Azote de Dios. Mariano Velasco Lizcano

Azote de Dios

Azote de Dios.

 

El contexto histórico en el que se desarrolla la trama de Azote de Dios, corresponde al lapso de los años 1348-1355, en los que acontece la llegada de la peste bubónica al territorio de Castilla (1348), la muerte del rey, don Alfonso XI, alcanzado por la pandemia durante el asedio de Gibraltar (1350), la sucesión y consolidación, en el mismo año, del reinado de don Pedro I, hijo legítimo del monarca fallecido; para terminar con el asalto a la judería toledana (1355) realizado por las huestes de don Enrique y don Fadrique de Trastámara, hermanastros del rey.

Dos hombres, don Diego de Ponticosa, y don Moisés Ibrahím, cristiano el uno, judío el otro, coinciden en sus vidas de una forma harto casual, pero que les llevará a vivir juntamente los incontables entresijos de las tramas del poder que viviría la corte de Pedro I, tanto por el enfrentamiento permanente con sus envidiosos hermanastros, como por la oposición de la rancia nobleza y la Iglesia que, desde el primer momento, el rey pretendió domeñar. Aunque nunca lo logró, pese a que utilizara, en muchas ocasiones, los expeditivos métodos de la sangre y fuego.

Estamos, pues, ante una novela histórica que, como tal, es fiel a la cronología y que utiliza personajes y situaciones reales para pergeñar su trama. Pero como toda novela, también se apoyará en personajes ficticios que darán forma a los diferentes acontecimientos históricos de manera que el lector pueda vivir con ellos la “aventura” y la acción que éste tipo de novela suele requerir. Batallas, asaltos, viajes, descripciones geográficas, culturales y etnográficas son narrados así, de forma espontánea, como fruto emanado de la acción de los protagonistas, logrando con ello —al menos así lo pienso—, una lectura fácil, agradable y enriquecedora de ese pedacito de la historia que es el tempos indicado.

¡Ojalá guste al lector!

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EXTRACTO DEL PRÓLOGO

Por don Antonio Leal Giménez

El doctor Velasco Lizcano, persona muy prudente, nació, vivió de niño y de joven y vive ahora en Alcázar de San Juan, identificada ésta como “ciudad generosa, acogedora y solidaria”. Al igual que el poeta Rilke, afirma que, su verdadera patria es la infancia, quizá para refugiarse en ella cuando vive alguna experiencia que no puede superar. Un buen día despertó al estudio y al conocimiento social y ecológico de su tierra, lo que durante muchos años le llevó directo hasta el mundo de la investigación.

Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas y Sociología en la UNED y su tesis bajo el título de “100 años en el desarrollo de la Cuenca Alta del río Guadiana: 1898-1998”, obtuvo el 1º Premio de Investigación de Tesis Doctorales del Consejo Económico y Social de Castilla La Mancha, año 2004. Ostenta, así mismo, muy diversos galardones obtenidos en más de un centenar de concursos literarios, modalidad de cuento, narrativa breve, artículo periodístico y ensayos de ecología y educación ambiental. Ha realizado, así mismo, múltiples cursos universitarios en el área del Medio Ambiente y la Educación Ambiental. Ha participado activamente en el movimiento ecologista, centrando sus preocupaciones en el área del Alto Guadiana y la problemática hídrica inherente a los acuíferos manchegos. Recibió, en el año 2000, el Premio Periodístico Nacional “Salvad Las Tablas”. Actualmente desarrolla una intensa actividad como escritor, conferenciante, ponente y divulgador de temas relacionados con esta problemática ecológica y social.

Desde hace años viene dedicando mucho tiempo y esfuerzo a la escritura, trabajando sus textos a conciencia hasta quedar de algún modo satisfecho con su producción. Sus obras son de temáticas diversas y el género que más trabaja es la novela histórica.

El autor, tras leer y analizar mucha historia española —contemporánea primero; medieval después— suele propagar a los cuatro vientos, en todas sus obras, su sentir alcazareño, su compromiso con la historia y la cultura. Experto en la ambiciosa tarea de documentar históricamente toda su obra, siempre se preocupa de cuidar los detalles.

Un escritor que contempla, con una mirada heñida en la memoria, la geografía del lugar que le vio nacer, junto a los cuatro molinos de viento que se conservan en el cerro de San Antón. Sin embargo, desde hace tiempo, a la hora de escribir, se siente condicionado por la gente de su entorno, y sabe que no goza de la popularidad que a todas luces tiene merecida —situación personalmente que no puedo entender—. Lo ha experimentado con la publicación de numerosas obras etiquetadas en las series “España en Guerra”, “Desde La Mancha a cualquier lugar”, “Tierra herida”, “Cuentos”, y sus numerosos libros. Una gran calidad en su producción literaria, de escasa rentabilidad emocional, que no le ha revertido mucho éxito, circunstancia por la que, en cada obra finalizada, le hace manifestarse infeliz.

Difícil es imaginar cuál es el altísimo precio que paga. Es difícil concebir una persona con tantas ganas de aprender sobre el oficio de escribir, ni más claridad y poder para contagiarlas. Ese modo de ser, más que una pasión, se ha convertido en un vicio insaciable que le atormenta continuamente ya que el tiempo es vida para él. Nos encontramos ante un creador tímido, de ideas fijas, de semblante serio, pero espíritu sereno y jovial. Propenso a la tristeza y a la soledad, dos sensaciones que le invitan a ser fuerte y ambicioso. Se ha definido como “hombre dolido y precario que no ha sabido vivir con alegría”. Es consciente de que lleva heridas en su interior desde el principio mismo. Quizá por eso se encuentra pasando toda su vida adulta vertiendo palabras como sangre en el papel; palabras que escribe para poder moverse por el mundo.

Reflexionando en el sentir de algunos clásicos, escribe Azote de Dios, y ha dispuesto de un aura especial para hacerlo, aunque siempre la ha tenido, desde muy pequeño. Hombre de mil recursos, gran conversador, curioso observador y crítico, amante del conocimiento, buscador de lo raro y diferente, releía a Marco Aurelio cuando pensaba que “no se podía ser feliz sin el cultivo de la sabiduría”. Y la sabiduría no consiste en la acumulación de saberes, ni en las palabras que dices y hablas, sino en los hechos.

Sus dudas sobre el ser humano relativas a saber si es bueno o malo, se las despeja Aristóteles cuando se refiere a la sociabilidad por naturaleza del ser humano. Aprende de Séneca y se pregunta si es posible la amistad y reflexiona sobre la sentencia del filósofo romano «…no es fácil considerar a alguno amigo, pero si así lo consideras que sea porque tengas en él tanta confianza como en ti mismo”; y concluye que “preocuparse sinceramente por los demás, sin esperar nada a cambio, es la clave, sin duda”. Leyendo a Hecatón se inspira en alguno de sus personajes para entender el sentimiento del miedo “dejarías de temer si dejas de tener esperanza”. Y vuelve a Séneca para hablar de poner la palabra esperanza: “Presta atención a la esperanza y al miedo por igual; y mientras la situación siga siendo incierta, hazte un favor y da crédito a lo que prefieras”.

La crisis del COVID 19 le demostró que era posible que se pudiera disfrutar del tiempo, y le hizo cuestionarse si el ritmo de vida que se lleva hasta ese momento era el deseable. En gran medida ese período vivido le permitió construir esta narrativa.

Fiel seguidor del estoicismo moderno piensa que la realidad, más que de hechos, se conforma con la interpretación que damos a dichos hechos, por tanto, siempre es subjetiva. ¿Cómo atrevernos, pues, a predicar «verdades» que solo existen en nuestro intelecto? Lo he visto escribiendo esta obra, envuelto en su quehacer, en la penumbra de su despacho, trabajando incansablemente durante todo el día y recogiendo de esa soledad su descomunal capacidad de lectura, el despertar de su curiosidad, siempre tratando de encontrar el tiempo perdido.

El destino de esta obra, desarrollada en la época medieval, aunque básicamente está en manos de su autor y de sus personajes, también depende de la capacidad y actitud de quienes la lean ya que, en sentido amplio, son los que dictaran su aceptación o rechazo. Estoy seguro de que el futuro lector se deleitará y apreciará provechosamente su contenido histórico y la ficticia trama que constituye su hilo conductor.

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mvelasco56

Creo que escribo desde que tengo recuerdos; aunque tampoco sé cómo y cuando se iniciaron esos recuerdos. Será parte del código genético que heredé.

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