Carlos Almira, maestro de la novela histórica. Por Mundopalabras

Carlos Almira (Castellón de la Plana, 1965), es Doctor en Historia Contemporánea y profesor de Historia en Enseñanza Secundaria. Almira cuenta con un bagaje literario de peso; varias novelas, relatos, microrrelatos y ensayos, que ya empezara a escribir a finales de los ochenta; allá por 1997 publicó Viva España, un ensayo histórico sobre la dictadura franquista. En 2009, 2010 y 2011 ha editado en formato papel y electrónico con la editorial Nowevolution Issa Nobunaga (novela histórica) y La Evacuación, y un libro de microrrelatos, Fuego Enemigo. Hablaremos de ellas y de su experiencia literaria. Os presentamos a Carlos Almira.

MundoPalabras: Preséntese ante nuestros lectores y defínase como autor.

Carlos Almira:Bueno, yo soy un escritor vocacional en el sentido de vivir la escritura como algo inevitable, como una suerte de fatalidad. ¿Lo escogí o me escogió a mí? No lo sé. Mi padre era escritor, quizás eso influyó en mi vocación. ¿Empecé a escribir allá en mi primera adolescencia para emular a mi padre a quien yo adoraba, y que estaba casi siempre de viaje? ¿Busqué su reconocimiento y su cariño compitiendo con siete hermanos por él? Me recuerdo con catorce o quince años leyendo a Dostoievski tumbado en mi litera en mi cuarto, o en un portal. Soy un heredero bastardo de los grandes escritores rusos y franceses (y algún inglés victoriano) del siglo XIX.

MP: Usted ha publicado novela, relato y ensayo, y lo ha hecho con temáticas diferentes ¿De dónde le viene tanta promiscuidad literaria?

CA: Hombre, yo no sé si es promiscuidad. Supongo que lo que uno escribe viene de sus lecturas y de su vida (que es otra lectura si cabe, más difícil). Yo tuve otras vocaciones que no llegaron a cuajar, aunque quién sabe si andando el tiempo darán a luz aún algo: la Pintura y la Filosofía. Creo que escribo para explicarme a mí mismo y al mundo, con mis modestas fuerzas. Como no encuentro explicaciones, me las invento (que es otra forma de encontrarlas). Lo auténtico no siempre es lo verdadero. Tal vez el mundo sea más auténtico que verdadero. Novelas y cuentos son mundos auténticos, aunque ficciones, y en ellos se puede topar uno consigo mismo. En cuanto al ensayo, es otra historia, aquí el peligro (al que es inmune la poesía y la ficción auténticas) es la vocación de poder.

 

MP: ¿En cuál de los géneros se encuentra más cómodo?

CA: Ha habido épocas. Yo empecé por lo más difícil, la poesía; seguí con lo más fácil, la novela; luego me metí en el cuento y más tarde (animado por Ángel Olgoso) en el laberinto del microrrelato, el género más intrincado y hermoso que he trabajado hasta la fecha; y siempre, para descansar, alterné con el ensayo. Me he sentido muy bien y pleno cuando estaba enfrascado en una novela, pero también en los demás géneros, aunque de otra manera. Pongamos que la novela era como beber sorbos sostenidos de buen vino; los cuentos y más aún los microrrelatos, como beberse un vaso de aguardiente de cerezas; y los ensayos, como oportunos digestivos.

 

MP: ¿Cuál es la obra de la que se siente más orgulloso?

CA: Issa Nobunaga. Quien quiera saber por qué, que la lea.

 

MP: Cómo escritor de ensayo ¿siente usted que tiene alguna responsabilidad social, un afán de remover conciencias o se limita a expresar su pensamiento sin ímpetu intervencionista?

CA: Como he dicho, me temo que el ensayo (como la Historia, la Ciencia, etcétera) son discursos que se deslizan hacia la vocación de poder. No me gusta el poder. Pero el ensayo también admite la belleza. Yo admiro a Max Weber, a Tocqueville, a Hume, incluso reconozco la grandeza de El Leviatán. El ensayo es necesario. Se nos está acabando un mundo y estamos al borde de otro que parece pedirnos a gritos que volvamos a subirnos a los árboles. Ahora hay que decir amén a todo como si nos lo mandara Dios. El pensamiento postmoderno y la renuncia a los grandes discursos, que también tenían su peligro, está favoreciendo esta involución hacia los primates (pero sin cola, qué se le va a hacer, sin cola). De niño pasé muchas horas encaramado en árboles, y puedo asegurar que se ve el mundo de otra manera, así que ¡ánimo y arriba!

 

MP: Novelas históricas, paródicas; relatos fantásticos, de ciencia ficción… ¿Cómo es posible cultivar tantas ramas? La mayoría de autores que logran publicar se circunscriben a una temática y no “arriesgan”. ¿Por qué usted sí?

Lo difícil para mí hubiera sido, creo yo, especializarme en un solo género o subgénero. Quizás en el fondo sea una cuestión de carácter. Yo soy un aprendiz, un diletante. Me encanta experimentar. En el fondo todos los registros son uno: el autor es siempre el mismo, el que escribe y el otro (el desconocido a quien se busca siempre). Todo es lo mismo, pero lo mismo sólo se deja atrapar en una infinita y desconcertante y escurridiza malla de variedad, como la vida (como las historias de amor, de muerte, etcétera, siempre la misma historia inabarcable). Creo que lo arriesgado es no pelearse con todo a la vez. Es más fácil sobrevivir a Waterloo que a cuarenta años de mezquinas, pequeñas insidias cotidianas, donde uno está perdido desde el primer minuto.

 

MP: Háblenos ahora de su forma de trabajar novelas y relatos: ¿tiene algún método?, ¿realiza un borrador?, ¿crea fichas de personajes?, ¿alguna manía inconfesable que le ayude en el proceso…?

CA: En la poesía, buscó el ritmo, el primer verso es crucial. Voy apuntando palabras en el margen de la hoja, tachando, quitándoles el polvo (hay palabras como rosa, azul, vida, tan manoseadas las pobres que casi no hay ya por dónde cogerlas). Pero la esperanza y el trabajo y la cabezonería, lo pueden casi todo.

Con las novelas, si son históricas, me documento: primero acerca del mundo donde transcurrirá la trama; desde los hechos generales hasta las formas de vida, la mentalidad, los objetos; luego construyo los personajes; por último, y lo más difícil de todo, la voz (o las voces) del narrador, porque cuando uno cuenta algo el aliento y el sentido de ese algo no está en la historia misma sino en una voz, que en última instancia es la que crea la historia y la sostiene en el aire.

Si es otro tipo de novela, construyo sucintamente los lugares, tiempos, ambientes imaginarios, antes de meterme con los personajes y buscar el tono de esa voz o esas voces, a los que confiaré la narración. Hago pocos dibujos (debería hacer más, por ejemplo de los personajes, sus caras, etcétera).

Respecto al cuento, intento tener ante todo una buena trama, bien cerrada (o muy bien no cerrada) antes de ponerme a escribirlo, aunque a veces sale casi solo, como un poema.

Los microrrelatos son algo aparte, exigen una concentración y una intensidad que es para volverse loco, pero cuando salen, no siempre como es lógico, es como haber parido un elefante con cuernos y todo.

En cuanto al ensayo, voy argumentando conmigo mismo, me interesa cada vez más encontrar buenas preguntas que buenas respuestas. Creo que es bastante más difícil.

 

MP: Estos dos últimos años ha publicado las novelas Issa Nobunaga y La Evacuación, y el volumen de microrrelatos Fuego Enemigo. Cuente a nuestros lectores qué encontrará en ellos, porque si la editorial Nowevolution le publicó con tan poco intervalo de tiempo estas obras, es que tienen que ser buenas de verdad.

CA: En Issa Nobunaga encontrará la historia de dos hermanos, el poeta que busca al mundo en su propio interior (su belleza, su sensibilidad) y el guerrero que se busca a sí mismo en el mundo, conquistándolo. En el fondo son dos caminos y son uno, como diría Heráclito: el mismo camino para subir y para bajar. En la Evacuación encontrará una sátira sobre el poder, ambientada en un Instituto actual, con una deriva inesperada hacia lo fantástico y lo escatológico (de hecho evacuar es cagar, y el que escribe esto se gana la vida dando clases en un Instituto). En cuanto a Fuego Enemigo, contiene 137 microrrelatos además de la entradilla –“cuando al fin supo cómo acababa el cuento se murió”- así que encontrará un poco de todo y, con suerte, se perderá en la lectura. Je, je.

 

MP: ¿Y su próximo proyecto?

CA: Estoy terminando un libro de Metafísica. No es broma. Albergo dudas más que razonables de encontrarle un editor.

 

MP: ¿Puede adelantarnos el título?

CA: Lo singular.

 

MP: ¿Qué escritores han influido en sus obras?

CA: Tolstoi, Mauppasant y Chejov.

 

MP: Díganos un escritor actual que le guste. ¿Por qué?

CA: Ángel Olgoso. Es el mayor fabulador que conozco hoy por hoy, al menos en castellano. Debería recitarse todas los días al despuntar el sol y al caer la tarde, sobre el plácido espejismo de nuestras ciudades.

 

MP: ¿Y uno que no le guste? ¿Por qué?

CA: No me gusta Almudena Grandes. Como no me gusta no la leo. Como no la leo, no sé por qué no me gusta.

 

MP: ¿Cuáles cree usted que son las ventajas del formato ebook?

No le veo más ventaja que el precio (en otra entrevista lo he puesto por las nubes pero me gusta contradecirme).

 

MP: ¿Cree que desaparecerá el papel?

CA: Dios no lo quiera. No lo creo. Aunque en los árboles es más fácil tener una pequeña biblioteca en formato ebook que en papel. Así que, quién sabe.

 

MP: Usted tiene ya mucha experiencia como escritor. Le agradeceremos que cierre esta entrevista con un consejo para los autores noveles o aquellos que encuentran dificultades para publicar.

CA: Qué puedo decirles: que perseveren, que trabajen sin desmayo, y no exclusivamente con miras a publicar. Lo importante es la obra, y la vida que hay en ella. Yo mismo tengo un montón de libros sin editar (y no por falta de ganas). Vida y obras se nos irán algún día, aunque las vistamos de éxito. Sólo ahora son eternas.

 Fuente:Mundopalabras.es

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