El libro
Mario Fergó es un detective con una vida marcada por terribles sucesos del pasado, que aún hoy, en plena madurez, no ha superado. Un nuevo caso, la muerte en extrañas circunstancias del administrador de una importante aduana pirenaica, se convertirá en un atractivo reto profesional que le obligará a adentrarse en el proceloso mundo de la frontera, de las corrupciones y de sucios negocios, ocultos tras inocentes actividades. Sin embargo, para resolverlo tendrá que hacer un viaje a su pasado y enfrentarse a los fantasmas y abismos más oscuros de éste.
Autor
Antonio Marchal Sabater es el pseudónimo del escritor murciano nacido el 6 de agosto de 1964. En los años ochenta ingresó en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado e inmediatamente fue asignado a los servicios de información, circunstancia que le llevó a ser testigo de numerosos acontecimientos de la transición, en diferentes lugares de la geografía española: País Vasco, Cataluña o Madrid. En algunas de sus novelas refleja parte de ese pasado, describiendo algunos hechos tal y como sucedieron y otros adaptándolos a la trama, sin desvirtuar la realidad. En su currículo cuenta con varios premios literarios, como el del certamen de micro-crímenes de Falsaria 2012 y el 2º premio de relatos cortos organizado por el Ayuntamiento de Lorquí (Murcia), dentro de la celebración de la II Semana Cultural 2013.
EXTRACTO DEL TEXTO
Triste cosa el sueño que llanto nos arranca, más queda en mi tristeza una alegría, sé que aún me quedan lágrimas.
Siempre que comprobaba los restos de su propio llanto sobre la almohada, acudían a su mente aquellos tristes versos de Bécquer. Mario intuía que los viejos fantasmas del pasado le esperaban, y precisamente lo hacían en el lugar donde se materializaban todas las tormentas de las que había huido durante aquellos años; La Cerdanya. Nunca había querido volver por allí, bajo concepto alguno, ni cuando tuvo conocimiento de la enfermedad de Roberta ni, después, cuando supo de su prematura muerte.
A la salida de una curva descubrió las luces de la ciudad en el horizonte, detuvo el coche en una explanada, y bajó a contemplar el tintineo de las luces y fumar un cigarrillo, mientras, en la radio del automóvil, un viejo tango de Carlos Gardel versionado por Julio Iglesias, ponía banda sonora a sus sentimientos.
Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos,
Van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
Con sus pálidos reflejos,
Hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
Siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
Tuya es su vida, tuyo es su querer,
Bajo el burlón mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver…
Sentado sobre el capó del automóvil, contemplando el paisaje que marcaba su retorno, pensó en las veces que se había reprochado su cobardía, y en la suerte de aquel individuo, mezquino y taciturno, que Enciso había elegido para marido de su amada y que sin mover un dedo se la llevó. Los acordes del tango y el frío de noviembre, le devolvieron a la realidad. Veinte años no es nada decía el viejo tango, pero veinte años pueden ser una vida. Y es cierto que para el viajero que huye, pasan en un abrir y cerrar de ojos. Hacía más de veinte años que él había abandonado aquel lugar. Veinte años huyendo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Sacó una chaqueta del coche, se la puso, y encendió otro cigarrillo. Contemplar la puesta de sol sobre los campos nevados le sosegaba el alma. – ¿Qué más da? – Se dijo. –Pase lo que pase, será el final de la pesadilla.
Me ha gustado mucho el fragmento y la entrevista en «La Opinión». Destaco una frase con la que me quedo porque creo que es uno de los mejores consejos que se puede dar a un escritor o a alguien que pretend serlo: «En definitiva, hay que escribir sobre aquello que nos gustaría leer.»
¡Muchas gracias, Elena! agradezco tu comentario.