EL ENLACE
(1496)
Allí, en Medina del Campo,
en esas tierras de España,
donde un campo solariego
el Río Zapardiel baña,
el Castillo de la Mota,
con sus almenas dentadas,
resplandece entre sus muros,
sus patios y balconadas.
Ya resuenan los clarines,
y un repique de campanas
anuncia la buena nueva;
hay fiesta, feria y dulzainas.
Trovadores y poetas,
arlequines y gitanas,
bailan la danza del fuego
con las estrellas cansadas.
La noche azul se estremece
porque va asomando el alba,
y el brillo de los luceros
desaparece en la calma.
Jinetes con sus corceles,
a la luz dulce y callada
del día, en los soportales,
van diciendo que mañana,
la futura archiduquesa,
Doña Juana de Trastámara,
pronto partirá hacia Flandes,
con el fin de desposarse
con Don Felipe “El hermoso”
el gran Archiduque de Austria.
-Madre, ¡no quiero casarme!
Seré esposa fiel y esclava
de Dios, por toda una vida,
y así, engrandecer mi alma;
pero si tú me lo pides,
yo cumpliré tu ordenanza,
que una princesa obedece,
lo que su madre demanda-
– ¡Calla por Dios!, no me hables
de ese modo ante mis damas,
que el respeto que me tienen
por ser yo su soberana,
no deben de cuestionarlo
tus dudas, ni tus palabras-
-¡No reniegues de tu rango!
y atiéndeme, Doña Juana.
Si tu padre, el rey Fernando,
rey de Aragón, te escuchara,
él, que siempre ha mantenido
con astucia y gran templanza
la unidad de estos dos reinos,
hoy, con pena y con nostalgia,
reprobaría este gesto,
impasible y con distancia-
-Tú, serás emperatriz;
en ti he puesto mi confianza,
y a falta de un rey que reine,
siempre queda la esperanza
de que una reina lo asuma,
con dignidad y elegancia-
De la playa de Laredo,
a bordo de una carraca
genovesa y otras naves,
que hacen más de cien, se embarca
con unos quince mil hombres,
la futura archiduquesa.
Ya en el convento de Lier,
por unos días descansa,
y en Lille, fue el casamiento.
“Las crónicas lo relatan
con los mejores auspicios
y de manera inmediata”
Pero a una dicha de amor,
fogosa y apasionada,
pronto llegarán los celos,
y con ellos, la desgracia.
Al nacer Leonor, su hija,
Felipe, que bien gustaba
de escarceos amorosos
con damas y cortesanas,
pronto pierde el interés
por su esposa, Doña Juana.
***
Juan A. Galisteo Luque
Fragmento del romance: «Tristeza de amor»
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