(Recitado por Nadie-)
Hoy me resulta alegre recordarte
al pie de aquel enebro que plantamos,
escribiendo pueril en su corteza
uno de esos mensajes de amor
que acostumbran los jóvenes.
Entonces me produjo rechazo el que rasgaras
aquella piel aún tierna
(creciste en la didáctica del amor a los árboles)
y te recriminé tu acción en contra
de lo que ya supuse habrías aprendido.
Recuerdo que acogiste por sorpresa
el gesto huraño de mi rostro, como
sino entendieras la razón de aquel
enfado por mi parte
-escribo, me dijiste-;
y continuó un silencio a tu respuesta,
la magia sostenida allí en las ramas
que observaba desde lo alto
el vínculo filial de aquella escena.
Y al perderme en tus gestos censuraba
( por instinto de un padre que censura
esa manía de crecer que tienen
las niñas de tu edad)
esos trazos que infringías al enebro,
la herida prematura en su corteza.
Y ahora me resulta equivocado…
Porque no pude ver la intimidad grabada,
la ocasión de madurez en tu escritura;
porque no pude verlo entonces,
ahora me resulta alegre recordarte
al pie de aquel enebro que plantamos.
Tal vez, ahora entienda que el amor escoge
-y no yo-
la superficie y el momento
en que se inscriben sus mensajes.
III Certamen Poemas sin Rostro 2007