In Arcadia
Una novela que huye del sobresalto gratuito y la pasión sin sentido.
En un mundo en el que toda creación cultural parece obligada a reportarnos una inmediata descarga de adrenalina para después acabar desechada en el cubo de la basura mientras pasamos a la siguiente experiencia, ya no somos realmente lectores o público, sino meros consumidores. En este panorama vacuo, el escritor bilbaíno Fernando García Pañeda nos propone una reformulación de lugares comunes como la acción, el sobresalto, la intriga o incluso las relaciones amorosas, que no tienen por qué estar gobernadas por el cliché absurdo de la tempestad emocional.
Puede parecer una apuesta segura utilizar a la hechizante ciudad de Estambul como telón de fondo en una novela. Y puede parecer ya redondear la obra si además se trata de una historia de amor, o una historia en la que el amor es un elemento fundamental. Sin embargo, si miramos un poco más de cerca, veremos que en este In Arcadia de Fernando García Pañeda hay mucho más que esto.
Para empezar, el autor bilbaíno nos sumerge en un lugar que, efectivamente, es más que atractivo, pero no es cualquier Estambul al azar, sino aquella ciudad que se abría al final del siglo XX y principios del XXI, con todo lo que ese contexto conlleva, con la cantidad de cambios sociales y políticos que implicó, hecho que juega un papel como si fuera un personaje más de la novela.
«Me gusta construir relatos alrededor de épocas o hechos muy interesantes y poco conocidos —explica Pañeda—, porque ese desconocimiento es precisamente lo que me atrae, y que se pueden producir en cualquier época. Pero la actualidad o el pasado reciente tampoco tienen desperdicio, porque lo que me importa de verdad son las personas que protagonizan tales hechos o viven en cada época. Por eso no tengo una época predilecta. Supongo que donde me siento más cómodo es en el siglo XX, por circunstancias vitales».
In Arcadia cuenta la historia de Nora y Pablo, cuyos destinos quedan unidos por el azar en una trepidante aventura en la que también hay tiempo para los tiroteos, las persecuciones, los sobresaltos y hasta un ataque bomba. Todo ellos narrado bajo el sello personal de Fernando García Pañeda, que, si bien es un autor difícil de etiquetar, sí que resulta reconocible por un estilo más amable, por huir del sobresalto gratuito, de retratar pasiones viscerales que no se corresponden con la realidad del amor, por el empleo de un lenguaje más cuidado y, sobre todo, por unos personajes llenos de contradicciones, que merece la pena conocer y que llevan de la mano al lector por un camino donde es fácil reconocer aquellos elementos que el mismo García Pañeda considera primordiales a la hora de crear una historia: «Una ficción verosímil y sugerente, esos dos elementos son la base esencial o innegociable. Añadiría un tercero, y es que sea alentadora, al menos al final, pero sería más prescindible, más negociable según la historia. La verosimilitud la persigo a través de los personajes. Si los personajes son creíbles, son de carne y hueso, ante un conflicto lo resolverán de forma natural, de forma creíble, y entablarán relaciones interesantes y empáticas para los lectores. Personajes creíbles pero no ordinarios, es decir, que tengan algo que los diferencie, que los haga especiales o atractivos, y no desde el punto de vista físico, porque no hago novelas facilonas. Me inspiro en los arquetipos humanos de la literatura (porque todo está ya escrito, que nadie piense que va a encontrar una historia realmente nueva o un personaje nuevo), e intento darles un toque distintivo o un punto de vista diferente. Y, claro está, huyo con horror de los estereotipos, que abundan mucho más de lo que pueda parecer. Lo sugerente intento buscarlo a través del lenguaje, cuidándolo, describiendo de un modo discreto, impresionista (por usar un símil pictórico), procurando dar un ritmo adecuado a cada situación».
Como trasfondo a todo este proceso que ha llevado a la creación de In Arcadia y que aún continúa después, está el deseo del escritor bilbaíno de aportar algo de belleza a un mundo que le resulta extraño, un panorama cultural que observa con cierto desasosiego, consciente de que la mayor parte de la producción artística actual no está movida por el afán de buscar lo bello, lo útil, lo nutritivo para el espíritu. «Se debe a que la novela ha sido colonizada por el mundo audiovisual y el espectáculo de manera evidente —explica—. El placer de la lectura en sí misma, del suave pasar de páginas con un lenguaje escogido se ha sustituido por el placer adrenalínico de un parque de atracciones. Todo tiene que ser trepidante, que enganchar desde la primera línea de la primera página, sin respirar, saltando de un acantilado a otro. Eso cuando no te deja sin respiración o te golpea en el estómago sin piedad. Todo son experiencias en el mundo de hoy».