«La colina de los gatos», de Eva Baeza.

  Tocar la fibra sensible del lector no es tarea fácil, y menos en estos tiempos en que parece que está todo dicho e inventado. Sin embargo, un libro que aúna recursos de prosa intimista con una sólida documentación histórica de fondo bien puede desempeñar esa tarea. Es el caso de La colina de los gatos, el debut literario de la barcelonesa Eva Baeza, un texto que nació como catarsis personal y ha terminado convertido en una más que interesante novela.

Eva Baeza

Eva Baeza.

 

  La andadura de Eva Baeza en el mundo de la literatura comenzó, como empiezan las buenas historias, un poco por casualidad, ya que su primera novela, La colina de los gatos, es fruto de una importante revelación en la vida de la autora. Y es que cuando esta escritora barcelonesa descubrió que sus antepasados por línea paterna procedían de un pueblo andaluz muy cercano a donde solía veranear, supo que tenía que escribir sobre ello.

  Y, en definitiva, de eso se trata La colina de los gatos, de una historia familiar, la de tres generaciones de mujeres que arrastran la marca del dolor, pero que demuestran también que los lazos familiares son más fuertes que el infortunio. Sin embargo, no es solo eso, desde luego. Para empezar, porque tiene detrás un enorme trabajo de documentación, que llevó a la autora a terminar de dar forma a un texto que, como ella misma afirma, en principio no iba a ser tan extenso: «La colina de los gatos nunca fue preconcebida como una novela. En mi obstinación por fundar el mundo a mi manera, un día me asombré escribiendo: “Quiero contarte algo…”, y de ahí fui tirando y expulsando todos los demonios que llevaba dentro. En plena catarsis, me tropecé con un episodio desconocido de nuestra historia que clamaba a gritos por ser escuchado. Ese fue el momento en el que tomé conciencia de que son las historias las que, por alguna razón, nos escogen a nosotros, y no al revés».

  Entre estos episodios, y más allá de su historia familiar personal, se encuentra la conocida como La Desbandá, la masacre perpetrada por el bando sublevado, en febrero de 1937, sobre los civiles que huían de las tropas franquistas que acababan de tomar Málaga. En el trayecto por la carretera de Málaga a Almería, bombardeados por mar y aire, se calcula que perdieron la vida entre 3000 y 5000 seres humanos. Y la minuciosidad de su trabajo es patente: «Me molesté en averiguar con que luna caminaban esos refugiados en su avance. No es lo mismo caminar con luna llena, donde hay luz, que con luna nueva, donde apenas hay visibilidad».

  No obstante este contexto histórico, La colina de los gatos es un libro de sus personajes, son ellos quienes van dando forma al relato, más que el trasfondo histórico, y concretamente estas tres mujeres, que enlazan la Andalucía rural de los años 30 y la posguerra con la Barcelona de principios del siglo XXI. Lola, Ana y Andrea escenifican la temática universal del conflicto con la madre, algo tan íntimo y tan frecuente al mismo tiempo. Por medio, temas como la represión, la amistad, la homosexualidad, la religión o el alcoholismo. «Cada vez me siento más atraída por las personas poco convencionales, las historias transgresoras. Huyo permanentemente de las etiquetas y los estereotipos, que no hacen sino encasillar y coartar la capacidad del individuo. Todos somos únicos, y esos matices que nos diferencian del resto es a donde me gusta llegar para dejar constancia de la singularidad, desde mi punto de vista, el más precioso de los legados», afirma Eva Baeza. Pero, eso sí, el hilo conductor de esta novela es el amor: «Absolutamente todos los personajes de La colina de los gatos se mueven por amor, y ese es un motivo más que suficiente para que los adore, a todos, sin exclusión».

  Todo este cóctel sería muy difícil de lograr si Eva Baeza no fuera tan concienzuda a la hora de recrear la atmósfera de sus historias, porque si los personajes son los grandes guías de la historia, el trasfondo tiene que ser capaz de remover algo en el interior del lector, no un mero decorado sobre el que ubicar a los protagonistas. «Uno de los aspectos que más me atrae de una buena lectura es su atmósfera; el sutil mecanismo por el que las palabras logren transportarme a un escenario casi real. A veces es solo una melodía, pero esa melodía ha de filtrarse por cada poro, e incluso transformar al lector. Percibir un aroma concreto, un olor, el contacto de una piel, me parece el cénit de la escritura».

  Así pues, La colina de los gatos se convierte en un debut literario más que interesante, tanto para aquellos que disfrutan de leer historias intimistas que desnudan los sentimientos de sus personajes como para quienes buscan un trabajo de documentación histórica exigente.

 

La colina de los gatos

 

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