No me hagas el amor
A mí no me hagas el amor,
a mí desházmelo,
que yo al amor lo tengo pintado
como un cabrón que se mofa
mientras me ve llorar,
una catástrofe cuyos alcances
me hacen temblar
con sólo saber de su existencia,
la muerte disfrazada de poesía,
el precipicio tras el telón de una sonrisa.
Sólo eso ha sido (y es) el amor para mí,
y, por lo mismo,
quiero que me lo deshagas;
no es tu obligación, cariño,
y no tienes la culpa de haberte metido
en las sienes de una mujer como yo,
que guarda los resentimientos
donde deben ir los sentimientos,
que quiere a toda costa llenarse de olvido,
que te ama pero te teme
porque sabe que de lo que hagas de ahora en adelante
depende si estuvo en un acierto o en un error;
sabe que si te vas habrá sido cierto
que el amor no la quiere;
y, si te quedas, que todo es, de nuevo, posible.
Tal vez, si a tu lado descubro
que puedo amar de otra forma,
ésta sea la mejor en la historia,
y entonces sabríamos también
que todos se han equivocado.
Chalico