La Admiración.
“Los hombres no son islas” es el título de uno de los ensayos del recientemente premiado Princesa de Asturias Nuccio Ordine. Claro que no somos islas aunque nos empeñemos en vivir como tales en un individualismo cada vez más feroz. Que los humanos hayan tenido esa ambiciosa pretensión de conquistar tierras remotas y desconocidas cruzando océanos y mares muchas veces a la deriva, denota que somos una especie no conformista con capacidad para asombrarse hasta por el vuelo de una mariposa y para maravillarse por el avistamiento de una tierra desconocida. Imagino la cara realmente asustadiza o el gesto de pavor y miedo que pondría el primer Homo Sapiens cuando con el insistente roce de unas piedras, produjo fuego por primera vez en la historia de la Humanidad. Antes o después vendrían los utensilios para cazar o las herramientas a modo de lámparas que utilizaban para transportar el fuego dentro de las cuevas, alguna se conserva en el Museo de Altamira. Si analizan someramente el devenir de la Historia, ésta está plagada de descubrimientos humanos: la rueda, el barco a vapor, el magnetismo, la gravedad, la penicilina y con ella las vacunas, la selección natural, la tabla periódica, la pasteurización, la fusión nuclear, los quarks (los elementos más diminutos de la materia), la anestesia, la luz eléctrica, el teléfono, el wifi. Y así tirando de una lista interminable hasta nuestros días. Dicho lo cual, ¿creen que todo este poder inventivo hubiera sido posible sin nuestra capacidad humana para curiosear, dejarnos asombrar, admirar o maravillarnos?
Hoy me he propuesto un reto hermoso. Por un día cuando salga por la puerta de mi casa a primera hora de la mañana voy a dejarme admirar o asombrar por la vida. Voy a reunir para ello todas mis potencialidades. Y guiada por una especie de entelequia aristotélica, voy a ser como la semilla del incipiente árbol que siendo raíz atrae los nutrientes y trabaja para él; y voy a guardar con mucho sigilo y recelo para que nadie me lo arrebate, en un rincón especial de mi alma esa capacidad de admiración por cuanto me rodea. Si René Descartes incluyó a la Admiración entre las pasiones del alma, por alguna buena razón sería.
Sentir admiración por alguien o por algo es connatural con nuestra especie desde que el mundo es mundo. La admiración se produce porque ese alguien o ese algo nos despierta un sentimiento que brota en nuestro interior, emoción que nunca deja de ser honesta, gratuita y sincera hacia la persona o la cosa admiradas. Es importante entender que aunque la admiración no tiene que llegar a ser amor, el amor bebe de la admiración como el corazón que late y bombea, para nuestro asombro, por la sangre que le llega. Y que la admiración es justamente la contraposición a la envidia, como la sangre que recorre las arterias se distingue como yuxtaposición de la de nuestras venas. La de nuestras arterias está completamente limpia.
Ha habido entre los personajes históricos innumerables ejemplos de admiración mutua: la que sintió por poner por caso Pablo Picasso por Coco Chanel o éste por Jean Cocteau o la de Albert Einstein por Charles Chaplin. En una ocasión Einstein debió dirigirse a Chaplin y le dijo: -«Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira.» A lo que Chaplin cortésmente le replicó con otro cumplido no menos cierto: -«Lo suyo es mucho más digno de respeto; todo el mundo le admira y prácticamente nadie le comprende». O la desconocida admiración que sintiera la icónica Audrey Hepburn por el pintor mexicano Rufino Tamayo. En 1957 ella posaría para él y el cuadro “Sandías y naranja” fue parte de la colección de arte de Hepburn por muchos años.
La admiración no es ni por asomo de uso excluyente para una élite. Personalmente siento una devota y especial admiración por las personas luchadoras que nunca se rinden a pesar de todas las dificultades y que con su terquedad consiguen todo lo que se proponen, como el maratoniano con un reciente record guinness del mundo Alex Roca. Amor junto con admiración (hemos dicho que juntas hacen un cocktail positivo imbatible) sentía por mi padre Iñaki, persona batalladora donde las haya y que aunaba con su noble carácter y férrea personalidad un binomio que aún hoy sigo admirando: Buen humor e inteligencia, sobre todo lo primero, porque mantenerlo como él hizo en un mundo tan desbaratado como éste y con todos sus avatares personales, se hacía dignísimo de toda mi admiración. Vaya por él este bonito recuerdo!!
USUE MENDAZA
Artículo exquisito, como todos los de Usue, cuajado de sensibilidad y detalle. Me uno al recuerdo por tu padre!