Amanece. Debo retirarme ya. El sol y yo nunca hemos sido muy buenos amigos: diferencias irreconciliables. En la quietud de la noche comienza mi no existencia, la hora en la que me pongo mis mejores galas y salgo en busca de sangre fresca, de humanos a los que liberar de sus patéticas vidas mortales.
Tenía una familia: una mujer a la que adoraba y una hija preciosa; una oscura noche de luna nueva mi creadora se cruzó en mi camino y acabó con todo lo hermoso que poseía. Desde entonces solo me queda un cuerpo vacío, lívido… y un ataúd oculto en el sótano de un viejo caserón donde resguardarme durante el día.
Estaba dispuesto a exponerme al sol y a terminar de una vez por todas con mi no vida, demasiados años con la luna como única compañera, demasiado sufrimiento en la oscuridad…sin embargo, esa noche ocurrió algo con lo que no contaba: una criatura humana, apenas una niña, hermosa y delicada como una muñeca de porcelana; no quería hacerle daño pero pudo el instinto y mis colmillos se aferraron a su cuello saliendo de mi boca como si hubieran sido accionados por un resorte.
Ahora tengo a quien proteger, a quien enseñar, tengo un legado…y dos ataúdes en mi polvoriento sótano.
Nos aferramos a la vida incluso cuando sentimos que es una «no vida»… Hermosa manera de escribir. Un abrazo
Gracias Ángela, así es…
Muchas gracias también por dejar tu comentario.
Un beso