Harto de su desesperación se decantó por un tiro en la cabeza. Era su decisión final. Había desechado la soga, el puente, el veneno, la afilada cuchilla… Cuando el frío metal rozó su sien la puerta de la casa se abrió: “¡Papá, he sacado un 10 en lenguaje, voy a ser escritor como tú!”. Y le tembló el pulso. Al retrato del abuelo hoy le falta un ojo.
Maribel Romero Soler
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