La verdad suele ser simple, no así los hechos. Trataré de narrar los hechos como si fueran la verdad. (Es decir, como si fueran simples). Entré en un bar cualquiera y me senté a la barra. Pedí un café o dos y entonces entró el compadre. Sería un poco más alto que yo, supongo que algo en su pinta me disgustó. Tengo la mala, perniciosa y persistente costumbre de andar mirando a los lados, y el tipo debió notarlo.
La verdad es que las camareras reclamaban más mi atención, por razones que sería prolijo especificar, sin embargo, mi adversario pareció irritado y me soltó: «¿Es que no tienes otro sitio donde mirar?» La cafeína, lo reconozco, me altera. «Será para ver lo guapo que eres» le respondí. «Ah, ¿encima de tonto, maricón?» me aduló él.
Yo contesté sin mirarlo: «Piensa el ladrón que todos son de su condición», a
lo que él repuso: «¡Mírame cuando te hablo, idiota!».
Supuse que era hora de que los actos suplantaran a las palabras, así que
actúe. Me encaré con él, nos dimos los pertinentes empujones e iniciamos el
combate. No entraré en pormenores, que afearían la simplicidad que busco,
básteme indicar que hubo patadas y puñetazos. Lastimosamente, nadie se avino
a separarnos. A falta de armas, al final opté por estrangularle. Nadie se
avino a separarnos. Concluí que una estupidez semejante sólo podía ser
compensada por otra similar. Resolví suicidarme. (No importa cómo, estoy
narrando los hechos, no sus pormenores) Ya en el cielo, en el infierno o en
el limbo, que no importa, me encontré, como era de prever, con mi rival. «Te
perdono,» me dijo, «porque lo que hiciste en realidad fue irreal». «No te
entiendo», repuse. «Es muy sencillo,» me explicó, «el budismo del Norte
enseña que la característica principal del universo es su vacuidad, y que
todo es ilusorio, como lo es el Buddha, como lo es el budismo del Norte,
como lo es el universo, como lo es nuestra muerte, como lo es este diálogo,
como lo es la página que escribes, como lo es el lector que te lee».
Este lado lo llamamos vorágine. Luego, claro está, me desperté.
Pablo Serrano Almunia
Hola Pablo, leyendo este relato me ha dado la impresión de que la vorágine está en este lado.
Una pelea muy simple, muy de andar por «baretos» y una conclusión curiosa para elementos tan quisquillosos.
Pero no me hagas caso, que este comentario también es ilusorio.:))
Os admiro por escribir asi, con esa frescura.
saludos
Gracias por tu comentario, pero no entiendo a qué te refieres con «elementos tan quisquillosos». No sé muy bien dónde está la vorágine, eso es cosa de mis lectores, que son tan ilusorios como yo y como este mensaje
saludos