Clara marchó de viaje, era “su momento” y quería disfrutarlo plenamente. Preparó tranquila la maleta, recogió la casa, revisó los billetes y se miró reiteradamente en el espejo para comprobar su aspecto antes de salir hacia esa estimulante e incierta cita amorosa.
Sabía que Inés la necesitaba, pero había concentrado toda su energía en volver triunfante en esta ocasión y no estaba dispuesta a permitir interferencias que la perturbaran. Así de claro se lo había manifestado.
Miró de refilón el teléfono, e incluso hizo intención de levantar el auricular, mientras pensaba: ¿Para qué me voy a ir preocupada?, seguro que en el hospital la cuidarán muy bien, al fin y al cabo no es nada grave.
El vuelo salía en menos de dos horas. No había tiempo para más.
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Años después…
Inés deshacía su equipaje, venía inquieta sin saber bien porqué pero al fin estaba en casa, hijos, nietos y la alegría del reencuentro tras un mes en el extranjero. Sonó el tono de mensaje en el móvil y todos advirtieron, por su gesto, que algo relevante pasaba. Pero ella se recompuso enseguida y cerró el mensaje mientras esbozaba una lánguida sonrisa.
No os preocupéis –les dijo- seguro que en el hospital cuidarán muy bien de Clara, no es nada grave. Ella siempre desea vivir intensamente “sus momentos”. No seré yo quien la perturbe con un poco de afecto. ¿Merendamos?…
Brujapiruja
¡Uf! Si que dá frio, escalofríos mas bien.
¿Ni la una ni la otra tienen un poquito de compasión?
Dónde las dan las toman, ya lo dice el refrán.
Saludos
Uf, vaya historia. Me he quedado sin palabras. Una buena forma de mostrar sin explicar. Un revés sin mancha.
Enhorabuena.
Pues sí, en el hospital nos cuidan muy bien, pero todos necesitamos mucho más otra clase de «cuidados» que no entran en el seguro médico.
Qué triste ser tan frío e insensible!
Buen relato.
Besos