– ¿Cómo dices que se llama tu nuevo amigo? – pregunta Emiliano a Miguel, su nieto.
– Abu, recuerda que me lo prometiste.
– Tranquilo, pequeño.
– Se llama Dani, ¡y mira qué gorra más chula le he dejado!
– ¡Dani!, bonito nombre. Será mejor que le tapemos los ojos…
Emiliano saca un largo pañuelo negro de un bolsillo de su gabardina, envuelve con él la cabeza de Dani con ímpetu, tapándole los ojos por completo. A continuación se sitúa frente a él, le hace una reverencia y exclama, con una amplia sonrisa sarcástica:
– ¡Bien, Dani!, ¡encantado de haberte conocido!, ¿un apretón de manos?
Emiliano aprieta con mucha fuerza el brazo derecho de Dani; Miguel, enfadado, recrimina a su abuelo:
– ¡No tiene ninguna gracia!, ¡eres un mentiroso!, ¡ya vale!
Haciendo oídos sordos, Emiliano, que sigue delante de Dani con gesto de ira, le da una patada salvaje.
– ¡Abu, por favor, para! – suplica Miguel, sollozando.
Emiliano busca algo a su alrededor con la mirada, quieto, con el ceño fruncido; unos instantes después, como si le hubiera dado un espasmo, se dirige acelerado hacia el cobertizo, del que aparece con un hacha oxidada. Camina hacia Dani, se acerca despacio, amenazante. Coge fuerte el hacha con ambas manos, elevándolas por encima de su hombro derecho. Emiliano lanza un agudo gruñido, dirige el hacha hacia Dani con decisión, pero se detiene en seco al escuchar a su nieto gritar:
– ¡Como sigas destrozando mi muñeco de nieve me chivaré a papá y vendrán esos hombres a llevarte otra vez a ese sitio que te pone tan triste!
Emiliano, cambiando por completo su expresión, deja el hacha en el suelo, se acerca a su nieto, le sonríe y le acaricia el pelo. Le propone con mucha ternura:
– ¿Nos vamos a ese parque de juegos que tanto te gusta?
Mientras se alejan, Emiliano vuelve la mirada hacia Dani, el muñeco de nieve, al que imagina partido en dos sobre un gran charco de sangre.
Dolores Moya Gómez
Un micro que ofrece varias interpretaciones y con un muñeco de nieve como elemento simbólico.
Yo lo veo como una reflexión contrastada sobre la actitud ante el final de la vida, y ante la vida en sí misma.
Felicidades, Lola. Tus micros merecen más de una lectura y regalan algún pensamiento interesante.
Es sorprendente, sorprendente y triste. Es triste para un abuelo verse zarandeado así por un pequeñajo. En realidad, ¿qué es lo que quiere matar el abuelo? ¿Su niñez? ¿sus recuerdos?,¿o toda su vida anterior, manejada por todos, como ahora, y que quizá no le mereció la pena?
¡Hay tantas preguntas en este relato!¡Qué sé yo..?
Atticus, 81, muchísimas gracias, es un honor que dediquéis a mis microtextos vuestras reflexiones sobre ellos, no os imagináis lo que aprendo y la alegría que me da tener vuestras palabras con ellos.
Sé que una de las características de mis microtextos es la ambigüedad de interpretación de ellos, muchas veces es a propósito, pero otras veces resulta así de manera inconsciente, supongo que ocurre al extraer un trocito de una historia que en mi cabeza es mucho más larga.
Me encantaría que Ambrose Bierce lo leyera y me dijera qué ve en este microtexto, qué le llega. Le he enviado un montón de globos pidiéndoselo, pero no sé si le llegará alguno sin explotar…
Hola, Lola:
No soy Ambrose Bierce 😉 pero… me llegó uno de esos globitos que lanzaste y te dejaré por aquí mi opinión.
Es muy bueno este micro, te felicito; como bien apuntan Atticus y 81, su lectura nos invita a la reflexión casi de forma inmediata. Yo lo veo en la línea de Atticus, también me parece un interesante simbolismo del final de la vida. El muñeco de nieve contiene la pureza y ternura infantiles pero también es frío, como el invierno, como el final de la vida… El abuelo no acepta su propio ocaso y quiere a toda costa partir esa frialdad en dos para obtener de nuevo algo cálido y vivo como la ‘sangre’, otro magnífico simbolismo… La verdad, es fantástico, casi rallando lo onírico y alberga muchas lecturas.
Un abrazo.
Muchísimas gracias, Mar. He estado unos días desconectada del mundo de internet y menuda sorpresa me he llevado al volver a él y leer tu comentario, ¡qué bonito es! Otro abrazo para ti 🙂
Lola:
El bueno de Ambrose tiene toda la voluntad del mundo en atender el mensaje de tus globos. Es el «manta» de Ángel el que no consigue sacar el tiempo que te mereces para contestarlos.
Coincido con los comentarios anteriores sobre la multitud de lecturas que admite tu microrrelato (excelentemente concebido y escrito, todo hay que decirlo). La alegoría sobre el muñeco y la actitud del abuelo ante el inminente final de su vida me parece muy acertada; lo que resulta más inquietante es que el símbolo contra el que se rebela el abuelo sea precisamente uno de los objetos de deseo de su nieto. ¿Quizás el abuelo envidia la juventud, la imaginación y la vitalidad de su nieto y proyecta su frustración sobre el muñeco en lugar de sobre el niño? Interesante reflexión la que sugiere tu micro.
Un abrazo
En su día dejé un comentario taaan largo que el propio sistema informático debió dormirse. Ángel, muchísimas gracias por tu valiosa opinión y por sacar un hueco para mirar hacia el cielo con detenimiento.
Besos.