—¿Quién?
—Yo.
—¿Tú?
—Sí, yo.
La quería y no me importaba mentirle. Aquello era un juego que se inventó al poco de convertirnos en novios. Ella preguntaba quién la amaba. Yo reclamaba ese puesto. Ella mostraba asombro. Y yo insistía y cerraba el asunto besándola en la boca. Esto del beso, de unos años a esta parte, desde que se me hizo insoportable mantenerle la mirada; porque al principio no era exactamente así: el beso llegaba, pero un poco más tarde. Antes ella decía: dos estrellas vagabundeando en el infinito que al verse actúan como dos kamikazes que pisan a fondo el acelerador para fusionarse en una sola, tras cinco o seis segundos de completo silencio, y entonces era cuando ambos avanzábamos unos cuantos centímetros para darnos el beso y hacer el amor. Todo muy cósmico, muy amoroso. Hasta que el amor se fue deshaciendo y a mí me empezó a costar cumplir con la parte de los ojos enfrentados.
Hoy ha vuelto a colocar el juego sobre la mesa.
—¿Quién?
—Yo.
—Pues qué pena. Porque yo no.
—¿Tú no?
—No. Yo no.
Después me da dado un abrazo y ha dicho: dos estrellas en el infinito que se cruzan, recargan energía y siguen su camino, todo muy cósmico, muy amoroso. Hasta que ha deshecho el abrazo y se ha ido.
Andrés Ortiz Tafur
Original manera de contar cómo se acaba el amor. Me ha gustado mucho.
Mil gracias, Clara. Un beso!
Genial, compañero. Tirando dardos directos al corazón, como deben ser los relatos cortos.
Viniendo de ti, uno da por cumplida la misión. Un abrazo, don Angel.
Corto pero intenso, me ha encantado.
Gracias, Ameli… que te encante, me encanta. Un beso!
Siempre sorprendente Andrés, pero me gusta esa manera cósmica de darse la libertad para unirse o separarse. Precioso relato. Abrazos
Gracias, Bruja!!… Un beso grande!
Así debían acabar las relaciones siempre: con buenas palabras y asumiendo que solo somos polvo de estrellas. (No se me malinterprete.)
Genial, como siempre.
Besos cósmicos.
La realidad es más cruda, más sucia, más fea, más puta, menos inteligente, menos agradable… Y no nos deja ni París. Pero es la vida que nos trae y nos lleva, la que construimos. Supongo que la pasión (por dotar a lo que verdaderamente es con un nombre bonito) nos confunde…
Besos grandes… cósmicos y terrenales, tía guapa-
Coincido con la mayoría, Andrés: cortito, que es pan bendito, pero intenso… así es lo inmenso ;), lo cósmico, las palabras que nos llegan (como dice Ángel) como «dardos directos al corazón» o proyectiles que se nos clavan en el alma…
Es verdad, las relaciones de amor comienzan muy cósmicas, muy pasionales, muy, muy… Con el tiempo, y si se superan ciertos escollos intrínsecos a nuestra caprichosa naturaleza, continuaremos cultivando el Amor (con mayúscula) en una estrella enana, modesta pero genuina, o definitivamente los «kaminos» se bifurcarán hacia Galaxias desconocidas…
Un gusto, don Tafur (es que don Ortiz me sonaba a título nobiliario 😀 )
Un gusto y el placer es mutuo, Marsoluna…
Me hace feliz que te guste el cuentecito.
Por lo demás, de acuerdo con todo…
Un beso grande.
¿El amor y el desamor solo dependen de un cálculo en las trayectorias de dos estrellas que vagabundean y, un buen o mal día, se chocan o se cruzan? ¿Pero quién es el físico o geómetra que produce tales desaguisados?
Enhorabuena, Andrés, por transmitir tanto con tan pocas y tan bien enlazadas palabras. Genial.
Gracias, Gervi!!
El amor es una locura…
Un abrazo!!
Genial!!!
Me ha encantado.
Amor y desamor transmitidos en pocas palabras.
Breve pero directo al corazón.
Un abrazo.