Apareció, perfectamente vestido con chaqué. Pajarita blanca y una carpeta con el discurso en las manos. Todo estaba preparado para la entrega. El público expectante. El atril perfecto. Las flores; las alfombras, esperando ser pisadas; las luces, iluminando las caras.
Subió pausado, sabiéndose el ganador. Calmado y emocionado mientras abría la carpeta y extendía las páginas del discurso. Su voz retumbó en la sala:
“Queridos amigos, al recibir la llamada comunicándome ser el ganador del premio…”
Áquel, cuya mano empuñó la pluma que escribió los libros, me acariciaba la espalda surrándome al oído: “¿Crees que me ha quedado bien el discurso?”
Brisne
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