El instante preciso.
Si se acercan a Granada estas Navidades, habrá detalles de esta ciudad embrujo que les pasarán totalmente inadvertidos. Y quien suscribe, lo hace con conocimiento de causa porque ilusamente, a la abajo firmante, aun con un interés latente y una inquietud pertinaz por la ciudad, le ha sucedido lo propio. Seguramente vendrán con una idea prefijada de lo que van a ver y disfrutar, o tal vez no y sean ustedes mentes abiertas dispuestas al asombro y tentadas por la nunca dañina y siempre imprescindible curiosidad.
Por supuesto que hay citas innegociables, como una visita al conjunto monumental de la Alhambra, icono indiscutible. Irremediablemente, se verán seducidos por sus románticos jardines, por el sonido placentero del agua, por sus bóvedas construidas sobre fórmulas matemáticas calculadas al milímetro y cuyo espacio áureo, nos ofrece una noción exacta y armoniosa de lo que es la perfección en la Tierra. La Alhambra encandila, sugiere, denota, asombra, embruja, nos hace soñar, connota y sin embargo, aun en su justísimo y privilegiado protagonismo que no voy aquí a arrebatar, no debiera hacer sombra al resto de sorpresas, historias, arquitectura, arte y perlas que aquí nos aguardan.
Como si de una alegoría se tratara, el personal, ya de por si acelerado, se mueve con una venda en los ojos, como el jinete que cabalga a lomos de la grupa de una figura ecuestre y que es la que se alza sobre el ático de la fachada de la Casa Consistorial granadina. Diríase que como nuestro montador, sólo nos desprendemos de la venda, cuando nos damos cuenta del precioso instante que acabamos de perder. Y siempre llegamos tarde.
La escultura, es obra del artista tarifeño Guillermo Pérez Villalta, para quien representa “la felicidad, el momento triunfal”. Muy cerquita del caballo, debajo, hay un reloj de aguja con una leyenda en su corona que nos da una pista inteligente y que dice así: “Feliz quien ve sus horas en dorado presente”, sabias palabras que nos pasarán seguro inadvertidas incluso si elevamos nuestra mirada para comprobar la hora exacta del reloj consistorial con la que marca el nuestro.
Tras muchos amagos de traslado y alguna que otra disputa política y artística que no viene al caso explicar, “EL INSTANTE PRECISO” no se ha movido de su sitio desde que se instalara, eso sí, de manera clandestina, en la cúspide de la fachada del Ayuntamiento de Granada el 13 de diciembre del 2002: el jinete sigue, por tanto, sentado en la grupa de su caballo, trotando sobre tres esferas doradas y sosteniendo con una mano una cuarta, cuatro alegorías del mundo. Con la otra mano, el hombre tira de las riendas como quien gobierna, con mando, precisión y sabiduría, los fugaces pero inolvidables instantes de la vida.
USUE MENDAZA
Una ciudad preciosa que me has recordado que debo volver porque yo, efectivamente, no he visto esa escultura que debe de ser impresionante.
Gracias, Usue, por despertarme el deseo de volver a Granada.
Gracias a tí, Carmen por ser tan fiel seguidora de mis escritos.
En efecto, Granada es la Alhambra, pero también mucho más.
Seguiré despertando la curiosidad sobre esta ciudad a través de mis reseñas, pues si de algo se debe jactar Granada, es de ser siempre una exquisita fuente de inspiración.
Un abrazo muy fuerte.