Corresponsales: los ojos del mundo
Dinero, lo bastante, documentación, se sobreentiende, un chaleco antibalas y el casco, imprescindibles, un buen calzado, una o dos libretas, mucho conocimiento previo sobre el contexto y los antecedentes históricos del país en conflicto, tu compañero de fatiga, incansable, para ti el mejor cámara del mundo, mucha preparación psicológica, muchísimo mundo andado ya, muy buenos amigos de profesión asesinados o muertos en combate y un libro pequeño para que no me pese a poder ser de Poesía para relajar e intentar conciliar el sueño. El ruido nocturno de la sirena antiaérea entra por tus oídos tan persistente y machaconamente que prefieres encontrar en los versos de un poema, un ápice, al menos un hálito de paz y de belleza. A veces me pregunto si la Verdad de la noticia que aquí venimos a contar al mundo vale tanto como para poner en juego mi integridad y la de mi compañero. No tengo hijos, pero sí pareja. La he dejado en Madrid. Mi pareja entiende, hasta cierto punto, los peligros de mi profesión, pero a medida que van pasando los años en nuestra feliz relación, pienso si nos compensa. Cuando vuelvo de una corresponsalía como ésta a casa, porque el trabajo ya está hecho, la verdad, reconozco que no hay quien me aguante. Tengo demasiadas imágenes incrustadas en la retina, demasiados combates, demasiadas bombas, demasiados niños con la mirada perdida, demasiadas lágrimas en ojos que imploran a un Dios, (por lo que se ve ausente), para que todo esto acabe; mientras, las mujeres sostienen en sus manos como ultimísimo recurso, la imagen de una virgen (de lo poco que han podido salvar), manos que instintivamente echan a unos ojos desencajados para taparse la mirada y no ver la peor versión del ser “humano”.
Son muchos los periodistas que ponen en verdadero peligro sus vidas para contar al resto del mundo sin sesgos ni juicios de valor partidistas y con suma profesionalidad, las breaking news y hay ya una larga lista de corresponsales que desgraciadamente no lo han podido seguir contando. Seguramente se hayan familiarizado con la periodista de su cadena que desde Ucrania se encuentra al pie de cañón para narrarnos la noticia, y han comentado que allí debe hacer mucho frío porque lleva un fular de lana y que debe también estar muy cansada por las ojeras. O se les haya casi atragantado su fruta preferida o se sientan de alguna manera un poco culpables porque en su casa no hace frío y la ciudad donde reside, goza de la Paz, la Democracia y la Libertad (valores ganados a pulso, no lo olvidemos) para llevar una vida cuando menos, digna de ser vivida.
Vaya este pequeño homenaje a todas las Corresponsalías de la profesión periodística, que son los ojos del mundo y los ángeles custodios de la Verdad. Pido por todos ellos. También por las personas solidarias (son muchas las historias bonitas que nos atrapan) y que se están dejando la piel para que este mundo sea un poquito más habitable y humano.
Usue Mendaza
Sofía Guadalupe Pérez Casanova de Lutosławski fue una periodista, poeta y novelista, la primera española que se convirtió en corresponsal permanente en un país extranjero y corresponsal de guerra. Fue una mujer culta, muy conocida en los ambientes literarios de la época. En su trabajo destacó el perfil humano de sus crónicas como corresponsal del diario ABC en Polonia y Rusia en las que narraba el sufrimiento de la población civil durante las guerras que cubrió, a las que se añadía el valor literario. FUENTE: WIKIPEDIA.