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(Recitado por Atlante-)
Mi calle tiene la piel
teñida de colores nuevos.
Esta calle
que me nombra en un buzón de segundo
sonríe treinta y dos manzanas
melladas de tanto en tanto, amarillas
por la luz de las farolas tenues.
Hay risas nuevas en mi calle
y algarabía de niños
ajenos al color verde del miedo,
a la madera del mar embravecido.
Parece tener la ciudad
nombre dulce de mujer
cuando despierta arrullada
con acentos esponjosos
de niñas que traen la noche
enroscada entre su pelo.
Entran en mi calle
otras especias por las ventanas
y hay sabores remotos
pintando la transparencia de los escaparates.
Tiene mi calle el don de la palabra
apresado en la garganta entumecida
que lo niega, y charlatanes en busca
del giro celebrado, apetecido.
Hay voceadores que graznan
sus penas de infusión y de salita,
la reticencia del pubis deseado,
los lloros por sábanas pendientes.
Hay garabatos de azul
bajo los puentes que desconocen.
Hay féretros no llorados
en los chopos de sus paisajes.
Hay mujeres tan bellas como la amada
muertas de miedo, hambre o hastío.
Ay de la mirada embustera
temerosa de mirar. Ay del poeta
maldito por el pavor de sus ojos
Y este silencio que todo lo envuelve
deja que clave su garra
el halcón en pie de guerra.
Y la anestesia a medida
que cada cual se inocula
niega la mínima decencia
ni dolor, ni clemencia,
ni agradecimiento de ser vivos.
Mi calle tiene la piel teñida de colores nuevos
que apenas ocultan dolores sabidos
pero remotos como la sonrisa ultramarina de Malena.
Hoy mi calle es para otros
la Francia y la Alemania
de tíos y parientes.
Hoy los campos de mi tierra
son máquinas sudorosas
con ritmos extranjeros
de mitad de siglo veinte.
Hoy mi calle no es mi calle
y mi campo es nuestro.
I Certamen Poemas sin Rostro 2005