Después de todo la cosa no ha ido mal. Tantos años casados y seguimos peleándonos como el primer día. Pero después no reímos, porque ni siquiera nos hemos alzado la voz, y nadie que nos viera desde fuera, podría decir que se trata de una discusión.
Tú leías novelitas que decían que el amor duraba tres años y yo, ese mismo día, te tapaba la boca y las dudas haciendo el amor tres veces seguidas. Tú me hablabas de que el enamoramiento se acababa convirtiendo en cariño, y yo te retaba a que me midieras las pulsaciones cada vez que entrabas a casa. Tú me decías que te casaste muy joven y que no te había dado tiempo a probar nada, y yo te dejé que te fueras un mes a vivir tu vida como te diera la gana.
COMO SIEMPRE.
Hoy, después de tantos años, después de tanto aprender y de tanto querer, de tantas cesiones y tantos triunfos, lo que más me gusta en el mundo, lo que más me gusta hacer, es lo mismo que hacíamos aquellos domingos de novios, hace treinta años, cuando nos cogíamos de la mano, paseábamos, y sentíamos que la vida era maravillosa. Igual que hoy, que la vida me gusta más que nunca porque cogerte de la mano es como ir acompañado por una parte de mí mismo.
Papini
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