El escritor Benjamín Prado puso punto final en la tarde ayer al ciclo ‘Poetas en otoño’ que se ha desarrollado en el Salón de Grados de la Facultad de Humanidades y ha contado con la participación de lo prestigiosos poetas Diego Jesús Jiménez, José Luis Piquero, Vicente Gallego y Karmelo Iribarren. El autor de – entre otras – novelas como Raro, Alguien se acerca, No solo el fuego o la reciente Mala gente que camina y poemarios como la antología Ecuador, Iceberg o Marea Humana conversó con los lectores de El Día.
—Tengo intención de comenzar esta charla con un impertinencia.
—Sabes que asumes el riesgo de recibir otra como respuesta.
—Me la jugaré. ¿Qué tal han ido esos asuntos transoceánicos que han retrasado su visita a Albacete?
—Mis asuntos transoceánicos van cada vez mejor. Antes cruzaba el Atlántico en busca de chicas y ahora las llevo conmigo, una clara mejora.
—En lo literario digo; charlas, conferencias…
—Siempre estoy participando en charlas y ponencias. Experimento un proceso de desacción conmigo mismo en cuanto a esto y empiezo a tener la sensación de que debería callarme. El año pasado iba a tres programas de televisión y dos de radio; los dejé todos porque me estaba convirtiendo en aquello que he odiado siempre, un opinador. Por el hecho de escribir no se debe estar obligado a tener una opinión sobre el terrorismo de ETA o el calentamiento global. Soy un poco más pobre pero más feliz.
—¿Tendrá algo que ver que le reclamen opinión política con el cambio que ha sufrido su narrativa en este sentido, especialmente en la reciente novela ‘Mala gente que camina’?
—A medida que me va cayendo peor la gente que me ha caído mal siempre, me voy politizando porque tengo que escribir contra ello. Es una obligación personal decir lo mal que me caen algunas gentes de este país que son tan fachas, tan idiotas, atrabiliarios y torpes. Uno se politiza por pura gana de contestar a las tonterías de los telediarios, congresos y periódicos.
—Una de las cosas contra las que escribe es el olvido.
—Sí, me parece mentira que, en un país que tuvo 38 años de dictadura, existan legionarios del olvido. Creo que abrir una fosa común es cerrar un herida; otros creen lo contrario. Esto no existe en ningún país de Europa. Los herederos intelectuales del Franquismo (paseos, tiros en la nuca) son algo contra la que escribir. Fíjate que hemos llegado a pensar que es menos delito hacer apología del terrorismo que quemar la foto de un rey que puso Franco.
—’Marea Humana’ compendía arquetipos humanos y recorre la geografía humana con intensidad. ¿El conocimiento del hombre es inherente al poeta?
—Creo que sí. Me fijo en la gente en la que confío; por ejemplo Ángel González o Juan Gelman – que acaba de ganar el Premio Cervantes a propuesta de Gamoneda -. A los libros y a la poesía española le sobra el pronombre yo, la primera persona, esa excentricidad de creer que lo que importa de un libro es lo que cuenta del autor en vez de lo que cuenta de los lectores.
—Pero ¿no es la poesía una interpretación del mundo a través de la mirada propia?
—No tiene porqué serlo. Yo tuve la excentricidad de creer que podría hacer un libro eliminando el yo, basado en arquetipos humanos. Y escribí Marea humana, en el que basaré mi lectura de hoy (por ayer), que recoge al soberbio, la víctima, el terrorista, el egoísta, el optimista. Pero la vida me llevó la contraria a mitad del libro. Y me pareció bien que la vida derrotase a la literatura.
Ricardo Pérez Hernández
(Publicado en El Día de Albacete 30/11/07 )
Foto: ©ricardoperez.wordpress.com