Parque de la Florida, Vitoria-Gasteiz
Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. Seguro que les suena. Se trata de los dos primeros versos que introducen el Romance “Sonámbulo” de Lorca. De esta manera engalano estas letras sobre una de las ciudades más verdes y bonitas de España que siempre ha llevado a gala el hecho de atesorar más cantidad de metros de área verde por habitante. La OMS recomienda que por cada habitante haya sobre unos 10 metros cuadrados de zonas verdes públicas y Vitoria-Gasteiz, encabeza, acorde con un estudio independiente de un comparador de alquiler vacacional, el top a nivel nacional con 26,76 m2/hab. en un ranking de 38 ciudades en el que León y Madrid ocupan el segundo y el tercer puesto respectivamente. RESONANCE, empresa asesora líder y experta en su sector, clasificó a 50 ciudades de todo el mundo (a través de métricas diferentes) e hizo que Madrid formara parte del top ten mundial junto con capitales como Berlín, Viena, Múnich, Sao Paulo, Manchester, Lisboa, Singapur, Amsterdam y Washington DC.
Como buena vitoriana, crecí jugando en un parque, en el llamado Parque de Arriaga, que presume aún hoy de ser uno de los más grandes de la ciudad. Ya no están las casetas de madera de las copas de los árboles a las que solía subirme con la vitalidad que se le presume a la infancia, que algo de inquieta, imaginativa y alborotada siempre tiene. El parque, como ente vivo, tiene tres fechas señaladas en el calendario anual: en marzo el mercado napoleónico, en mayo el Rocío y en junio las hogueras de la noche de San Juan; de hecho, la ermita juradera del parque, recibe el nombre de San Juan de Arriaga.
Otro pulmón de la ciudad de Vitoria que no pueden dejar de visitar y que no les dejará indiferentes es el emblemático Parque de la Florida. A mi modo de ver tres son sus señas de identidad: su inspiración romántica en los jardines franceses del s. XIX, su riqueza botánica y su variedad ornitológica. El corazón del parque se identifica enseguida con el templete para la Música en una plaza circular vigilada y rodeada por las cuatro estatuas de los reyes godos que se trajeron en su día del Palacio Real de Madrid. El encanto de esta plaza radica en que es lugar de encuentro. Aquí los vitorianos bailan al compás de los conciertos de la banda municipal los domingos o días festivos de guardar; aquí se encuentran los amigos de toda la vida; aquí se coloca desde hace ya años la navideña pista de hielo; aquí los vitorianos y vitorianas se sientan en los bancos para ver pasar la vida y conversar sobre el día a día; aquí se puede escuchar el eco de las cuatro fuentecillas que a mí particularmente me recuerdan al famoso niño meón de Bruselas; aquí y desde las habitaciones con mejor panorámica del gran hotel NH Canciller Ayala, se divisa la ordenada fisonomía de la Florida, su rica vegetación, el color ocre, oro y marrón de las hojas en otoño, las luces de Navidad que cuelgan del kiosko o del templete blanco; aquí se pueden fotografiar o pintar las alegrías blancas, rosas y fucsias de los jardines en época primaveral, que es cuando más vistosas están. Aquí se escuchan, antes de su emigración, los trinos de los estorninos entre las ramas de unos árboles que parecen estar haciendo a nuestro paso, una cortés reverencia. Si hacen la prueba y por un momento miran hacia arriba y no hacia la calzada o probablemente a las pantallas de sus móviles, se darán cuenta de lo que ahora les confieso. Difícil de transmitir con palabras si no les pongo un ejemplo. En las celebraciones de bodas del País Vasco, normalmente, cuando así lo desean los novios, a su salida de la Iglesia, un grupo de bailarines vestidos típicamente para la ocasión, suelen esperar a los recién casados con unos arcos de flores, honrándoles con un pasillo para después deleitarles con el baile del “Arku-dantza”. Pues bien. Las veces que he alargado el cuello para mirar hacia el cielo, en un intento de búsqueda de paz interior, me he sentido como esa novia feliz que sale con paso ceremonioso, lento y firme de su boda dispuesta a celebrar la vida. Aquí en el parque de la Florida, también se ven a muchas parejas de recién casados saliendo de la capilla de la Catedral Nueva; ésta alberga un Museo de Arte Sacro espectacular con obras de Alonso Cano, El Greco y José de Ribera entre otros.
Si tienen oportunidad de visitar por primera vez Vitoria-Gasteiz o volver a ella y pasar unos días aquí, recuerden pasear con actitud siempre positiva y con el mentón hacia arriba. Puede que la vida y el parque de la Florida les tenga preparada una feliz sorpresa.
USUE MENDAZA
Precioso relato,Usue, para uno de los rincones más valiosos de la ciudad. Sin olvidar tampoco el parque de Arriaga, al que un día de verano nos acercamos un amigo y yo cuando apenas éramos unos mocosos. El estanque a modo de lago, hoy desaparecido, era impresionante.
Muchas gracias Josu. No podría olvidar el parque de Arriaga porque de niña fui testigo de la plantación de sus árboles y porque era la vista que tenía desde la ventana de mi salón. También me sentaba delante del estanque.