea bien me vuelvo!

El intercomunicador calló y Janusz volvió a situar el lápiz sobre el centro de la tela, sin tocarla. El lienzo, bien estirado, no daba muestras de estar en medio de un viento de ochenta kilómetros por hora, debido a la fuerte tensión con la que estaba sujeto al bastidor y a la liviandad de la atmósfera, pero estaba adquiriendo un cierto tono de suciedad a causa de las pequeñas partículas arrastradas por el viento que quedaban atrapadas entre las fibras de la tela. El bastidor estaba atornillado al caballete, y éste a su vez se mantenía firme clavado en la superficie marciana. A un par de metros a la derecha de Janusz se encontraba el vehículo biplaza de exploración en el que había transportado sus materiales. Había dejado la paleta, los pinceles y los tubos herméticos de colores en su caja. Sabía que no le iba a dar tiempo a pintar la composición con lápiz y a empezar con las pinturas en la misma sesión, pero se había llevado todo el material por si acaso; no quería verse obligado a quebrar el estado de fluidez creativa, que sabía que tanto le iba a costar alcanzar, por tener que ir a la base a recoger sus trastos. Deseaba que llegara cuanto antes el momento de usar sus pinturas al óleo, porque en ese instante ya habría concebido la obra en su cabeza, y porque sentía curiosidad por su comportamiento en la atmósfera marciana. ¿Se secarían antes por efecto de la baja presión? ¿Se mezclarían bien los colores? ¿Sufrirían alguna reacción química imprevista? ¿Cómo se percibirían los distintos tonos en aquel ambiente rojizo? ¿Cómo se las apañaría para manejar el pincel con aquellos guantes tan gruesos y tan rígidos? Por fuerza todo ello tenía que influir en el resultado, y formar parte de los mecanismos que dispararan la inspiración que tanto se afanaba en encontrar.

«Toda la Tierra está pendiente de ti. No puedes hacer un trabajo mediocre. Este cuadro va a ser histórico, el primero pintado en Marte, y además a la intemperie, pero también tiene que ser una gran obra, una idea propia de un genio, algo que asombre a crítica y público y cierre la bocaza de quienes tanto han despreciado tu trabajo. Se hablará de él durante miles de años, así que tiene que ser deslumbrante, no puede ser la obra de un artista fracasado que se fue a Marte porque no tenía ya nada que hacer en la Tierra y buscaba la fama porque había perdido su prestigio entre los intelectuales. Que las crónicas no puedan decir que el valor de lo que vas a hacer es meramente anecdótico, algo que tenía que llegar de la mano de quien fuera, y viniste a ser tú porque a los buenos no se les había perdido nada en Marte y a ti nada te ataba a la Tierra, y te fuiste voluntario para ayudar a preparar la colonización, y ya que estabas allí, en lugar de hacer crucigramas o leer, pintaste una porquería que pasó a la historia como la primera porquería marciana. No. No puede ser sólo el primer cuadro pintado en Marte. Tiene que ser el mejor cuadro jamás pintado en Marte, un clásico insuperable, y debe estar entre los más brillantes de toda la historia humana. Estás viviendo una experiencia que ningún pintor ha vivido antes. Tienes que ser capaz de sacar partido de una ventaja así, tienes que ver la realidad desde una óptica inédita y pintar algo que no pueda estar al alcance de nadie; no te puedes limitar a dibujar una llanura ocre llena de guijarros con montañas al fondo, ni siquiera deberías retratar la base. Eso lo puede hacer cualquiera fijándose en una foto. Tienes que volcar un sentimiento, dejar tus entrañas en carne viva sobre la tela. En la viscosidad de tus colores de óleo quedará atrapada una pequeñísima fracción de Marte, ese polvillo microscópico en suspensión que dejará una huella exigua pero visible, ese viento tóxico que te golpea, esas radiaciones de un sol que se ve algo más pequeño y apagado que desde la Tierra, esas sombras cincuenta grados más frías que las zonas iluminadas… esa impronta física quedará en la tela, pero antes debe quedar en tu alma, y es tu alma la que debe pintar, y no hay alma de artista que haya estado donde tú estás ni haya vivido lo que tú has vivido, así que tienes la obligación de sorprender al mundo con algo que nadie haya podido imaginar jamás, y eso es lo que de verdad te va a reservar un lugar de privilegio en la historia. Si no lo consigues, si no eres capaz de dar todo eso único que llevas dentro, más te valdrá decir que ha habido un contratiempo que te ha impedido pintar: tubos deteriorados, pinceles quebrados, tela rasgada… lo que se te ocurra. Mejor eso que servir de bufón o dar lástima cada día de ahora al fin de los tiempos.»

La mano continuaba inmóvil, seguramente en una postura parecida a la que tendría la estatua de cera de Janusz, si alguna vez le hacían una en memoria de aquellos momentos. La dejó caer, negó ensimismado mirando el caballete, el suelo salpicado de guijarros, las montañas del horizonte, el cielo; buscó a Phobos y Deimos, y no los encontró; contempló las nubes heladas avanzar con rapidez, sintió el impacto crepitante de los minúsculos granos de arena que le golpeaban el cristal del casco.

Tomó aire, levantó la mano y la volvió a llevar al lienzo con decisión, pero la detuvo otra vez cuando estaba a punto de tocarlo.

«Si Helena estuviera aquí para darme una idea germinal, un punto de partida, como me la dio para “La dama del kimono dorado”… No, si ella estuviera aquí, es decir, allí, yo no estaría aquí. Por favor, Helena, si me oyes, por favor, dame una idea, te lo suplico, me estoy jugando mi honra para el resto de la Historia; si puedes enviarme la más leve señal hazlo, no permitas que la Humanidad venidera se burle de mí, no dejes que haga el ridículo por los siglos de los siglos, ayúdame, mi amor, sólo esta vez…

»Algún día este lienzo que tengo delante, pintado con los trazos que saldrán de aquellos tubos del todoterreno, será custodiado entre medidas de seguridad inimaginables, y viajará a la Tierra para ser admirado por millones de personas de todas las épocas venideras, y será mundialmente conocido y admirado, y llevará consigo una porción ínfima de Marte y mi alma completa. No puedo cometer el más mínimo error en ninguna parte del proceso. Todo, desde la idea hasta el último trazo, debe ser perfecto, y no hay segundas oportunidades. Pero… ¿qué voy a pintar? ¿Qué voy a pintar?¿Qué…?»

—¡Janusz!

15 Comentarios a “264- El cuadro. Por Akakios el ateniense”

  1. Akakios el ateniense dice:

    Hola.

    Muchas gracias a tod@s por vuestros comentarios, votos y lecturas.

    Es cierto, lo que uno escribe deja de pertenecerle cuando alguien lo lee. Ha sido muy enriquecedor y sorprendente ver cómo cada cual lo ha interpretado a su manera.

    Un abrazo.

  2. Pepto dice:

    La parte narrativa supera con mucho los diálogos iniciales, aunque lo mejor sin duda es el final abierto que deja al lector que imagine el desenlace (buen trabajo). Por los comentarios veo la “comida de tarro” que se ha pegado la gente buscando argumentos metafísicos al relato. Para mí no tiene más (seré así de simple) el primer pintor que envían a Marte es un paquete emocionalmente frustrado. No me imagino al primer hombre prehistórico pensando en qué diría toda la humanidad cuando vieran su mano sobre la pared de una cueva pintada en negativo con sabe dios que tipo de sustancias. Aquí le dejo una sugerencia por si le sirve de inspiración: una oportunidad única para pintar la primera “puesta de la Tierra” desde Marte. Pero esto nunca lo sabrá, porque en mi final muere por falta de oxígeno, por ser tan zoquete por apagar la radio y por haber hecho todo un viaje interplanetario sin la más mínima idea de lo que iba a pintar. Se lo merece.

  3. samuel dice:

    Vaya, vaya, vaya… De modo que esto es la historia de la humanidad. El estar a punto de hacer algo, la certeza de que algo va a suceder y la impotencia eterna… al final, la humildad aceptada a regañadientes de que somos mortales y limitados, hasta en Marte, hasta en las mejores situaciones.
    Suerte, marciano…

  4. Lovecraft dice:

    Hay que reconocer que Akakios tiene una imaginación, ¿cómo se dice?… desbordante, eso. La idea no puede ser más original, ya te lo han dicho, y la forma de narrarla (y de redactarla) tiene una pulcritud y una sencillez que ser agradecen. Supongo que en Marte se verán mejor las estrellas.

    Suerte

  5. rulfo dice:

    Desde luego no se le puede negar originalidad, ir a Marte a pintar un cuadro que, además, tiene que ser el cuadro que inmortalice al pintor. No queda claro el final, pero, en su conjunto, me suena a una sátira de la pintura contemporánea donde ya no se sabe qué hacer para triunfar. Está, a mi juicio, bien descrito, Akakios. Las vicisitudes del pintor y su ayudante en un planeta alejado de nuestro Mundo, quedan bastante bien reflejadas en tan pocas palabras. Un relato interesante.
    Suerte en el certamen, ateniense.

  6. leforeverdelamari dice:

    jajajajaj wildeee, me escoño, perdón, me parto con tu comentario!!!

    Sin comentarios

    lamari

  7. Leles dice:

    Ansiedad. Eso lo que me has trasmitido en todo momento desde que he empezado a leer. La sensación de Janusz a no hacer el ridículo en la mejor oportunidad de su vida es, desde una visión magnificada, lo que todos hemos experimentado en algún momento de la nuestra.
    Enhorabuena, Akakios. Me has tenido enganchada por saber si empezaba a trazar o no, imaginando en mi mente rojizos cuadros de Marte. Ánimo y mucha suerte !!!!!

  8. Tomás dice:

    Presión, mucha presión aquí y en Marte. Un poco angustioso, ya que se juega la posteridad.
    Me ha gustado el contraste vertiginoso del pensamiento y la quietud de la mano sobre el lienzo.
    Buen relato,Suerte amigo.

  9. El asesino de Morfeo dice:

    Yo no veo el final abierto, lo veo cerrado, claustrofóbico; el ínclito pintor seguirá allí, en medio del paisaje árido y rojo de Marte, envuelto en el bucle egocéntrico de su afán de notoriedad. Y Helena no va a salvarle, con lo ricamente que se quedó sin el pesado del genio. Hará que le salve Takahashi, que el pobre bastante tiene con el genio pictórico de las narices.
    Muy original el relato: te felicito

  10. caos dice:

    Interesante relato que inmoviliza los sentimientos de alguien que experimenta un momento trascendetal, en un tiempo futuro lejano. Puede que algunos vean el final demasiado abierto. A mi me gusta así. Suerte

  11. Tommyknockers dice:

    Que idea tan original. Es de los mejores relatos que he leido en el concurso este.
    Suerte ateniense.

  12. Hóskar-wild is back dice:

    No sé si es mejor el relato (bueno sí que es) o los comentarios, o los pseudónimos de los comentaristas. Puede que a todos ellos les haya dado de frente una tromba de mezcla de gases marcianos y se hayan quedado como el pintor, pasmados. No me extraña que el realto sea el último del Certamen si vino de donde vino. Suerte.

  13. Narrativo sesquipedálico dice:

    Está muy bien. Mezcla las emociones del artista con la ciencia ficción dura, poco efecticista pero muy sensata.
    Nos sentimos solos aquí, rodeados de seis mil millones de personas, qué soledad no sentirá ese pintor, único ser vivo (junto con el otro astronauta) en miles de millones de kilómetros a la redonda.

  14. Blédoral Camifurlo (viajero del tiempo) dice:

    Entonces ¿el pintor se muere o no se muere? ¿Se queda sin aire? Y si le viene un pedete ¿se envenena con el metano? ¿Cómo es que le queda una hora de luz? ¿Luz del día? ¿Cómo es el día en Marte? ¿De qué tamaño se ve el sol desde allí? ¿Con qué intensidad brilla? ¿Hay una base permanente en Marte o ha ido sólo a pintar y ya se vuelve a España (deduzco que es un inmigrante rumano que se ha hecho amigo de Pedro Duque) cuando se haga de noche? ¿Has plagiado alguna crónica marciana de Bradbury o de Resines?
    Enhorabuena, Akakios. Eres el mejor. 🙂

  15. Hombre sin abrigo dice:

    Excelente relato. La idea me encantó. La ambientación está muy bien lograda. En verdad me sentí en otro planeta. Si acaso el final me deja un poco insatisfecho, pero todo lo demás me ha resultado formidable. Saludos cordiales y mucha suerte en el certamen,Akakios el ateniense.

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