Buenas tardes, Canal Literatura, colaboradores y amigos. De nuevo, con vosotros. En esta ocasión, compartiendo algo insólito en mi cosecha literaria: una carta romántica dedicada a mi esposo. A ver qué os parece.
Un abrazo y hasta la próxima.
Con cariño, Anna Genovés
Encadenado de amor
Amor que inundas mis noches, mis días y mis entrañas en un ir y venir. Que me acunas al alba cuando la vida se escapa y alumbras mis temores cuando no soy yo misma y deseo huir.
Amor cuya pasión fijada en una bombilla vítrea se esfuma como el agua y perdura en la ventana de nuestro hogar nazarí; agonizando a cada instante, minuto, jornada, semana, año y década, sin ti y sin mí.
Siendo niña, no supe ni pude reír. Ahora, brindo a tu lado y me enrosco a tu cintura como una flor marchita: mujer amada por ti. ¡Ay! Amor, cuando duermes te miro y deslizo por tus curvas mis sentidos, esperando que despiertes para ligarte a mí.
Siento miedo por tu juventud y mi aventura, desierto baldío que se apaga sin tu delirio. Amado, perdido, sentido, feliz e infeliz. Noches en blanco y noches llenas, días afligidos y gozosos. Aire, organismo, pasado y futuro. Mi vida entera daría si te fueras.
¡Ay! Si te fueras… Escaparía en la mañana y rondaría por el mundo hasta encontrarte, allí donde estuvieras. Velaría tus sueños, tus recovecos oníricos como lo hizo la reina que llamaron Loca por amar a su rey más que a su vida.
Me pierdo cuando tus ojos escapan, piélago embravecido que mece la cuna de los niños no tenidos. Solitaria en este mundo vacío que nada tiene si no estás aquí. Universo mísero que me abandonó a mi propia suerte, y mi propia suerte muere sin ti.
Amor, no me mientas, retenme a tu lado con cariño, que no por caridad o pena. Te amo como el primer día que te vi entre pupitres de madera y libros de tapa hueca, entre personas que entraban y salían, entre la vida que decía: «Adiós». Y marchaba tierna.
No destrocé mis carnes en una noche perdida ni corté mis venas repletas de sangre fría. Elegí el sendero de las rosas con espinas: pasión y mentiras, cuando la vida pasa y te odio y me rechazas. Un sinvivir que es la razón de la vida: el sentir.
Amigo, hombre que escuchas mis penas y alegrías, humano que me dices: «Hola, guapa. Pasa…». Aunque sea un engaño envuelto en papel de azogue con tachuelas de hojalata que me ayuda a seguir. Te brindo mis palabras, solo a ti.
Contigo veré cómo la frente se arruga, cómo soy transparente y cómo la espalda se curva. Amaré a mi cuerpo nutrido de carne flácida y mente de agua. Descubriré cómo la vida se apaga y queda la mirada blanca. Traspasaré las fronteras conocidas y entraré en el mundo de las crisálidas.
El amor lo es todo y es nada. Hiere el alma y se arrincona en la mañana caduca cuando la vida se esfuma y ya no sabes vivir. Almas níveas, corazones sin plasma. Amor en las entrañas. Amor, amar hasta el fin.
©Anna Genovés
Modificado 16/05/2015
Blog de la autora: Memoria perdida
Angie – Rolling Stones (subtitulada)
Carta valiente,vedadera, hermosa. De las que se dicen más allá de unas letras.
Un abrazo.
Muchas gracias, Amelia. Saludos cordiales
Bonita carta a un amor eterno.
Siempre he creído en el amor. Y es que, en el fondo soy una romántica. Muchas gracias, Arantza
En el amor hay que creer siempre. Aunque a veces sea una cuestión de fe.
Enhorabuena por creerlo y crearlo.