El padre esperaba en las inmediaciones de la casa, apostado bajo un sauce que se levantaba junto al río.
—¿Esto es el botín? ¿Un mueble viejo? —preguntó al hijo, al que aleccionaba en el difícil y arriesgado oficio de ladrón.
—Los dueños lo tenían encerrado en un armario bajo llave, he pensado que podría tener un gran valor.
El padre examinó la mesita de noche con la pericia de un anticuario. Se trataba de un mueble de madera maciza con patas torneadas y un fino labrado en el frontal de los dos cajones. Posiblemente un recuerdo de familia de suma importancia para sus dueños pero con el que no sacarían ni cincuenta euros en el mercado de artículos robados.
—Así no vamos a ninguna parte. Te he dicho mil veces que joyas y dinero. ¿Entiendes? Eso es lo que tienes que buscar.
De una patada lanzó el mueble al río y en pocos minutos la corriente lo hizo desaparecer. En su viaje, el agua consiguió despegar del interior de la mesita de noche, bajo el tablero, el boleto de lotería primitiva con bote que había resultado premiado dos días antes. Un papel demasiado fino para un río demasiado bravo. Posiblemente nunca llegaría al mar.
Maribel Romero Soler.
Blog de la autora
La avaricia rompe el saco, jeje, en este caso el cajón millonario…
Muy bueno, Maribel, y muy bien contado.
Saludos desde mar adentro… al que espero que tú sí arribes alguna vez 😉