Me llamaron a casa a las cinco y media. Era la primera vez que hacía un servicio de este tipo, por teléfono me dieron las pautas: debía hacer algo superficial, no era necesario utilizar pigmentos fuertes, ésta sería su última exposición y la discreción era el marco más adecuado.
Mis compañeros me recogieron a las ocho de la noche y quisieron darme unos últimos consejos; que no me asustara, que aunque al principio impone, con el tiempo se hace más sencillo. Siempre entramos por la puerta de atrás, vete acostumbrándote, – dijo Miguel, y riendo añadió – aquí encontramos a los que quieren esconderse.
Recorrimos un corto pasillo estrecho y oscuro. Entramos a un cuarto, que parecía excesivamente limpio, higiénico. Saludé diciendo buenas noches y me senté junto a ella. Mis compañeros cerraron la puerta, yo les había pedido que esperaran fuera. Nos quedamos solas. Estaba allí, a pesar del frío, completamente descubierta, era blanca, su blanco extremo estaba teñido ligeramente con unas gotas de azul, lo atribuí a una piel fina, que dejaba transparentar el azul de sus venas. No tenía nada que ver con lo que había imaginado. Me sentía tranquila y esta tranquilidad se acentuó cuando rocé su piel sedosa y fría.
Pondría unas gotas de rosa en sus labios, daría luminosidad con algún toque de blanco a sus preciosos ojos color miel que cerré.
Su voz, ¿Cómo sería el color de su voz?, ¿quizás fue impulsiva?, ¿levantaría la ceja izquierda de vez en cuando? Sí, con el rabillo del labio, estoy segura, aprobaría las buenas faenas de sus hijos.
Limpié su cuello, peiné el pelo serenamente ondulado. Me despedí de la misma manera que entre, buenas noches dije. Abrí la puerta y mis compañeros entraron con el ataúd.
Una de las mujeres que había visto en la escalera, al entrar, se acercó despacio, la miró y dijo: -ha quedado muy bien, gracias.
Tal vez era su hermana, Tenía su misma voz: verde. Una voz verde; triste y melosa, una mezcla de verde lima y marrón miel, una voz a la que se le rompen las sílabas en las últimas palabras.
Blanca Quesada
Foto:Portada del libro «El color de tu voz»
Querida Blanca:
Me ha gustado tu cuento. Has conseguido en «El color de tu voz» un relato de ficción con un tono sorpresivo. Jugando con las sensaciones y con los colores.
Un abrazo apretado.
Desde la primera frase nos intrigas Blanca y nuestro interés no
decae en ningun momento. Viene a la mente- ‘The Loved Ones’ de Evelyn Waugh. Chapeau!
Si copias mi libro pon el título correctamente. «El color de su voz» de Blanca Quesada.