Cuarto Real de Santo Domingo. El Realejo. Granada.
Todo visitante que se precie en Granada ha de pasear, sin excusa que valga, por el barrio céntrico del Realejo. Venir a Granada y no visitar el Realejo es como ir a París y no ver la Torre Eiffel o como recalar por Madrid y no perderse por sus barrios más castizos y emblemáticos. Ya la denominación y prefijo de “Real” nos previene y condiciona. Conocer que sus primeros moradores fueron judíos también nos va a dar una pista de la elegante opulencia, – no avasallante- de sus casas solariegas con escudos de familias de abolengo, de sus Palacios y de sus más que acogedores y floridos Carmenes. No enumeraré, como un papagayo todas y cada una de las joyas y edificios civiles y religiosos que conforman este típico barrio granadino. Granada se merece un acercamiento mucho más delicado. Sólo les pondré, como quien no quiere la cosa, un trocito de fruta en los labios …no para luego quitárselo, no se inquieten, sino para que lo paladeen con regusto; y para este apetitoso, dulce y placentero envite mío, les sugiero fervorosamente y a bombo y platillo, visitar la Exposición, con suerte permanente, de Granada y el Romanticismo: los viajes en el siglo XIX.
Y así… de a poquitos, como si de un sumiller se tratara, les doy a probar y no frívolamente, sino sin otra recompensa que la noble tarea de que me lean y aprendan y les pique la siempre bienvenida curiosidad, la más rica fruta de la tierra posible, para unas gargantas, intuyo, algo cansadas de las rutilantes modas, pero exigentes y deseosas de probar algo nuevo.
Mientras que paladean el bocado, ¿se imaginan en la propia Granada (dicho sea de paso, se nota que la Exposición se ha preparado con mimo) reunir de forma milagrosa y prodigiosa, a todos los escritores, aristócratas, pintores, fotógrafas, diplomáticos, arquitectos, litógrafos, poetas, acuarelistas procedentes de medio mundo que ensoñaban con Granada? Ingleses o americanos; franceses, alemanes, venían también de Estonia, de los Países Bajos o allende los mares y que además, y lo más admirable y peculiar, a todos ellos les movía, bendita coincidencia, el Romanticismo de la época (contando que el término “Romanticismo” implicaba antes e implica hoy un sentido holístico del mismo como corriente literaria pero también como contexto histórico y que no por romántico hemos de pensar en un empobrecido y estrecho de miras y cursi ámbito semántico); y con ambiciosa convicción, compartían todos y cada uno un recio afán y un potente motivador común: la inspiradora, poética, sugerente, poliédrica y bella Granada.
Esto y mucho más (una minuciosa, esquemáticamente estudiada y visual línea del tiempo, una profundización en la moda y costumbres del momento, pequeños pero densos recortes de noticias en periódicos extranjeros encuadrados con cariño, audio guías en inglés, videos inmersivos…) es lo que se van a encontrar en el Cuarto Real de Santo Domingo, que fue, que es – y esto muy poquita gente lo sabe-, antecedente y precursor, prolegómeno y fuente de inspiración arquitectónica y epigráfica de la Alhambra. A saber, el Cuarto Real cuenta en su engalanado y ornamentado interior con un torreón o qubba (en árabe), muy similar al Salón de Embajadores de la Alhambra, y cómo no, que para eso estamos en Granada, atesora además un armonioso jardín exterior dignísimo del más agradable de los paseos. En el jardín del Cuarto Real, se sentirán como la aristócrata más afortunada o cual caballero con más suerte del reino. Sólo les hace falta venir al Cuarto Real de Santo Domingo en el barrio del Realejo de Granada. Y para abrirles el apetito, les confieso que lo más granado y sublime de la intelectualidad del s.XIX les espera, desde Henry Keller (USA), hasta Marcelle Marguerite Suzanne Tynaire (Francia) o el fotógrafo prusiano Felix Alexander Oppenheim y la inglesa Lady Emmeline Stuart-Wortley. Todo este gran elenco reunido en una única sala en la mismísima Granada. Cuánto tendrían que conversar y cuánta sabiduría que compartir. Un verdadero lujo al alcance de nuestras manos.
USUE MENDAZA