Después de habernos pasado tres magníficas horas buscando setas en la Sierra de Gredos, decidimos parar a descansar y tomarnos un tentempié.
Nos sentamos a la vera de un hermosísimo castaño que, como un rey a las puertas de su palacio, nos acogió con su protocolo otoñal: hojas y más hojas caían de sus largas ramas, conformando lo que era ya un espacioso manto dorado que sirvió para que nos sentásemos y protegiésemos del gélido suelo.
Yo recosté mi cuerpo en su mullido y grueso tronco de corteza agrisada. Y allí me quedé dormido mientras mis amigos contaban historias legendarias de atardeceres mágicos, o eso pienso.
Javier Úbeda Ibáñez
Es curioso cuando lees un texto y puedes llegar a sentir lo que se está contando. Con El castaño, el otoño se hace presente
¿Por qué no ha publicado más aquí? Esperamos sus poemas y relatos. También sus reseñas.