Complejidad: desafío y poética
El desafío de la complejidad, en el contexto del sujeto omnipresente (y no como mero observador), desafío proyectado con una perspectiva transversal, es el gran reto del siglo actual y de los venideros.
Si bien no estamos ante una provocación nueva. La Teoría de la Complejidad se ha abordado científica, filosófica y antropológicamente hablando y han sido, de hecho, algunos científicos y pensadores como Stephen Hawkings o Edgar Morin quienes se han aproximado a ella o la han desarrollado, con la Chaos Theory y con la teoría moriniana de la complejidad respectivamente, oponiéndose esta última por un lado al reduccionismo y al pensamiento racional y por otro apoyando las bases pascalianas.
Lo increíblemente novedoso sucede cuando hablamos de un futuro complejo e incierto donde factores como las desaceleraciones económicas, la acuciante crisis del fenómeno migratorio, las incertidumbres políticas de los Gobiernos o los cambios culturales y sociales van a exigir de nosotros un afrontamiento real, decisivo y contundente.
Y es por esta urgencia que se hace, más que nunca, imprescindible… una revisión analítica o sintética, cuando menos profunda y exhaustiva, del amplio pero también escrutable concepto de complejidad.
Esta urgencia real en el acercamiento práctico a lo complejo nos hace pensar que aquello que reviste complejidad implica o denota in praxis o empíricamente complicación o dificultad, falta de simplicidad o reticencia a la acción o a su estudio, cuando la complejidad suscita siempre inquietud y curiosidad.
Pudiéramos cuestionarnos si lo complejo es antipoético por antonomasia. Y sucede, ad hoc, todo lo contrario. Porque lo complejo es susceptible de parecer bello y por ende… resulta poético. Así que podemos hablar en consecuencia de una poética de la complejidad. La metáfora, como herramienta para explicar y comprender la realidad compleja y su valor cognitivo, representa un buen ejemplo de este mi postulado –entre poética y complejidad–. El mencionado Edgar Morin es enfático en este tema. Según Morin, la metáfora literaria establece una comunicación analógica entre realidades muy alejadas y diferentes, que permite proporcionarle intensidad afectiva a la inteligibilidad que aporta. Al provocar ondas analógicas, la metáfora supera la discontinuidad y el aislamiento de las cosas. Con frecuencia aporta precisiones que el lenguaje puramente objetivo o denotativo no puede aportar. De esta manera se comprende mejor la calidad de un vino que por medio de referencias físico-químicas, cuando se habla de su cuerpo, su buqué o su sequedad. De esta forma, poética y complejidad van irremediablemente unidas, si así lo percibe nuestra intuición estética.
Reside, pues, en todos y cada uno de nosotros abordar la complejidad de nuestro irrepetible contexto, por qué no, desde la belleza poética que confiere de unicidad a nuestras vidas.
Usue Mendaza