Entrevista al escritor Daniel Paredes. Por Pilar Fernández Bravo

Daniel ParedesDaniel Paredes (1970) nació en San Nicolás de los Arroyos (Buenos Aires).
Es profesor de guitarra y coordina talleres literarios. Hoy es noticia porque acaba de publicar y presentar, en Buenos Aires, un libro de cuentos titulado Tierra de Trampas.

Pilar Fernández: Además de todo lo dicho y de ser un buen amigo de 5alas5, dime: ¿Quién es Daniel Paredes?

Daniel Paredes: Si la pregunta pretende bucear profundo en mi personalidad, debería responderte con un “Quién sabe…”; pero creo que podemos salir adelante si doy algunos rasgos generales.
Paso la mayor parte del tiempo en casa, dividiéndome muy placenteramente entre compartir las horas con mi familia y trabajar en lo que me gusta. Es cierto que pertenezco a esa raza insólita que prefiere leer a mirar televisión, pero fuera de esta rareza, digamos que hago una vida de lo más normal.

P.F.: Enhorabuena por ese libro que acaba de ver la luz. Marcelo di Marco, que creo que es un escritor conocido en Argentina, escribe en la contraportada de tu libro: «Resulta sumamente estimulante advertir en cada línea de los cuentos de Daniel Paredes esa compleja precisión que distingue a los grandes narradores». Sinceramente no puedo estar más de acuerdo. Pero hay algo que me llama la atención: junto a su firma dice verano de 2007. Estamos en 2010 ¿a qué se debe esa fecha?

D.P.: Marcelo di Marco es, en efecto, un escritor de primera línea en nuestro país. Es autor, entre otras obras, de Taller de corte y corrección (Editorial Sudamericana), un ensayo que yo recomiendo siempre con fervor, una verdadera Biblia para todo aquel que esté aprendiendo el oficio de escritor. Hay muchos libros que tratan estas cuestiones, pero éste es, muy lejos, el mejor que he leído. Y he leído varios.
Lo de las fechas digamos que es una cuestión de postergaciones: en 2005 gané el certamen “Letras de Oro” organizado por Honorarte (sello editorial argentino) y el premio contemplaba la edición de un libro que debía publicarse en 2006. Sin embargo, para esa fecha no pudo realizarse por un inconveniente que le surgió a la editora. Más adelante, debí posponerla yo, por motivos personales. Mientras tanto, yo seguía trabajando en el libro, corrigiendo, reemplazando un cuento viejo por uno nuevo que consideraba mejor, y fue por esos años que Marcelo di Marco me honró escribiendo la contratapa. Al llegar el 2010 me encontré con que había redondeado el mejor libro que podría ofrecer hoy, y en octubre, Silvia Sturla, la editora, me llama por teléfono para decirme que mis historias ya se habían vuelto de papel y tinta. Fue una noticia fuerte: después de tanto esperar, las emociones se potencian.

trofeo BicentenarioP.F.: Entiendo muy bien todas esas emociones desatadas. Creo que en 2010 Honorarte ha organizado el XI Concurso Internacional “Letras de Oro del Bicentenario”. La trayectoria del concurso se ha extendido con una prestigiosa reputación debido a los escritores consagrados y de gran trayectoria que han formado el jurado en las distintas ocasiones. Tú has participado en el jurado: cuéntame la experiencia.

D.P.: Me lo propusieron al año siguiente de haber resultado premiado en el certamen. Es un trabajo apasionante, que exige el máximo de nuestra capacidad y también de nuestra responsabilidad: uno no debe perder nunca de vista que detrás de cada relato esperan agazapadas las ilusiones del autor. Con ese faro como guía, es más fácil comprender que no hay lugar para negligencias, que esa pila de textos en nuestro escritorio debe bajar sin prisas, que cuando la cabeza empieza a nublarse, es mejor dejar y continuar al día siguiente… En aquella oportunidad tuve el placer de compartir la tarea con Alicia Dujovne Ortiz, escritora de extensa y sobresaliente trayectoria, y me alegró observar que no había grandes diferencias con la elección de los trabajos. Fue una labor de enorme disfrute y que repetiría una y mil veces.

P.F.: He tenido la suerte de leer todos los cuentos de Tierra de Trampas, y me sentí atrapada del primero al último. Son cuentos duros y descarnados que por momentos encienden una llamita de ternura y esperanza. Es la vida de los páramos y no me refiero solo a los pueblos y paisajes. ¿Qué esconde Tierra de Trampas?

D.P.: Tierra de trampas consta de once cuentos, la mayoría costumbristas, y en ellos he intentado rescatar algo de la gente de nuestro país. En especial he puesto la lupa sobre el hombre que vive en los pueblos chicos, o al pie de una montaña, o incluso en medio del monte. Esa gente de escasos recursos a veces es centro de la burla del hombre de las grandes ciudades. Es que algunos piensan que ser silencioso equivale a no tener nada que decir, o que la falta de estudios convierte a las personas en incapaces. Pero no se paran a pensar que el hombre del monte levanta solo su casa, amasa el pan que pone sobre la mesa, sabe sembrar, cazar, criar animales, construir sus propios instrumentos de música… No sé cuántos de los que se sientan cómodamente en una oficina serían capaces de hacer lo mismo. Además son dueños de una sabiduría que se transmiten por generaciones, y el contacto con la naturaleza les ha afinado el ojo y el espíritu, así que es frecuente que se expresen con un lenguaje muy particular, muchas veces poético. Ese hombre subestimado es el que tenderá varias de las trampas que aparecen en el libro.

P.F.: ¿Qué se puede conocer de Daniel Paredes a través de sus historias?, ¿te escondes detrás de los personajes y las tramas? y, ¿qué te mueve a elegir un tema?

D.P.: Es difícil no escribirse uno mismo. En este libro hay mucho de mí y de gente que conozco, pero todo queda disimulado bajo las capas de lo artístico: los narradores exageramos, atenuamos, falseamos, generamos las distorsiones necesarias para encauzar el relato hacia donde más nos convenga.
Hay un amigo que siempre me dice “Tendrías que escribir aquello que te conté” (una historia real en donde el azar ha armado un enredo). Él piensa que el cuento ya está hecho y que sólo resta escribirlo. No sabe que si el suceso no me roza un algo que llevo adentro, no lograré que me salga una sola frase. Eso es lo que me moviliza: que el suceso entronque con mi sensibilidad.

P.F.: ¿Crees que escribir sirve de valor catártico? ¿Te enseña algo sobre tu propia personalidad?

D.P.: No lo sé… Tal vez me enseña que no escribo para hacer catarsis, o, mejor dicho, que escribir no me cura. Cuando releo mis textos, vuelvo a emocionarme siempre en los mismos fragmentos: me parece un indicio de que las heridas siguen abiertas.

P.F.: Te entiendo muy bien. Interesante respuesta. Literatura española y argentina en estos momentos. ¿Se puede hablar de grandes diferencias?

D.P.: No, no hay ninguna diferencia: tanto en Argentina como en España hay libros buenos y libros malos… ¡Ja, ja, ja!

P.F.: ¡Ja, ja, ja! No puedo estar más de acuerdo. Yo soy española y conecto con tus cuentos. ¿Acaso pensaste alguna vez traspasar las fronteras y ser leído más allá del charco? ¿Qué sería lo que más te preocuparía en ese caso: el lenguaje (localismos), tema, personajes…?

D.P.: Nada de eso me preocupa, de verdad. Y es que, aunque me lo propusiera, no sabría ser otro. Yo no puedo escribir como español ni como mejicano ni como chileno, porque mis sentidos no han abrevado en otros paisajes que no sean los nuestros ni han conocido más lenguaje que el de nuestra gente. Cuando escribo no puedo desprenderme ni del “che” ni del mate ni del tango, porque hacerlo sería quedarme desnudo. Además confío en que, si soy verdadero, al otro le interesará más lo que tengo de diferente. ¿O acaso no es interesante asomarse por el tapial para conocer cómo vive el vecino?…

P.F.: Desde luego, es enriquecedor ver cómo vive el vecino. Y hay muchos concursos literarios internacionales cuyo único requisito es que se escriba en español, me gustaría pensar que escribir con giros propios (localismos) de cada país no resulta un hándicap para el escritor, independientemente de quién organice el certamen. Pero dime: ¿Por qué escribe Daniel Paredes?

D.P.: Yo me comparo con un chico. Si a un chico le duele algo y sus padres no le llevan el apunte, entonces se tirará al piso, chillará, se revolcará… hará todo lo posible para llamar la atención. Yo, en lugar de revolcarme, me siento y escribo; pero la intención es la misma: cuando escribo estoy diciéndole al lector “Me duele acá y necesito que lo sepas”.

P.F.: Esto me recuerda al valor catártico del que hablamos antes. Aunque escribir no cure, sí tiene algo de purgante. ¿Cómo descubriste tu vocación de escritor?

D.P.: Desde chico me sentí inclinado hacia las artes: a los diez años estudiaba guitarra y bailaba danzas folclóricas argentinas. El bichito del escritor también andaría por mi sangre en aquella época, porque ya en el colegio primario era muy bueno en Lengua —y pésimo en casi todas las demás asignaturas— y nada me entusiasmaba tanto como las “redacciones” que solía proponer la maestra. Sin embargo, no conocí el placer de la lectura hasta bien entrada la adolescencia. Recuerdo que mi padre me regaló mi primer libro “de grande”, un libro que anduvo dando vueltas por la casa mucho tiempo sin que yo conociera otra cosa más que las tapas. Al poco tiempo de morir mi padre, tal vez por melancolía, tomé aquel libro para conocer, por fin y gracias a Dios, el contenido. Se trataba de “El escarabajo de oro y otros cuentos”, de Poe. Desde entonces empecé a leer mucho, muchísimo, sin orden alguno, guiado sólo por las ansias y el placer. Supongo que estos antecedentes, más algo de sensibilidad y observación, han colaborado para que decidiera moverme siempre en estos territorios.

P.F.: Así que las llaves las tenía Poe. Supongo que es uno de los recuerdos que llevas contigo, y te da fuerzas. No sabes cómo te entiendo. Ese momento en el que lees el libro que te regaló tu padre, abre las puertas al escritor que había dentro de ti. Cuando empezaste a escribir ¿tenías en mente modelos literarios de escritores a los que querías imitar?
Tierra de trampas
D.P.: Sí, aunque de forma inconsciente. Al momento de armar una frase, ese tono ajeno andaba revoloteando en el aire y era imposible no tomarlo. De todos modos, me parece imposible que alguien pueda emplear un tono propio desde sus primeros textos, excepto que sea un tono decididamente desagradable, como suele serlo el de aquellos que se largan a escribir sin haber cultivado jamás la lectura. Hay un código literario, una esencia que circula subterránea por toda la literatura, y uno debe empaparse de ella, repetir esos códigos hasta apropiárselos, y una vez instalados esos cimientos, poco a poco puede ir levantando las paredes del estilo propio. Nuestra voz no es otra cosa que un caldo hecho de muchas voces ajenas, pero que hemos proporcionado de tal modo que huele distinto al caldo de los demás.

P.F.: Creo que no se puede expresar mejor, muy clarificador. ¿Cuál es tu literatura favorita? ¿Cuáles son tus escritores preferidos?

D.P.: Es mucha y muy variada la literatura que me produce placer, pero siempre releo y recomiendo los clásicos. Esas obras esconden el secreto de lo perdurable. Son historias que interesan al Hombre de cualquier lugar y cualquier época. Fíjate en el Quijote, por ejemplo, tiene casi cuatrocientos años, y ha sobrevivido a todos los movimientos, ha saltado por sobre todas las “modas” estilísticas, ha visto nacer y morir a tanta “vanguardia”. Cervantes, Poe, Kafka, Borges, Stevenson, Dante, Tolstoi, Dostoievski, Maupassant… cualquier lector que busque por ahí, no puede salir decepcionado.

P.F.: ¿Tienes alguna manía a la hora de escribir? ¿Alguna rutina establecida o te basas en la inspiración del momento?

D.P.: Al abrir un archivo “Nuevo” en Word, pongo un tipo de letra que me parezca conveniente para el tono del narrador o el tema de la historia que desarrollaré. Si me propuse escribir un cuento de terror, por ejemplo, tal vez adopte alguna letra antigua, gótica… Pero no creo que esto alcance el rango de manía; sospecho que sólo se trata de una manera de predisponerme para un suceso tan importante como es comenzar a escribir.

P.F.: ¿Vives la soledad del escritor? ¿Necesitas compartir lo que escribes con alguien? ¿Grupos o tertulias literarias, familiares, tu mujer, amigos…?

D.P.: Lo necesito, sí. Daniela, mi esposa, es la primera en leer mis textos, incluso cuando aún no están terminados. Le pido que lea en voz alta, y mientras lo hace voy estudiando sus gestos y las inflexiones de la voz para saber si he logrado plasmar los efectos que me había propuesto. Su parecer me resulta muy valioso: además de ser implacable con la crítica, su punto de vista no está contaminado de fundamentos teóricos, ella mira con ojos más salvajes: simplemente algo le gusta o no le gusta y, después, que me encargue yo de sondear los motivos. Su mirada me acerca a la del lector común, que es en definitiva a quien le apunto. Cuando el texto está terminado, a veces lo pongo a consideración de algunos amigos escritores —también implacables—, que me ofrecen otras perspectivas. El resultado de atender a esas voces y de trabajar en consecuencia es, por supuesto, un texto mejor.

P.F.: ¿Cómo es tu proceso de corrección?

D.P.: A diferencia de lo que suele recomendarse, yo voy corrigiendo a medida que escribo la primera versión. Es un trabajo lento, pero cuando termino de contar la historia, ya ha quedado prácticamente impecable (esto no impide que luego siga retocando ad infinitum). Es que si una frase no me cierra, no puedo continuar con la siguiente. Encontrar la palaba exacta, controlar el ritmo y la fluidez, hace que me sienta cómodo; cuando sé que he dejado un ripio por el camino, avanzo con una piedra en el zapato. Además, trabajar de esta manera me proporciona ciertas ventajas: mientras ordeno una oración, con el pensamiento voy mucho más adelante y puedo imaginar algunos ajustes estructurales: virajes en la trama, vueltas de tuerca para el final… Antes intentaba luchar contra esta modalidad de trabajo, tal vez porque los “estudiosos” sugieren no censurar al hemisferio creativo del cerebro mientras nace el texto, pero supongo que nadie puede sacar lo mejor de sí yendo a contramano de su personalidad.

P.F.: ¿Alguna vez te has sentido bloqueado, sin ideas?

D.P.: Me ocurrió recientemente.

P.F.: Yo tengo la teoría de que tarde o temprano, le pasa a todo el mundo. ¿Cómo lo has superado?

D.P.: En principio, organizando mejor los tiempos. Ahora dispongo de algunas horas diarias que dedico sólo a escribir. Y lo he superado escribiendo y escribiendo, cualquier cosa, lo que saliera: ideas sueltas, escenas reales, poesía, técnicas de libre fluir… Sí, escribía a ciegas. Es que uno no puede sentarse de lo más cómodo a esperar que llueva la inspiración. Cuando las musas no quieren venir, hay que salir a cazarlas.

P.F.: Aprovecho que eres coordinador de un taller literario y muy bueno, doy fe de ello. ¿Cuál es la faceta narrativa que más dificultades te crea o la que crees que necesita más trabajo por parte de un escritor: la creación de personajes verosímiles, el tema, la estructura, el estilo, el diálogo quizá? Y ¿cómo resuelves esos problemas?

D.P.: No sabría decirte cuál es la dificultad más difícil de desterrar. Lo que sí sé es que para cada enfermedad hay una medicina, y quien se reconoce enfermo se cura mucho antes que quien no lo asume.

P.F.: Creo que habría que subrayar la última frase de tu respuesta. ¿Cuál es tu ambición como escritor? ¿Adónde quieres llegar?

D.P.: Hasta donde pueda. Me gustaría escribir uno de esos libros que perduran. ¡Uff, qué ambicioso! Es que si nos proponemos objetivos mediocres, directamente nos entregamos a la mediocridad; en cambio, si apuntamos alto, no tendremos más remedio que darlo todo para poder seguir creciendo. Cuando yo escribo un relato, no me pregunto qué pensarán de él mis amigos y mi familia, me pregunto qué pensaría si lo leyera Poe. Y la respuesta siempre me obliga a volver sobre el texto para procurar mejorarlo.

P.F.: La ambición es buena cuando es para lograr tu objetivo en la vida, así que intentaré tomar nota y ser ambiciosa yo también:-). ¿En qué proyecto estás trabajando ahora?

D.P.: Trato de escribir ese libro perdurable de la pregunta anterior…

P.F.: No dudo de que lo vas a conseguir. ¿Qué libro estás leyendo?

D.P.: He terminado de releer El castillo, de Kafka. Y ahora sigo con El tercer milagro, una novela de Osvaldo Baccaro, escritor de mi ciudad.

P.F.: Tengo una curiosidad, ¿participaste en la elección de la portada de tu libro?

D.P.: Silvia, la editora, me propuso dejarla a cargo de una pintora de la Capital: Paola Zappa. Pasados algunos meses, la artista había diseñado dos posibles portadas: una que reflejaba de forma más directa el contenido del libro, y otra menos transparente, que apenas si sugería el contenido y aun me parecía que podía estimular a otras lecturas de los cuentos. Me incliné por esta segunda portada y estoy muy conforme con ella. Paola me hizo el honor de concurrir a la presentación del libro: una artista joven y muy simpática.

P.F.: ¿Qué consejo darías a un escritor novel con ganas de empezar a publicar?

D.P.: Bueno, no tengo mucha experiencia en publicaciones, pero le sugeriría que frente a semejante acontecimiento eleve al máximo los niveles de autocrítica.

P.F.: Un buen consejo a tener en cuenta.
Gracias por haber sido valiente y haber confiado en mí para esta entrevista.
Aprovechando que acabamos de iniciar el 2011 y una nueva década, te deseo que escribas ese libro perdurable, y que tu Tierra de trampas tenga muchos lectores. Y por supuesto, todo lo mejor y los mejores deseos de 5alas5 para ti.

D.P.: Muchas gracias, Pilar, por brindarme este espacio en 5alas5. A ustedes y a vuestros lectores les deseo salud, prosperidad y mucho amor. Y también lecturas sabrosas y abundante creatividad.

Gracias a ti, una vez más, Daniel.
Para el que quiera acercarse a leer alguno de los cuentos de Tierra de trampas le sugiero este link, no saldrá decepcionado.

No sé, quizá deberíamos inaugurar una sección, en 5alas5, de entrevistas. Me ha encantado entrevistar a Daniel. Hay personas que siempre te enseñan algo nuevo. Interesante.

Y así acaba la reproducción fidedigna de esta entrevista, que, ademá,s acabo de publicar en mi blog https://ventanadielectrica.blogspot.com/ tal y como se publicó en 5alas5. Los mismos deseos, igualmente para este año 2012 que comienza, Daniel, para ti y para todos los que se acerquen a esta ventana, y como tú decías en la entrevista: mucha salud, prosperidad, amor, lecturas sabrosas y abundante creatividad, y que la inspiración, como decía Picasso, nos pille trabajando

Para saber más del escritor (y para aprender):
EL ALMANAQUE

MICROCUENTOS Y CUENTOS

TIERRA DE TRAMPAS EN FACEBOOK 

© Pilar Fernández Bravo

Blog de Pilar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *