Isla de la Lima

Isla de la Lima

 

La casa de la Lima tiene algo de isla, se mantiene erguida sobre el bar La Lima, en el centro del pueblo, en mitad del tráfico y del ruído, soportando el embate de todos los tránsitos, festejos, manifestaciones populares y eventos más o menos multitudinarios. Ahora, hoy mismo, soportando la desolación y el silencio y el miedo. Trato de escribir bien, de describir con acierto y originalidad, pero las palabras acuden arrastrándose torpes y yo, agotado por la repetición monótona de los días y el vano intento de asimilar la incesante cascada de noticias, las tomo de la mano y las voy colocando en fila, con pena, con nostalgia, con un afecto salpicado de frustración y resignación. No puedo hacer otra cosa, acaricio a la gata que deambula por toda la casa tratando de ubicarse, de comprender, de adaptarse. Qué demonios ha pasado, se preguntará, qué lugar es éste, quién gobierna esta nave y hacia dónde nos lleva. Y no puedo yo ni mucho menos ofrecerle respuestas o soluciones, pues me encuentro tan perdido como ella, aquí en esta isla sobre el bar La Lima, frente al cerro de La Lima, en el centro del pueblo, sometido a los cambios del tiempo y a los traidores y cambiantes estados de ánimo, obligado a mostrarme animoso y a subir a la azotea con mi mujer y mi hijo, porque he descubierto allí una hermosa panorámica propicia para que nos juntemos, nos abracemos y nos sintamos unidos aquí en lo alto de la isla La Lima mientras esperamos el futuro, mientras la gata nos sigue por las habitaciones sin saber qué demonios ha pasado.

 

Máximo González Granados

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Segundo Premio Certamen Poemas sin Rostro 2016

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