Amaparo Campos y Luis Javier Fernández
Luis Javier Fernández publica su poemario ‘El sabor del tiempo’
Luis Javier Fernández Jiménez (1991) no se considera escritor sino un lector voraz. Inició su aventura literaria tras la publicación de su primera novela en 2016. Años después, con un trabajo minucioso y reposado, ese tipo de trabajos que sólo se consiguen a base de muchas lecturas, de experiencias descubiertas con la edad, que dan madurez, certezas y serenidad como ingredientes precisos para un material literario, junto con el conocimiento profundo de los clásicos, ahora publica su primer libro de poesía, tanto en verso como en prosa, combinando la tradición poética y la expresión contemporánea de la lírica. Este poemario, publicado bajo el sello de Olelibros y compuesto por 32 poemas, pone en valor nuestro tiempo vital como único patrimonio por el que merece la pena vivir. En palabras del autor: “Todo aquello que hacemos con nuestro tiempo, en qué lo invertimos o en qué lo malgastamos, es lo que verdaderamente nos define”. Asimismo, este libro nace con el principal objetivo de jugar con el idioma y con la sensibilidad del lector.
Hoy conversamos con Luis Javier Fernández, que nos recibe sonriente mientras se halla sentado en la cafetería del hotel donde nos hemos citado. Tomándose un café, lo vemos ensimismado leyendo La frontera invisible: una novela póstuma de Javier Reverte en la que subraya con un lápiz las frases que le despiertan atención.
Presentar un nuevo libro es un arduo trabajo, y, más concretamente, si es de poesía. ¿Tienes inseguridades a la hora de enfrentarte a las exigencias de los lectores?
Hablar de tu libro no es nada del otro mundo (ríe). Al menos para mí, escribir no me produce ningún tipo de inseguridad aunque realmente nunca sabes con todo rigor si aquello que escribes está bien o mal. Naturalmente, sí que puedes hacerte a la idea si te conmueve o no, si has logrado el efecto que pretendías y si, por ende, el texto está condenado al tedio; si es así, es bien agradecido las críticas que recibas, porque siempre que sean constructivas te ayudan a ser más exigente contigo mismo. Yo nunca subestimo la inteligencia de los lectores y, mucho menos, su sensibilidad. En cuanto a las expectativas de éstos, me gustaría que ellos hicieran como suyos los poemas, que los adoptasen, que los arropen, y en la medida de lo posible que se puedan sentir reflejados en las estrofas de este poemario. Ahora que estas páginas emprenden su propio viaje, la inseguridad que tengo es que no llegue a un número considerable de puertos, porque su travesía es algo que no voy a poder controlar.
¿Cómo valoras la creación poética en estos tiempos?
Los formatos son otros. Creo que la poesía tiene que renovarse pero sin dejar de ser ella misma, porque de lo contrario corre el peligro de volverse vulgar. Hay que distinguir lo que es la poesía de lo que es la lírica. Existe poesía que se diluye muy bien en la fotografía, el mundo audiovisual, la música… Están apareciendo poetas emergentes que pueden aportar cosas interesantes. El inconveniente, en este sentido, es que el mercado editorial es muy poco generoso con la poesía.
¿Publicar poesía en estos tiempos es de valientes?
Sin duda… Especialmente para las editoriales.
¿Qué te llevó a escribir este poemario?
Me asombro de la fugacidad del tiempo, de los inmensos cambios sociales, económicos, políticos, tecnológicos, generacionales, etc., a los que nos vemos expuestos. Lo queremos todo y lo queremos ahora, viviendo en el placer inmediato y en la intransigencia… En ese sentido creamos un estilo de vida en el que, por lo visto, a lo que menos valor le damos es a nuestro tiempo. Este poemario es un atentado contra la monotonía, incluso me rebelo contra ella porque la monotonía es una forma de declararse un suicidio vital; es decir, asesinar un mundo de posibilidades para aprender de nosotros mismos y de cuanto nos rodea. Nada atrofia más a las facultades mentales que una vida monótona, o lo que es lo mismo decir que una vida monótona conlleva a un deterioro cognitivo. Y, como digo, la monotonía es un suicidio vital porque asesina de una manera atroz todas las posibilidades que tenemos para relucir.
Después de unos años sin publicar, ¿qué te lleva ahora a comprometerte con la poesía? Hasta la actualidad, todo lo que has cultivado es narrativa.
La poesía puede ayudar a reflejar mejor lo anecdótico y lo sublime. En el libro hay un simbolismo anecdótico, no sobre mí, sino sobre el común de los mortales: esa extraña sensación a partir de unos años en los que sientes, o empiezas a sentir, que la vida vuela, que todo corre más rápido de lo que nos pensamos, y que las relaciones sociales tienen su fecha de caducidad, que el amor se consume, que la hermosura de nuestros cuerpos declina por leyes naturales, que con los años se rompen vínculos sentimentales que creíamos para siempre hasta que, un día, de pronto, nos enseñan a ver las cosas desde otro ángulo. Me refiero al apego. Tener apego hacia lo que amamos, cosa que por otro lado es inevitable, es un peligro puesto que eso nos vuelve emocionalmente dependientes. Por eso creo que con el tiempo hay que saber ganar y perder. La vida nos regala muchas cosas para luego quitárnoslas según sus condiciones. Los años nos despojan de guapura, de lustre, de energías o de ímpetus, pero, a la vez, nos dan sabiduría. Eso quiere decir que nos volvemos cascarrabias y al mismo tiempo sabios, resolutivos y más conscientes de nosotros mismos y de cuanto sucede alrededor. La poesía no da respuestas, pero yo al menos puedo verificar en ella esa certeza que nunca pierdo de vista y que alude a la fragilidad humana.
En el poemario recurres a los tópicos latinos. Por ejemplo fugit irreparabile tempus acuñado a Virgilio, incluso lo citas en las primeras páginas del libro. ¿Qué te lleva a reiterar esos tópicos latinos que, por otra parte, bien podrían ser disertaciones filosóficas?
Leo a los clásicos con mucho interés, inclusive más que autores contemporáneos porque de ellos provienen los grandes temas que se han tratado y se siguen tratando en la literatura y en el arte. Son los maestros. Hay que conocerlos a la perfección cuando lo que quieres es crear una obra literaria que esté a la altura de tus propias exigencias. Virgilio fue un poeta que transformó no sólo la creación poética, sino que planteó cuestiones que inspiraron luego a Marco Aurelio, a Epicteto y Séneca, como los pensadores más lúcidos de la cultura romana que ahondaron en la lucha contra el tiempo, la manera de canalizar su fugacidad a través del estoicismo. Yo me declaro un estoico porque necesito defenderme de lo exterior, sobre todo cuando vivo en una época donde todo es inmediato, pasajero, superficial, frívolo y, por qué no decirlo también, elemental, primitivo y simple. Por eso la importancia de recurrir a los clásicos me descubre que sólo cambian los formatos, el continente pero no el contenido.
¿Qué le recomiendas a un joven poeta?
Humildad, y sobre todo que lea mucho, muchísimo, que viaje, que se mezcle estrechamente con la vida y con sus encrucijadas. Y que no caiga en la ordinariez del sentimentalismo fácil porque eso no aporta absolutamente nada a la proyección poética. La buena poesía puede ser sentimental, pero no sentimentalista. Cargarla de sentimentalismo es volverla ordinaria, bastardearla y rebajarla a categorías sociales ramplonas donde los sentimientos se convierten (y en el poemario lo digo) en un producto de compraventa. O sea, en un fin mercantilista. Como he dicho antes, lo que se vuelve mercantilista pierde su originalidad en cierto modo.
Ya que hablas de sentimentalismo fácil, ¿crees que las redes sociales son un conducto en el que cualquiera que muestre sus emociones, congojas o problemas, cree que está haciendo poesía?
No creo que mostrar en las redes sociales nuestro bagaje emocional pueda ser algo de una calidad literaria. La poesía comprometida requiere sus características propias, sus registros, ritmo, versatilidad y género. No es lo mismo poetizar, que comprometerse con la poesía. Ahora, todo el mundo necesita expresar sus sentimientos como si quisiera desnudarse en una publicación que expone ante un número de seguidores, muchos de esos seguidores quizás no sea ni gente conocida a la que se le ofrece, gratuitamente, nuestras intimidades sin ningún tipo de filtro; pero el poeta verdaderamente concienciado con el verso, es cuidadoso tanto con lo que dice y en cómo lo dice. No busca la aprobación, ni tampoco pretende exhibirse como un virtuoso de la palabra escrita que traspasa intimidades. Lo que el poeta busca, además de retratar, es hacer comprensible una realidad aparentemente incomprensible, convertir lo complejo en algo sencillo, lo enigmático en algo atractivo, lo invisible en algo sugerente… En el error y el fracaso un verdadero poeta halla inspiración, no sentimientos de culpa ni de frustración. Esto es algo que se refleja muy bien en esa especie de pornografía emocional muy característica de las redes sociales. Lo respeto pero no lo comparto, ¿por qué? Pues porque en esa pornografía emocional no hay nada absolutamente profundo, sino una mera impostura disfrazada de emociones maquilladas que buscan el like como se dice.
¿Cómo crees que se puede evitar eso?
No sé si realmente se puede evitar. Lo que sí digo es que cada cual establece sus límites. Con el tiempo es algo que se aprende, al igual que se aprende a superar nuestras propias limitaciones y las limitaciones que nos impone la sociedad.
¿Se podría decir que este poemario es existencialista?
La poesía es el arte de inmortalizar sensaciones a través del pensamiento y la palabra. Supongo que en cierto modo sí que tiene un tono existencialista.
¿Qué es lo que define a este libro?
Es un poemario y eso se lo dejo reservado al lector. Quien lea atentamente El sabor del tiempo comprobará el estoicismo que subyace en sus páginas porque es necesario controlar aquello que nos sucede para poder sentirlo de una manera u otra, guiándonos por medio de la razón a fin de evitar a toda costa que la vida se convierta en una sencilla existencia.
Gracias por atendernos.
Un placer… Gracias a vosotros y quedáis invitados a un café.
¿Eso es una forma de regalarnos tu tiempo?
Las relaciones humanas deberían ser precisamente eso: regalarse unos a otros nuestro tiempo sin que nadie nos lo haga perder. Quizás así podamos enriquecernos más en el día a día.