Los ciudadanos del siglo XXI, somos, a mi entender, la gran mayoría personas educadas, al día de los hechos informativos, normalmente inquietos, ávidos, ágiles lectores, con ojo crítico y no acostumbrados a conformarnos con las mentiras y lindezas varias de nuestros “servidores» y gobernantes; más bien todo lo contrario. Que no está el horno para bollos y siempre nos queda el derecho al pataleo. En realidad, y oteando el panorama tal y como está (inflación disparada, coste de la energía etc.) no nos queda otra que ser extremadamente exigentes con los poderes públicos, (aunque no sea muy partidaria del ”papá Estado”), políticos estos de turno cuyo lujoso tren de vida, nosotros mismos mantenemos y sufragamos, a sabiendas de que contrapartidas que debieran ser palpables (como mejores infraestructuras o reformas de una vez por todas íntegras y duraderas en los sistemas educativo y sanitario, ambos a merced del viento) , nunca lo son.
Desde hace ya años, se debate y se habla sobre las ciudades como si fueran simples artículos de compraventa, como televisiones, robots o relojes polivalentes, y se acuña el término de ciudades inteligentes, o Smart Cities, aunque me van a permitir que incida que de “inteligentes», tengan lo que la gente tiene de tonta. O sea, nada.
¿Qué entendemos aquí por “Inteligencia”? ¿Accesibilidad, Limpieza, Habitabilidad, Sostenibilidad medio ambiental, Seguridad ciudadana, Comunicaciones, Confortabilidad, Tranquilidad?. Estos conceptos que estamos hartos de escuchar como promesas electorales hasta la saciedad, luego difícilmente hay una transposición, realista, de la teoría y de la fácil verborrea a la práctica diaria y a la rutina del ciudadano de a pie.
Soy natural de Vitoria-Gasteiz, la ciudad verde por antonomasia (Green Capital 2012) pero vivo y trabajo en Granada desde hace varios años. Aunque huyo de las comparaciones por resultar injustas a la vez que odiosas, una mujer como yo, que acaricia la etapa de la madurez , a medida que cumplo años, me cuesta conformarme con lo que una ciudad me ofrece para vivir; con esto quiero decir que demando y de manera exigente de una ciudad a la que vengo de nuevas, y donde he de partir de cero en muchos aspectos, que ésta sea habitable, que esté bien comunicada, que se perciba limpia, hospitalaria y amigable, segura y tranquila. Pensándolo bien, tampoco es mucho pedir.
Lo que me asalta el pensamiento y de forma recurrente estos días es el hecho de tres realidades que nos vienen impuestas per sé en la vida de todos: una, el lugar de nacimiento, (imagínense el dilema existencial si nos dieran a elegir); dos, la familia (la ideal es siempre una entelequia) y tres, algo tan personal e íntimo como nuestro nombre de pila, que es en definitiva nuestra primera tarjeta de presentación y lo que nos confiere identidad.
Personalmente estoy satisfecha con mi nombre, pero si ahora la vida me pusiera en la tesitura de qué ciudad elegir para vivir, pediría, y no breve, un tiempo de prórroga para contestar y madurar mi decisión, aunque si hubiese pensado largo y tendido todas mis decisiones vitales, no hubiese realizado ni la mitad de mis logros.
Volviendo a estas dos ciudades que han sido y son importantes para mí, quiero dejar claro que no es mi propósito aquí realizar un trazado descriptivo que pareciera panfletario, más propio de un tríptico turístico que de una impresión sincera y personalísima sobre todas las bondades y riquezas que Granada y Vitoria me ofrecen, que son, dicho sea de paso, muchísimas; tampoco deseo hacer alarde de mis preferencias sobre una y otra ni poner a cada una en la balanza para ver cuál de ellas prefiero. Cada una tiene su propia personalidad y cada una respira a través de una piel distinta.
A día de hoy, sí percibo que ambas trabajan de cara a futuro y que lo hacen con entusiasmo y denodadamente. Y me explico: Vitoria – Gasteiz, Green Capital en el 2012, ahí es nada, sigue peleando y ha adoptado como propia la Agenda 2030 para un Desarrollo sostenible. Granada, por su parte, lucha con denuedo y determinación, por ser Sede estatal de la Agencia de la Inteligencia Artificial. Ambas ciudades han puesto todas sus sinergias y potencialidades a trabajar para competir al más alto nivel y para ofrecer al mundo su mejor escaparate. Vitoria y Granada aúnan respectivamente por un lado Medio ambiente (el anillo verde) / Ciencia y Universidad (UGR); por otro Urbanismo sostenible/ Riqueza cultural y literaria. Y siendo, como de hecho lo son, dos grandísimas ciudades, con una amplia y ambiciosa visión de Futuro, seguro que se llevan y con honores, el gato al agua.
USUE MENDAZA