La corrección política es, para Raúl Nogales (Madrid, 1974), una herramienta que emplea el poder para limitar la capacidad de disidencia social. Lo poco que le podía quedar al mundo de espíritu crítico sacrificado en un altar destartalado para aplacar a un dios vengativo e irracional. Por eso él recomienda activamente ser crítico, buscar lecturas que nos muevan a la tan necesaria reflexión y dedicar al menos cinco minutos cada día a pensar acerca del bien y el mal.
«Estamos más preocupados de defender los derechos del malo que de cuidar al bueno».
¿Cómo se consigue tocar la fibra sensible de los lectores?
Siendo capaz de contar historias que te emocionen a ti en primer lugar. Las personas no somos tan diferentes. Si, una vez tienes la historia, tocas un poco aquí y un poco allá para hacerla aún más atractiva, se consigue con relativa sencillez. Creo que es más difícil hacer reír, infinitamente más complicado.
¿Y qué se siente sabiendo que hay mucha gente que se ha emocionado con algo que tú has escrito?
Una inmensa alegría. Me da muchísimo gusto saber que la gente empatiza con mis historias, que le gusta mi estilo de escritura, que se enamora de mis protagonistas y que en algún momento de la historia también los odia. Persigo que se despierten emociones en los lectores, que se identifiquen con algún personaje, con alguna trama, con algún escenario, que los acompañe el libro el resto de su vida.
Eres un gran apasionado de la obra de Dante Alighieri, y, de hecho, en A orillas del Aqueronte hay muchas referencias a la Divina comedia. ¿Crees que a Dante le hubiera gustado leerte?
Rotundamente no. Sospecho que se aburriría mucho viendo cómo, muchos años después, lo máximo que, en mi caso, he podido hacer es crear una medio historia basándome en otra, magistralmente contada por él muchos años antes. Pero al margen de eso, de lo que sí estoy seguro es de que tendríamos largas conversaciones; de esas seguro quedaría satisfecho.
¿Qué es para ti ser políticamente incorrecto?
Un ejercicio que deberíamos practicar a diario. Gracias a ser políticamente correctos, la mediocridad está apoderándose de la sociedad. Esa mayoría silenciosa, que la hay, que no está a favor de la locura que se está viviendo hoy en día en diferentes ámbitos, debe empezar a perder algo de educación y hablar de tú a tú a todos aquellos que coartan libertades, del tipo que sea. Vivimos momentos donde se ha establecido un modelo de respeto totalmente confundido, un modelo equivocado. Siento que ahora la izquierda es más facha que cualquiera que visitara la Cruz de los Caídos hace cuarenta años, pero es una locura decirlo. Bildu dice que un señor que ha besado a una señorita sin consentimiento tiene que dimitir porque es una agresión sexual y nadie puede decir que qué p*ta barbaridad es esa afirmación viniendo de condenados por terrorismo, pero eso no lo puedes decir porque aún hay quien te llama facha. La clase política es mediocre, está corrupta, da igual del color que sean, y sobran falsos mesías que se aburguesan cuando se les empiezan a llenar los bolsillos. Estamos más preocupados de defender los derechos del malo que de cuidar al bueno. Y ojo, suerte si esta pregunta, esta respuesta o esta entrevista la publican. Respondiendo a tu pregunta: ser políticamente incorrecto es esto que acaba de ocurrir.
¿A qué autores no te puedes resistir si ves que hay un libro suyo en una librería?
Hay muchos… Pérez Reverte me interesa muchísimo. Matilde Asensi me enamoró con El último catón y soy incapaz de dejar de seguirla. Admiro la obra de Laura Esquivel y estoy muy enganchado a autores mexicanos y la historia de México, que en gran parte es nuestra historia.
Hay una reflexión tuya que me resulta muy interesante, y es que dices que todos deberíamos dedicar cinco minutos al día a pensar en el bien y el mal. Pero tú sabes que la línea entre estos conceptos a menudo es cultural o puede ser difusa. ¿Dónde trazarías tú esa línea para que todo el mundo tuviera claro a qué atenerse?
El bien y el mal no es cultural. Es cultural su interpretación. Someter a la mujer, amputarla y privarla de placer está mal, no hay debate. El debate, evidentemente, está en la interpretación de ese hecho como algo que no solo no está mal, sino que está bien para determinadas culturas. El bien y el mal se determinan por el beneficio o daño que haces al prójimo o a ti mismo, y no quiero que esta respuesta quede muy «católica», pero es así. Cualquier persona, independientemente de su cultura y su lugar en el mundo, debería entender como algo bueno aquello que aporta a la sociedad o a ti mismo beneficio sin generar daño a parte de la sociedad o a ti mismo. Todos los días deberíamos hacer la reflexión que mencionas que yo afirmo y en la que me ratifico, porque los días son muy largos y es muy sencillo cometer pequeños errores que generan malas acciones difíciles de contrarrestar, y, por el contrario, las buenas acciones suelen requerir una reflexión previa, precisamente para evitar que parezcan malas y asegurarte de que nadie se va a sentir herido.
No te voy a preguntar qué tiene tu protagonista, Hermes Reyes, de ti, sino algo mejor: ¿qué tiene Hermes Reyes que le gustaría tener a Raúl Nogales?
Hermes tiene todo lo malo de mi persona, y echo en falta y me gustaría tener todo lo bueno que tiene Hermes y que yo no alcanzo a poseer.
¿Te imaginas A orillas del Aqueronte adaptada a la gran pantalla, o a formato serie? Si tuvieras que venderle la idea a una productora en una o dos líneas, ¿qué les dirías?
Simplemente, que se lean el libro e imaginen el resto de la trilogía.
Vamos a concluir esta entrevista con un poco de vanidad: ¿se liga mucho siendo escritor?
Imagino que llegas al final de la entrevista sin recursos y es la vanidad el único disponible, pero con gusto te respondo. No, yo no lo ligo más de lo que ya podía ligar y no creo que se ligue mucho siendo escritor. Igual antes más, ahora liga un cantante con auto tune, un experto en realities, un instagrammer… Para conocer a un escritor, hay que leer, y eso, en el mundo en que vivimos, complica la cosa.
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