Segundo árbol
Un lodazal despótico
cuajó de desengaño
el pie del tronco huraño
que florecía, exótico,
de amores míos antaño,
contra el umbral caótico
e infirme; o quieto, amniótico;
o tuyo: amigo, extraño.
Vaciado estoy, sediento
y, ahora que al abandono
se le olvidó tu nombre,
repto sin elemento
—el aguacero a tono—:
mitad pez, mitad hombre.
Un sonoro sonetillo (por ser versos de arte menor, no es una connotación).
Me gusta.
Es solo un chango loco, desesperado por andar queriendo y ser querido.
Profunda admiración por esa inocente locura.
Gracias por este momento.