Desprendimiento de rutina. Por María Dolores Almeyda

Solo hay que trasladarse un poco más allá, donde se acaba el asfalto, recibir la lluvia, cambiar el aire por la tempestad, pisar los charcos, aspirar el vaho que se levanta de la tierra húmeda, sentir el verde intenso, el negro borrascoso y el fragor de la tormenta que allá es tan diferente, para recibir el impacto de un desprendimiento de rutina espectacular. Hay que probarlo. Hay que estar allí para sentirlo. Hay que ser hija de la tierra para disfrutarlo.

 

María Dolores Almeyda

3 comentarios:

  1. Simplemente, me encanta 🙂

  2. Comparto este texto desde lo más profundo de mi ser, me considero hija de la tierra, pero sobre todo del mar, donde se pierde mi mirada en busca de nuevos horizontes.
    Mi paraíso, mi playa, donde me ausento no sólo para desprenderme de la rutina, allí curo mis heridas con el silencio, el rumor del mar, el canto del grillo, el vuelo de las aves emigrantes, el faenar de los pesqueros multicolores, el tacto de la arena, el césped, el arco iris y la música elegida que mece mis pensamientos y los acomoda.
    Y cuando amanece un nuevo día, acudo a ese milagro como a un espectáculo único.
    Solo hay que trasladarse un poco más allá, si, y dejar renacer lo primitivo.
    Gracias por compartir tu pensamiento.
    Un abrazo

  3. Es muy alentadora la perspectiva, no solo de compartir estas pequeñeces, sino de hacerlo con gente que ama y respeta las mismas cosas, que alientan en idénticos ideales literarios, poéticos y hasta rurales. Es cierto que somos de la tierra, no por enseñanzas bíblicas, -que esa es otra historia-, sino por el amor y el respeto que nos tenemos. Sin ellos no tendriámos nada que hacer.
    Gracias Brujapiruja e Idc por vuestros comentarios, y sobre todo a Brujapiruja por dejarnos ver su playa y sus pensamientos.

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